Crisis de transporte

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Quizás en las próximas navidades veamos un cambio significativo en las costumbres. La tecnología estará escasa y cara, algunos regalos quizás no lleguen a tiempo y la creciente devaluación del peso frente a ingresos reducidos con menor poder adquisitivo hará que los regalos escaseen también, o cambien de forma: una silenciosa crisis está detrás de ello. Como si no bastara con el retraso mundial en la fabricación de microchips y, consecuentemente, una ralentización en el desarrollo de nuevas tecnologías ligadas a ellos, el mundo observa con mucha preocupación otro enorme problema: la escasez de contenedores para el transporte transoceánico de mercancías. Ambos problemas afectan directamente el bolsillo del consumidor y las finanzas de las naciones.

En un mundo tan interconectado e interdependiente era previsible el impacto del efecto mariposa; la crisis de los contenedores que apareció hace algunos meses ha disparado a valores impensados el precio de los fletes marítimos con el obligado incremento de los precios al importador y, consecuentemente, al consumidor final. El asunto no es falta de esas enormes cajas metálicas en las que casi todo cabe sino que, gracias a la pandemia, muchos se encuentran en puertos o parques de contenedores;

las restricciones impuestas por los distintos gobiernos a causa de la actual pandemia han creado cuellos de botella en el movimiento de carga y las consecuentes congestiones en los principales puertos internacionales que, además, se ve agravada con la reducción de productos disponibles en Europa y América para llenar los contenedores de regreso a Asia; algunos buques regresan con menos contenedores y menos carga, distribuyendo los costos entre ellos; conclusión, aumento de precio de los productos, generalmente materia prima o bienes intermedios, lo que suma en los productos terminados. Agreguemos que la temporada de tifones obligó al cierre de algunos de los puertos de mayor movimiento en el mundo, ocho de ellos en China.

Para paliar la crisis, algunos de los grandes importadores o consorcios han alquilado enormes barcos cargueros; sin embargo, por las mismas razones, hay menor fabricación de contenedores, ya que hay menos materia prima disponible y mano de obra restringida por confinamientos; incluso, en países tercermundistas y con menor impacto en el mundo desarrollado, se han convertido en importante solución de vivienda. El problema está en que el 80% del transporte mundial de mercancía entre continentes es marítimo. Por ahora le resulta dificilísimo al transporte aéreo competir en la movilización de materias primas como carbón o chatarra, o productos manufacturados como automóviles, aspas de generadores eólicos, maquinaria pesada o vagones de metro.

Por si no bastara, a finales de marzo de este año uno de los mayores portacontenedores del mundo, el Ever Given encalló en el Canal del Suez bloqueando durante una semana el paso de buques a través del canal, por el cuál circula el 10% del comercio marítimo mundial. Muchos cargueros fueron desviados hacia el Cabo de la Buena Esperanza aumentando significativamente los costes por mayor tiempo y uso de embarcaciones. Fue un anticipo de lo que después vendría. La cereza del pastel fue el aumento del comercio electrónico debido al confinamiento; creció exponencialmente durante los confinamientos, especialmente la tecnología de punta, con al aditivo de la crisis de semiconductores.

Así las cosas, un país como Colombia que desde 1990 detuvo la vocación industrial para convertirse en alegre importador de bienes de consumo, incluso de alimentación básica gracias al deslumbrante espejismo del neoliberalismo, ve con sobresalto la inflación que generan estas crisis, mientras la deuda externa crece como espuma a niveles preocupantes, quizás impagables en el mediano plazo. Las próximas navidades serán diferentes para la inmensa mayoría de colombianos que se conformarán con aguinaldos distintos. Tranquilos todos: la natilla y los buñuelos (fritos con aceite argentino) serán de harina estadounidense adobados con fraudulenta miel china, si es que llega, canela y anís de Asia, empanadas con maíz mexicano, papa ecuatoriana, etc. Gocemos del neoliberalismo mientras el bolsillo aguante. Después no digan que no les avisamos.