Un pico para la humanidad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


A veces pienso que la religión y la filosofía tienen sus fuertes diferencias pues las intuyo como enfrentadas por la forma como teorizan ciertos postulados. La primera se basa en la fe, la segunda, en la razón y búsqueda de la felicidad. En ese sentido, cuando yo estaba joven y estudiaba el quinto de bachillerato tuve la fortuna de encontrarme en mi primera clase de filosofía a un excelente profesor. Aunque hace ya muchos años hoy lo sigo recordando con mucho cariño. Recuerdo que era ateo y como para la época era tan extremadamente raro, yo lo observava en clase con cierto recelo. Pero, sus clases magistrales cada ocho días se convirtieron un alivio para tanta marcación a presión de los otros profes con eso del temor a dios.

El profe nos puso a leer a Giovanni Pico della Mirandola, figura emblemática del Renacimiento, conocido por su Discurso sobre la dignidad humana, y múltiples trabajos que reflejan su vasto conocimiento y su interés en diferentes tradiciones filosóficas y teológicas.

Entre sus obras se destaca Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae,  que contiene 900 tesis sobre filosofía, teología y magia. En él encontré que pretendía defender estas tesis en un debate público en Roma, mostrando su esfuerzo por conciliar corrientes de pensamiento tan diversas como la filosofía aristotélica, el neoplatonismo, el judaísmo cabalístico y el cristianismo. Y, Heptaplus, un comentario místico sobre los seis días de la Creación. Aquí, intenta fusionar la cosmología bíblica con la filosofía.

Fue profundamente influenciado por las obras de Marsilio Ficino, su principal mentor. También encontró inspiración en la filosofía y mística judía, especialmente en la Cábala, y en los escritos de filósofos clásicos como Platón y Aristóteles. Por otra parte, la influencia de este filosofo no se limitó a su época; inspiró a muchos pensadores y escritores posteriores, incluyendo filósofos como Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro.

El Discurso sobre la dignidad humana, — que leí cuando tenía 16 años exigido por mi profe—, escrito en 1486, es una obra que marcó un hito en la historia del pensamiento occidental. Este tratado, breve pero poderoso, se destaca por su audaz afirmación de la centralidad del ser humano en el universo, una visión que contrastaba profundamente con la cosmovisión medieval. Siempre argumentó que el ser humano, a diferencia de otras criaturas, no posee una naturaleza fija o predestinada. Es, en cambio, un ser de infinitas capacidades y posibilidades, capaz de degradarse hasta los niveles más bajos de la naturaleza o ascender a las esferas más altas, acercándose a lo divino a través de su libre albedrío y capacidad intelectual.

Entonces, fue revolucionario desafiando la visión teocéntrica del mundo medieval y reduciendo la importancia de la religión como único camino hacia la verdad y la salvación. Al enfocarse en el potencial humano, promovió un cambio significativo hacia una comprensión más profunda y personal de la fe. Este enfoque humanista marcó un cambio crucial, alejándose de la interpretación literal de los textos religiosos.

Desde un punto de vista jurídico, el concepto de dignidad humana introducido en su obra ha tenido un impacto duradero en el desarrollo del derecho moderno, especialmente en la formulación de los derechos humanos. La idea de que cada individuo posee un valor intrínseco y debe ser tratado con respeto y justicia, es un principio que se encuentra en el corazón de muchas constituciones modernas y declaraciones internacionales de derechos humanos.

Para concluir, el discurso de Pico, refleja el espíritu innovador del Renacimiento y establece las bases para la evolución del pensamiento moderno en áreas tan diversas como la filosofía, la política, el derecho y la teología. Sus escritos desencadenaron un cambio paradigmático que continúa resonando en nuestra comprensión contemporánea de la humanidad y su lugar en el mundo.

A mi profe, Rubén Darío Villalba, un abrazo en donde quiera que esté. Muchas gracias por invitarme a filosofar, a dudar y desde joven buscar la felicidad desde la filosofía.