Tratados de Libre Comercio

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Las economías cerradas, el famoso proteccionismo so pretexto de sustituir importaciones, fueron en gran parte la causa de la debacle de América Latina en los ochentas.  Entonces no es de extrañar que la solución propuesta por el Consenso de Washington, hubiera sido abrir las economías, la famosa apertura económica, la cual se necesitaba de acuerdos comerciales o Tratados de Libre Comercio –TLCs-.  Nafta fue quizás el modelo copiado por casi todos los países. 

En Colombia, la apertura Gaviria fue excesivamente tímida y por esto Colombia no experimento tantos beneficios como hubiera podido.  Ciertamente, estas aperturas siempre conllevan ganadores y perdedores, pero la realidad es que los ganadores son muchos más que los perdedores.  El problema radica en que los ganadores son anónimos, los consumidores, y los perdedores son identificables y generalmente son los productores.

La intención del libre comercio es eventualmente lograr el libre intercambio de bienes y servicios entre dos o más países.  Entendiendo que hay grandes desequilibrios económicos entre un país subdesarrollado y uno desarrollado, estos últimos permiten un periodo de tiempo para que los productores de los primeros se ajusten a la nueva realidad.  También se dedican recursos a reentrenar los trabajadores directamente afectados por el TLC.  La idea de la globalización es un gran mercado global.

Obviamente, los países que pretenden participar en el libre comercio deben regirse por unas reglas de juego limpio, y ese es el papel de la Organización Mundial del Comercio.  Si se va a proteger un sector, se debería hacer con medidas cuantificables, como por ejemplo, tarifas.  Deben ser transparentes, de tal forma que la respuesta del país afectado sea proporcional.

Desde 1990, Colombia ha firmado 16 TLCs, uno de estos con los Estados Unidos, que de hecho es un alargamiento del que existía ya por la ATPDEA (The Andean Trade Promotion and Drug Eradication Act), la cual permitía el acceso y trato preferencial de muchos productos colombianos al mercado estadounidense.

La queja de la izquierda es que de alguna manera, a América Latina la globalización ni el libre comercio le ha servido sino todo lo contrario.  Uno de los puntos es que los mayores beneficiarios directos han sido China, Rusia e India, pero indirectamente nos hemos beneficiados todos al demandar estos países materias primas.  Solo en China e India, permitió la salida de la pobreza de más de 700 millones de habitantes y permitió la creación de una clase media robusta en China, 150 millones, lo que crea un mercado interno fuerte.  Hoy los chinos también consumen bienes y servicios que antes exportaban.  Desde el año 2000 hasta el 2020, el crecimiento del PIB en China fue de 1.266%, Rusia 466%, India 440%, Brasil 316% por citar unos pocos. Hoy algunos países latinoamericanos tienen como primer socio comercial a China.

La apertura viene acompañada con Inversión Directa Extranjera y transferencia de conocimiento o know how.  Fue así como en el caso de Colombia llegaron las inversiones chilenas de los fondos de pensión, y una serie de inversiones españolas, en lo que se conoció como la Reconquista de América.  De la mano de estas últimas, se modernizó el sistema bancario y de las telecomunicaciones. Y ni qué decir del boom de las Asociaciones Público-Privadas que han hecho posible muchas obras de infraestructura en el país antes impensables.  Es en este contexto de relativa apertura económica que Bogotá logró convertirse en una ciudad competitiva, hasta que llegaron los gobiernos de izquierda borraron lo hecho.

Fue en este contexto de apertura económica, que generalmente tiene impacta también lo cultural, que la cultura latina adquirió estatus en los Estados Unidos, permitiendo los primeros crossover en campos como la música.  El pionero, Carlos Vives, nunca hubiera alcanzado talla mundial sin la apertura económica; hoy hay muchos como él.