Talentos fugados

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Algunas determinaciones gubernamentales tienen efectos visibles a largo plazo. Por ejemplo, la reforma laboral y pensional de 2003 revienta ahora como una gran bomba social; muchísimo menos jubilados que antes, pensiones muy bajas y un sistema en profunda crisis. El neoliberalismo imperante desde 1990 deterioró sustancialmente la producción agropecuaria, acabó con muchas industrias y menoscabó la calidad del empleo; la informalidad, según el Dane, creció más del 30% en solo 30 años. El empleo formal es la base del recaudo de impuestos y sostén de los sistemas de salud y pensiones, aparte de otros rubros. Y, ante la falta de creatividad estatal, las previsibles respuestas de nuestros gobiernos han sido la venta de activos productivos y más impuestos a la cada vez menor y más castigada clase media. Hemos entrado a un círculo vicioso (menos salarios, más impuestos), al que parecemos condenados hasta reventar.

Un efecto deletéreo de las actuales políticas estatales es la fuga de cerebros: falta de oportunidades, infames contratos de prestación, ingresos precarios y otros factores negativos espantan a gente muy valiosa. La educación superior pública padece de un enorme retraso presupuestal que impide mantener y crear infraestructura educativa, formación y capacitación continua a los docentes, también mal pagados. Obviamente hay una consecuente pérdida de calidad y competitividad frente la educación privada, de costos impagables para la inmensa mayoría de colombianos. Recuperar lo invertido en educación se hace casi imposible para muchísimos egresados. Por ello, la salida de muchos a esa cuasiesclavitud laboral está en países de mayor desarrollo, donde encuentran políticas migratorias atractivas, becas, mejores condiciones laborales y salariales, mejor calidad de vida, seguridad social, etc. La paradoja es que los países receptores, que no invierten en la formación del profesional, son los que aprovechan las capacidades del egresado, pagada por el estado o por bolsillos particulares. El resultado: se rejuvenece la población del país destino, se dinamiza su mercado laboral, la producción, y se ayudar a sostener su sistema pensional.

Colombia pierde cada año lo mejor de sus egresados; el principal efecto es nuestra falta de competitividad. Solo 2 de cada 10 bachilleres accede a la educación superior y, de estos, solo la mitad logra culminar una carrera. Los costos de la formación en postgrado segmentan aún más a los profesionales en función de sus posibilidades económicas. Solo unas pocas empresas en Colombia pueden absorber a esos talentos y pagarles debidamente; el resto termina rechazado por sobreperfilamiento, falta de palancas o insuficiencia de puestos de trabajo para terminar en la informalidad atendiendo pequeños negocios, muchas veces ajenos a sus estudios, aceptando cualquier contrato para sobrevivir, migrando a otros países o engrosando la masa de desempleados; es la tragedia de muchísimos profesionales de Colombia.

Más del 10% de nuestros migrantes es talento humano altamente capacitado; los postgraduados residentes en el exterior están mejor calificados que los que viven en el país. Se desperdician personas necesarias para estimular la economía local, potenciar la innovación, la ciencia y el desarrollo. En consecuencia, el desempleo juvenil es una amenaza latente para la economía colombiana, la productividad y la competitividad. Pero no todo es malo; los migrantes generan vínculos familiares, laborales, académicos y económicos entre los países de origen y destino. Las remesas son fuente de ingreso para el país, acercándose al 2% del PIB; contribuyen a la solución de problemas de los que el estado se desentiende y mejora la calidad de vida de los receptores de remesas. Un poco, el papel del pordiosero…

¿Cómo solucionar estos problemas? Urge terminar las destructivas guerras internas; cambiar las nefastas políticas antidrogas; invertir en educación, ciencia, tecnología e investigación; fomentar emprendimiento y empleo digno; garantizar educación universal y gratuita; promover competitividad, innovación, etc. Se deben establecer incentivos para retener a esos talentos, creando un tejido de ciencia, tecnología y academia: incubadoras, crowdfounding, campus de excelencia, parques tecnológicos y atractivos sociales para los nuevos profesionales. De seguir como vamos, estamos condenados a la guerra eterna y al tercermundismo.