Efecto mariposa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



El mundo depende de Holanda y no lo sabíamos; en realidad todos dependemos de los demás. En este mundo interconectado, los microprocesadores lo gobiernan todo: desde un horno microondas hasta los más sofisticados aviones, pasando por celulares, computadores y automóviles, entre muchos aparatos que los utilizan.
Por ejemplo, un carro sofisticado puede tener hasta 3000 procesadores que controlan su funcionamiento, casi todo integrado en un cerebro electrónico. Se crea tecnología en muchos lugares como Japón, Corea, Estados Unidos, Europa, India, China, Rusia, etc. Esa tecnología requiere producción industrial que, por temas de costos y logística, se sitúa en otros países con mano de obra barata como China, Singapur, Brasil, México o India. La fabricación de microchips requiere materiales como las tierras raras que se encuentran principalmente en China, pero también en India, Australia, Brasil o Malasia. El Congo produce el 80% del coltán; Rusia y Venezuela tienen reservas enormes. Las potencias tecnológicas necesitan a sus vecinos y hasta a sus enemigos.

Los mayores fabricantes de microchips del planeta son Intel, TSMC, Samsung y Global Foundries. Taiwán y Corea del Sur fabrican el 80% de los semiconductores del mundo. Para producirlos se requieren minerales como el coltán, las tierras raras, silicio y el oro. Pero todos dependen de un diminuto país europeo: Holanda. Veldhoven marca el ritmo de la tecnología en el mundo. Allí se producen las “obleas”, esos circuitos impresos con millones de diminutos transistores que van al interior de los microchips de servidores, computadores personales, celulares y otros productos de alta tecnología. ASML es la empresa responsable de ello, pues posee la única máquina en el mundo capaz de llevar los transistores al mínimo tamaño posible y maximizar su rendimiento con la tecnología y los conocimientos actuales; hoy, para cualquier productor de alta tecnología, mantener competitividad en la cima requiere emplear los servicios de la compañía neerlandesa. Producir una máquina de tales características demanda inversiones multimillonarias y alto riesgo de fracasar. Por ello se ha convertido en la piedra angular de esa industria; de hecho, anuncian una nueva generación de máquinas optimizadas, alejando posibles competidores de ese nivel. Claro, hay otros fabricantes de obleas menos sofisticados para equipos de consumo con poca exigencia de potencia, rendimiento y eficiencia energética. Esta empresa ha permitido mantener vigente la Ley de Moore hasta donde la física lo permita.

La pandemia del coronavirus puso en evidencia el efecto mariposa en el mundo, hoy crecientemente avasallado por la tecnología: televisores, neveras, lavadoras, celulares, consolas de videojuegos, relojes inteligentes, equipos biomédicos, aviónica, automóviles, etc. Por causa del confinamiento se redujo la venta de vehículos, pero se aumentó la adquisición de equipos de consumo en el hogar para paliar los efectos del encierro. Paradójicamente, la industria demandó más microprocesadores y ASML llegó al tope de su producción, de modo que se crearon largas filas en el proceso productivo. Así, las nuevas generaciones de teléfonos móviles, computadores o carros tendrán esperas de varios meses; el efecto comercial no se hará esperar, pero tampoco el retraso en campos como la implementación de redes 5G o desarrollos basados en computación que requieren cada vez mejores equipos.

Superados los impactos iniciales de la pandemia, la industria automovilística se reactivó con una demanda creciente. Dado el cuello de botella actual en producción de microchips, las entregas estarán diferidas unos 6 meses; incluso, los fabricantes se arriesgan a vender autos con tecnología anterior o cambiando piezas digitales por analógicas. Los patrones de seguridad podrían verse afectado, como también el precio al consumidor. La creciente conectividad empeora la crisis. Adicionalmente, los fabricantes tendrían que buscar otros proveedores sin la máxima calidad de los holandeses. El impacto final es que este año se dejarán de producir unos 7 millones de vehículos, con efectos sobre el trabajo, proveedores o transportadores. Quizás el ambiente mejore un poco. En conclusión, actualmente no hay países ni empresas autosuficientes. En este mundo globalizado todos dependemos de todos, así no nos guste.