El deseo interminable

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En el diálogo Leyes, Platón nos ofrece una poderosa propuesta: seres humanos como artefactos mecánicos movidos por hilos. Hilos que son nuestras pasiones. En esta metáfora, el de oro, que representa la ley basada en la razón, es el único —según el filósofo— que deberíamos seguir. Esta idea me lanza a una exploración profunda: ¿Cómo interactúan nuestras pasiones y nuestra razón en la búsqueda de la felicidad?

Para resolver el interrogante, intuyo la felicidad como tema central en la filosofía desde sus inicios. En ese sentido, Platón y Aristóteles debatían sobre una forma de felicidad ligada a la virtud. Pero los epicúreos veían la felicidad como la ausencia de dolor y la búsqueda del placer. Entonces, a lo largo de la historia ha sido interpretada de múltiples formas incluso como un derecho humano.

De hecho, el filósofo José Antonio Marina, en su libro El deseo interminable, nos trae que, una tribu guaraní llevaba cuatrocientos años viajando en busca de la tierra sin mal.  Este lo veo como un testimonio fascinante de cómo la búsqueda de la felicidad puede dar forma a una cultura entera. Este pueblo, con su migración constante ejemplifica una interpretación literal de la búsqueda de un paraíso perdido a donde llegar a ser felices.

Ahora bien, hoy, la felicidad se ha convertido en un tema central en la política, la psicología y la filosofía. Su búsqueda se ha politizado con debates sobre su relación con el materialismo, el capitalismo y las políticas sociales inclusive cuando llegamos a la Edad Media, donde se veía a menudo como una promesa celestial, en contraposición a las dificultades terrenales. Afortunadamente, esta visión se transforma con el Renacimiento, donde el humanismo comienza a enfocar la felicidad como una experiencia terrenal ligada al conocimiento y al arte. Además, en la Ilustración, filósofos como Kant y Rousseau discuten en términos de libertad individual y derechos. Esta evolución refleja un cambio desde una visión divina hacia una concepción más humana y autodeterminada de la felicidad.

Adicionalmente, en las sociedades orientales, personas como Buda y conceptos como el Tao y el Nirvana reflejan armonía y equilibrio interior, a menudo alcanzados a través de la meditación. En contraste, en las culturas occidentales, la Revolución Industrial y el auge del capitalismo trajeron consigo una noción de felicidad ligada al progreso material y al éxito individual.

En la actualidad, la felicidad se ha convertido en un objeto de estudio científico con investigaciones en psicología y neurociencia. Estos a menudo se centran en la idea de bienestar subjetivo y cómo se puede mejorar a través de prácticas como la atención plena y la gratitud. Igualmente, el concepto de "felicidad nacional bruta" ha ganado relevancia como alternativa al PIB para medir el éxito de una sociedad, poniendo de relieve la importancia de factores como la salud mental y el equilibrio vida-trabajo.

En síntesis, emprender el viaje para buscar la felicidad revela creencias y prácticas que, desde la antigüedad hasta nuestros días, la humanidad ha reflexionado incansablemente sobre qué significa ser feliz. Esta búsqueda, intrínsecamente ligada a nuestra naturaleza emocional y racional, es un testimonio de nuestra complejidad y diversidad como especie. Comprender esto no solo es esencial para entender nuestra historia y cultura, sino también para enfrentar los retos en un mundo cada vez más globalizado y conectado. Más que un mero estado emocional o un deseo interminable, emerge como un camino dinámico que refleja nuestros valores más profundos, luchas y aspiraciones.

Para concluir, aunque la felicidad como tal no es un derecho explícitamente mencionado en la Constitución de los colombianos, su búsqueda puede interpretarse como derivado de la protección de la dignidad humana y otros derechos fundamentales. La Corte Constitucional ha contribuido a este entendimiento a través de sus fallos, donde ha enfatizado la importancia de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, como elementos esenciales para alcanzar una vida digna y, por ende, una forma de felicidad.



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