Mensaje a la paz

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En Colombia, la poesía y la realidad se podrían entrelazar en un abrazo que, a menudo, puede ser tanto doloroso como hermoso. La lucha de un país por superar décadas de conflicto armado, violencia, y desigualdad social me recuerda las palabras del poeta y músico brasileño Vinicius de Moraes, quien en su poema Mensaje a la Poesía, nos trae la imposibilidad de entregarse al encuentro con ella ante la presencia abrumadora de la tragedia y la desesperación humana.

En este rincón del mundo, donde los niños mueren de hambre, la búsqueda de la paz trasciende el simple cese del fuego o la firma de acuerdos; es una necesidad profunda y urgente que permea cada aspecto de la vida nacional. Este anhelo por la paz no solo refleja el deseo de terminar con décadas de conflicto armado, sino también la aspiración a sanar las heridas sociales y personales. En ese sentido, cada  niño que llora en algún lugar de Colombia, cada mujer que pierde la cordura ante la muerte violenta de sus seres queridos, cada mirada vacía de los parias de la sociedad, nos recuerda la urgencia de reconquistar la vida. No es solo la pobreza material lo que aflige a este país, sino la profunda privación de necesidades humanas básicas: identidad, seguridad, y justicia.

Mensaje a la Poesía, nos interpela sobre la necesidad imperiosa de estar alertas y preparados para actuar, para socorrer y amar incluso cuando el sacrificio personal parece ser el precio a pagar. Nos habla del dilema entre la urgencia del ahora, marcado por la injusticia y la deshumanización, y la promesa de un mañana, donde la claridad pueda finalmente brillar. La terrible participación de la que habla el poeta es una realidad para muchos colombianos que, día tras día, se enfrentan a la disyuntiva de vivir con el peso de la tragedia o de luchar por un cambio, sabiendo que la paz verdadera es tanto un derecho como una construcción colectiva que requiere el compromiso de todos.

De todas maneras, en Colombia, se refleja que, pese a la adversidad, se mantiene viva la esperanza de un país en paz. La soledad, la locura, y la pasión por una existencia digna para todos, son sentimientos compartidos por aquellos que, en su lucha diaria, no se rinden ante la desesperanza.

En síntesis, propongo no claudicar, porque al final, la paz, aunque parezca imposible, es el único camino posible. La lucha de Colombia es la lucha de la humanidad: por un mundo donde las necesidades básicas no sean un lujo, donde la violencia no sea la lengua materna de los pueblos, y donde la poesía del vivir no sea silenciada por el estruendo de los fusiles. Que la voz del poeta nos recuerde que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la aurora está en el horizonte, esperando por nosotros.

Para concluir, la esencia más conmovedora del poema, al ser llevada al corazón del conflicto colombiano, revela la profundidad del dolor y la resistencia de su gente. En cada línea resonante se refleja el eco de las lágrimas de un niño que no conoce la calma, de las mujeres que, entre sollozos, esperan a quienes quizás nunca regresen. La sangre derramada en las plazas y los campos, el peso de la desesperanza en los ojos de quienes han perdido todo, habla de la urgente necesidad de reconquistar la vida en un país desgarrado por la guerra. Este clamor no es solo un deseo, sino un imperativo que nace del corazón mismo de cada colombiano de bien.Transformar el sufrimiento en esperanza, el miedo en fortaleza, y el silencio en un grito por la justicia, es el camino que una sociedad, resiliente y fuerte, transita día tras día, buscando construir un futuro donde la paz sea más que un sueño: una realidad palpable en la que cada niño, cada mujer, y cada hombre puedan finalmente vivir sin el temor de un mañana incierto.