Médicos escritores colombianos - 1

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



No tienen resonancia universal, pero la calidad literaria de sus escritos es indiscutible, a la altura de autores muy reconocidos; Colombia cuenta con médicos escritores de lujo que trataron temas fascinantes y trascendentales. La lista de galenos literatos es valiosa y nutrida. Según Somerset Maugham, para el médico atento, el ejercicio profesional es un rico filón de inspiración; es una válvula de escape al estrés que se transforma en una actividad sedante.

Iniciando mi carrera, gracias a mi padre tuve una breve charla con Alfonso Bonilla Naar, ese admirable colega que incursionó en la poesía y la literatura, de mente brillante y rápida, cuyas ejecutorias tuvieron gran repercusión para la profesión y el gremio médico. Nunca se cansó de producir en las actividades que emprendió. “La pezuña del diablo”, convertida en telenovela en los años 80, trata de la inquisición en la Cartagena colonial; “El demonio cruza el océano oculto tras el disfraz de la ignorancia o arropado con la túnica de la superstición”, una frase suya que resume la obra. Dejó novelas, poesías, libros de medicina, ética profesional e historia.

Santacruz de Lorica, destino de importante migración árabe, vio nacer a Manuel Zapata Olivella, uno de los más importantes y brillantes exponentes de la cultura afrocolombiana caribeña. “Changó, el gran putas”, su más reconocida obra, narra el obligado destino de los africanos desarraigados de su gente, su tierra y su cultura como esclavos en América. Con aspiraciones de lograr su libertad y el anhelo de una vida respetable y digna, esos africanos trajeron consigo sus costumbres, acervos, dioses, cantos, lengua, alimentos y su árbol ceremonial, el baobab, “el árbol de la vida” que nunca prosperó en este país, quizás achilado por la tristeza del desarraigo. Esa obra inspiró el trabajo de grado presentado por mi madre para titularse en Literatura y Lingüística, “El valor del mito africano en Changó, el gran putas”. Fueron muchos los trabajos literarios de este médico amigo, escritor y antropólogo. Entre una familia culta y sus amistades de infancia encontró el interés por las ciencias que profesó, dada la diversidad étnica y cultural de la región. El traslado de su padre a Cartagena influye en demasía para lo que describió en sus obras. Además, 25 años como columnista en periódicos y revistas acendraron sus investigaciones. Escritor incansable, organizó distintas actividades para darle relieve a la cultura afroamericana. Ganó un premio Simón Bolívar por su labor en la Radio Nacional de Colombia.

Reconocida tierra de cultura, Antioquia tiene representación en Luis López de Mesa, César Uribe Piedrahíta y Jorge Franco Vélez, por mencionar a algunos colegas literatos. López de Mesa tuvo una trayectoria refulgente: psiquiatra, político, filósofo, sociólogo, historiador, ministro de educación y de relaciones exteriores, profesor y rector de la Universidad Nacional. Expuso sus ideas sobre el trato que debería darse a la cultura y la política internacional. Racista recalcitrante como lo expresa su obra “El factor étnico”, dejó un largo listado de libros destacándose “Cómo se ha formado la nación colombiana”. Como ministro de exteriores cerró las puertas a los inmigrantes judíos.

César Uribe Piedrahíta, especializado en medicina tropical, dirigió el Instituto Nacional de Higiene. Fue el primer médico colombiano en sintetizar un suero antiofídico; lamentablemente, el alcohol fue un compañero que lo arrastró a la tumba. Además de sus publicaciones científicas, dejó dos importantes novelas: “Toá, narraciones de cauchería” que trata acerca de la explotación de los trabajadores del caucho en la Amazonía, y “Mancha de aceite”, referente a la explotación petrolera en el Zulia, Venezuela. Jorge Franco Vélez, médico humanista, escribió acerca de las preocupaciones cotidianas del ser humano; trató también acerca del costumbrismo regional con lenguaje popular pero erudito. Se destacó ayudando a pacientes alcohólicos y drogadictos. Cultivó la copla, el soneto, la décima y otras formas tradicionales de poesía. Su principal obra, “Hildebrando”, es un relato tragicómico acerca del alcoholismo; además, retrató a Medellín de los inicios del siglo XX.



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