Pocos días han transcurrido desde la fecha en que el humilde autor de estas cuartillas en la sección de columnas de opinión comentaba el lamentable descenso de Colombia en la escala de países en la órbita internacional con pérdida estrepitosa de institucionalidad en el marco del derecho y de la democracia.
Y frente a esa caída penosa mostrada por organización mundial que ubica al país en lugar desdoroso, puse de relieve la flagrante contradicción que salta a la vista al confrontar la notoria desinstitucionalización que adolece la nación, con los postulados encomiables que sobre dichos tópicos consagra el artículo primero de la Constitución Política de la República. Desafortunadamente esas noticias, que a cualquier nación culta y verdaderamente amante del derecho y de la democracia conmocionaría, a los connacionales pareciera que no nos inquietaran. En asuntos baladíes esta puesta la atención general. Causa más interés el espectáculo frívolo o la diatriba mediática; seduce el tinglado de la farsa en el que el demagogo ofrece pan y circo, miel y favores que no puede cumplir, pues la dadivosidad y los recursos del Estado tienen un límite y hay unas reglas fiscales que el promesero derrochador no puede transgredir impunemente, aunque pretendiera hacerlo.
El eco del denigrante y estruendoso descaecimiento en institucionalidad en derecho y democracia divulgado por la Organización de Proyección de Justicia Mundial (WJP) aún no se ha apagado, y retumba otro informe no menos desalentador. Ahora se trata de los resultados develados por la entidad que tiene a su cargo el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos, cuya sigla en lengua inglesa es PISA. Según la publicación, hecha con base en evidencias estadísticas, América Latina va a la “zaga” en el concierto internacional en materia de educación primaria y media. Al analizar esos resultados, reputados expertos a nivel global sacan conclusiones en las que anotan que, en la región -aluden a América Latina-, “la escuela perdió el rumbo”. Los “trece países evaluados están por debajo del promedio internacional en matemáticas, lectura y ciencias”. Tajantemente y con toda lógica dicen los analistas: “Eso ya es suficientemente malo”. Y no se quedan ahí. Agregan: “Pero si analizamos un informe centrado en la región la angustia crece. No se trata de que la calidad educativa esté por debajo del promedio mundial, sino que gran parte de los niños no están aprendiendo”. Remitiéndose a un estudio de la Unesco, dicen: “Para 2019, 40% de los estudiantes de tercer grado y el 60% de sexto grado de primaria no alcanzan el nivel mínimo de competencias fundamentales en lectura y matemáticas”. Anotan, además: “El aprendizaje en la región se encuentra estancado y en algunos países incluso hubo retrocesos. Solo hubo avances sustantivos en Perú, Brasil y República Dominicana”. Lastimosamente Colombia no está en este listado de naciones. En el contexto de los comentarios anteriores, Stefanni Giannini, subdirector de la Unesco, consigna la preocupación por los malos resultados obtenidos, que denotan las bases endebles de la educación regional, lo que “no es solo una injusticia para los niños, … retrasa el desarrollo económico y social en un momento en que todas las naciones necesitan más y mejor educación para hacer frente a desafíos nuevos”. “La educación debe ser integral”, acota el educador Javier González Quintero. El argentino Jaime Correas, coincide en que la crisis es multi causal, y sostiene que, “Los países más institucionalizados son los que obtienen los mejores resultados. Donde se respetan las leyes y hay separación de poderes”.
Colombia desinstitucionalizada, colera en índice de derecho y democracia, obviamente a la zaga en educación. En tan lamentable escenario, es irónico hablar de equidad e inclusión social. No habrá jamás paz total. Niños ignorantes serán ciudadanos ineptos.