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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Desde Chile cuando estábamos a punto de llevar a cabo elecciones presidenciales en Colombia; el entonces candidato Petro, para referirse a la costumbre de algunos sectores de la sociedad de vender el voto por un tamal, una agua saborizada o 50 mil pesos; pidió: “Cojan el billetico de $50 mil, pero voten por Petro”. 

Por esta afirmación y otros aspectos considero que es necesario una mirada a la fragilidad del proceso electoral en nuestro país. Y, para entender en profundidad la situación es crucial hacerlo más allá de los simples incidentes de fraude, tamales, $50 mil  o irregularidades. La historia revela un patrón de manipulación y control que se extiende por décadas, además, considero que la Iglesia Católica ha jugado un papel significativo en este contexto.

Entonces, es necesario refrescar la memoria y traer una era conocida como la Regeneración: un periodo aproximadamente entre 1886 y 1902. Este movimiento fue liderado por el presidente Rafael Núñez, quien propuso una serie de reformas profundas con el objetivo de restaurar el orden moral, político y económico tras años de inestabilidad y guerra civil. Los principales aspectos incluyeron: Nueva Constitución de 1886, fortalecimiento del Estado Central, relacion Iglesia-Estado. Pues se restituyeron privilegios y propiedades a la Iglesia que habían sido eliminados o limitados en años anteriores, y se le otorgó un papel significativo en la educación de niños y jóvenes. Asimismo, reformas economicas y sociales. Todo para conjurar un hervidero interno y la guerra de los mil días. 

También sobre que, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la Iglesia Católica ejerció una influencia significativa en la política colombiana, más allá de su rol espiritual, incursionando activamente en la arena política. Su participación se reflejó en la elección y promoción de presidentes conservadores, a menudo desde los púlpitos, lo que representó una fusión de autoridad religiosa y poder político, afectando la pureza de la democracia representativa. Esta estrecha relación entre religión y política no solo modeló el liderazgo del país, sino que también influyó en los tumultuosos periodos de conflicto, como la época conocida como "La Violencia", un periodo de conflicto armado bipartidista y social que nos sacudió a mediados del siglo XX, donde la Iglesia estuvo intrínsecamente relacionada con las dinámicas de poder entre liberales y conservadores, marcando profundamente nuestra historia y sociedad. 

Por lo anterior, es importante destacar que las raíces de desconfianza y las estructuras de poder establecidas tienen efectos perdurables que se reflejan en la percepción y funcionamiento del sistema electoral. Por tanto, cualquier esfuerzo de reforma electoral debe reconocer y abordar, entender y desmantelar los patrones de manipulación y control que aún puedan persistir.

En síntesis, una reforma electoral profunda y efectiva debe considerar estos antecedentes históricos, trabajar para separar claramente la influencia religiosa de la política electoral y establecer un sistema que garantice la libre expresión de la voluntad del pueblo. Eliminar a toda costa lo del tamal, agua saborizada y los $50 mil. Solo así se podrá restaurar la confianza en el sistema electoral y fortalecer las bases de la democracia. Hay que empezar ya por educar a niños y jóvenes para que por fin llegue al país el voto de opinión. 

Para concluir, promover el voto de opinión es fundamental para fortalecer la democracia, ya que fomenta la participación ciudadana consciente y responsable, y demanda a los candidatos y partidos políticos ser más transparentes, coherentes y enfocados en atender las necesidades reales de la sociedad. Además, puede contribuir a disminuir prácticas antidemocráticas como el clientelismo y la corrupción electoral, propiciando un entorno político más sano y equitativo. Cuando vi en las noticias al entonces candidato Petro solicitar coger el billete de $50 mil y votar por él; perdió mi voto. En un país con voto de opinión con esa afirmación no hubiera ganado. Intuí que necesitaba ganar a toda costa y que si ganaba iba a ser un mal presidente. Hasta hoy, me va dando la razón. 

P.D. Que piedra siento con lo ocurrido con los Juegos Panamericanos. No solo pierde Barranquilla. Perdimos todos.



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