Un gozoso itinerario regido por la visión de un lucero

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero

Columna: Algo Más que Palabras

e-mail: corcoba@telefonica.net



En este mundo de sombras y luces por el que nos movemos, nuestras habitaciones interiores también nos requieren de la inspiración luminosa de un cándido impulso, para poder elevarnos a otro orbe y tejer moradas conciliadoras, donde habite el auténtico sentido del ser y el legítimo clima de festividad, para volver espiritualmente a ser fermento de poemas y no de penas. Hay que despojarse de toda materia corrupta, ser más poesía que poder, o si quieren más mente que cuerpo; y, al igual que aquellos Magos de corazón andante, tenemos que reencontrarnos con esa etérea dimensión profunda, dejarnos sorprender y tomar el testimonio del pulso, como esperanza existencial en comunión, formando latidos armónicos bajo el reino de la placidez. En efecto, la dulzura que está en cierta manera contenida en la cueva de Belén, hoy se expande por todos los territorios, llamándonos a injertar en todos los días de este 2024, ahora recién iniciado, un espíritu de concordia entre todos nosotros, arrinconando en el olvido y para siempre, el trágico plan de la matanza de los inocentes, un derecho inviolable que ha de ser considerado por todo ser viviente.

La solemnidad de estos momentos vividos, no son una crónica más de la jornada; sino un acontecimiento místico que nos trasciende, con una lección de pedagogía contemplativa. Observar es el grado sumo del por qué y del para qué. En consecuencia, bajo esta sapiencia tenemos que enhebrar la mejor de las voluntades. Ser persona de bien y de bondad, de palabra sincera y de diálogo responsable, aparte de ser la suprema ofrenda curativa de la naturaleza humana caída, también es el preferible horizonte, para que brille la singular luz celeste.

Indudablemente nos necesitamos, sentir que existimos y cohabitamos, incluso con el padecimiento. Hay que sumarse al cambio, al respeto universal de los derechos humanos para todas las personas, sin distinción alguna de color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole. Este mundo se ha deshumanizado por completo, es cierto. Tiene que fraternizarse cuanto antes. “Luchando con amor por nuestras ideas podremos volar libres como las estrellas. I’m just looking for freedom, freedom, freedom… Defendamos la libertad. Pensemos en libertad. Celebremos la libertad. Vivamos en libertad”, canta el grupo de artistas reunido bajo la dirección del músico y productor Federico Quintana y la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH). Sigamos esa dirección cantautora, volemos hacia ese niño que todos llevamos dentro, dejemos de cortarnos las alas y de aceptarnos por intereses mundanos. Demos continuidad al linaje, ayudándonos unos a otros. Nos toca el siguiente paso, el de hermanarnos, que ha de ser tomado con optimismo y determinación, guiados por el signo de la esperanza.

De ningún modo, será tarde para buscar un mundo claro y esclarecido, si en el empeño ponemos el ritual de la Epifanía, donde nadie queda fuera del radio de acción de su poética. Tenemos que llegar al conocimiento de la verdad, salir de este mundo de falsedades, activar nuestro ardor formativo para preparar un nuevo orbe, en el que nadie se sienta extraño; ni consigo mismo, ni con los demás. Debemos brillar como hijos de la luz que somos, para atraer a nuestras vidas la hermosura de esa compasiva providencia omnipotente, que nos hace más aprendices; y, por ende, más del poder celestial que mundano. Por eso, hoy más que una revisión de la economía mundial, que quizás también haya que hacerla, creo que estamos más faltos que nunca de la luminaria que apareció a los pastores, y que todavía nos sigue convocando a una nueva primavera en la tierra. Para ello, sólo hay que levantar la vista, ponerse a caminar, para ver lo que es transitorio y lo que nos trasciende con alegría renovada, enterneciéndonos y eternizándonos. Siempre florecer, ¡nunca ser piedra!



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