Soluciones estúpidas

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Uno de los grandes problemas de las sociedades modernas es el envejecimiento y todo lo que conlleva sostener a los adultos mayores ya retirados. Por ejemplo, Japón es el país en el mundo con la mayor proporción de personas con más de 60 años, un 40% de sus ciudadanos; el 30% supera los 65%.

En los países más avanzados, la disminución de la tasa de fertilidad es progresiva, y va de la mano del aumento de la expectativa de vida; una población envejecida. Ha ayudado a paliar esta situación la migración de jóvenes del tercer mundo en busca de oportunidades, pero no es suficiente para cerrar esa brecha y repoblar a esas naciones; las dificultades migratorias, el choque cultural y el nivel educativo para ocupar puestos de trabajo altamente calificados lo impiden. Además, esos jóvenes inmigrantes se suman a las mismas tendencias demográficas; quizás con sus aportes ayuden a las finanzas estatales, pero no a rejuvenecer esas sociedades.

La situación se torna compleja; la población económicamente activa se sitúa entre los 15 y 65 años de edad. Si después de esa edad las personas se pensionan, la fuerza laboral actual no alcanzaría a cubrir las necesidades de los mayores: además del estilo de vida de las sociedades más avanzadas, la estructura demográfica, las pensiones, la salud y otros derechos adquiridos de los mayores implican costos elevados para los estados. Nada fácil encontrar salidas. Hace una década, Christine Lagarde dirigía el Fondo Monetario Internacional; ella alertó sobre los riesgos que afronta la economía mundial con el aumento de la longevidad y la disminución de las tasas de fertilidad, y pidió tomar acciones al respecto; planteó aumentar la edad de jubilación y recortar los beneficios actuales a los pensionados. 

A Lagarde y a otros dirigentes como Dan Patrick (vicegobernador de Texas) y Taro Aso (ministro de finanzas de Japón) se les han atribuido frases que aparentemente no dijeron. Sin embargo, se han pronunciado acerca de los nubarrones financieros que se ciernen relacionados con el progresivo incremento de la expectativa de vida de los jubilados; la preocupación es grande. Hace poco, Yusuke Narita, profesor de la Universidad de Yale, durante una transmisión en un canal de YouTube propuso el suicidio masivo de los ancianos japoneses, tomando como referencia aquella ancestral práctica, el seppuku o harakiri, basada en el bushido, el código de honor samurái: morir antes que perder el honor. Planteó este cínico personaje el suicidio de los ancianos lanzándose al vacío de los acantilados. Poco conocido en los círculos académicos japoneses, ha venido ganando popularidad entres los jóvenes frustrados por la que han denominado “sociedad gerontocrática”, la cual, dicen, es la causa de la ralentización de la economía nipona. Consideran que los mayores ocupan muchos lugares que les corresponden a los jóvenes.

No parece un mal chiste de Narita; estos juicios concuerdan con su pensamiento, totalmente inaceptable. Si fuese una ironía, nos remitiría al escritor irlandés Johnatan Swift, quien se pronunció acerca de la desvergonzada desigualdad en sus tiempos: en 1729 escribió “Una modesta proposición”, en la cual con sarcasmo sugería como remedio que los pobres vendieran a sus hijos a los más acaudalados para que estos se los comieran. Lo de Narita se aproxima más a la “higiene racial” de los nazis, orientada a aquellos seres humanos “cuya vida era indigna de ser vivida”. Asquerosas tan rastreras posturas.

Si no se hace nada al respecto, Colombia se verá avocada a problemas similares y, por qué no, a manifestaciones como las mencionadas. La guerra y la violencia acaban muchas vidas productivas en su inicio; la emigración de jóvenes en busca de oportunidades, la insuficiencia de empresas y las limitaciones para el emprendimiento reducen las posibilidades de aportes a la seguridad social para sostener a los mayores en edad de retiro. Solo reteniendo y brindando oportunidades a nuestros jóvenes podemos un vislumbrar un futuro razonable sin siquiera pensar en los tenebrosos expedientes de Narita y Hitler.



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