A otra velocidad

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En un país donde los problemas de inseguridad y corrupción nos mantienen demasiado ocupados la mayoría de nuestro tiempo, se nos cuelan por entre las preocupaciones otros temas que en sociedades menos conflictivas son de primera necesidad y de los cuales, querámoslo o no, tendremos que encargarnos una vez que el ruido de las balas se apague.

 

Tal es el caso de la movilidad, un asunto que en el papel todos creen entender, especialmente los políticos, pero que en la práctica es una ciencia oculta de altísima complejidad como refaccionar el sistema circulatorio de un cuerpo.

Y es que moverse rápido es todo un arte, uno indispensable para cualquier ciudad por grande o pequeña que sea. Por años hemos despreciado la importancia de 10 o 15 minutos ganados en un desplazamiento, sin ser conscientes de que pueden resultar en un negocio que no se alcanzó a cerrar, un paciente que no logró llegar a tiempo al hospital o un vuelo que se perdió dejando en tierra cientos de sueños.

Acortar en la mayor medida de lo posible la distancia entre dos puntos siempre será clave para el progreso, el tiempo es un bien muy preciado en el convulsionado mundo de hoy.

Infortunadamente, Colombia parece no entender del todo bien estas cosas. Nuestro país carece de una política de transporte unificada y las iniciativas que se han dado parecen más esfuerzos individuales segregados que una directiva clara desde el Gobierno.

El abismo que se ha abierto entre Medellín y el resto de nosotros en esta materia es el mejor ejemplo de un crecimiento desigual que no tiene una autoridad central al mando de la coordinación.

Por ende, las medidas de movilidad, tanto en infraestructura como administración, suelen responder a visiones caprichosas del alcalde de turno y no forman parte de un plan integral de largo plazo. Son más fuertes las ganas de inaugurar una obra, cualquiera que sea así resulte inoperante una vez el listón se corte, y poner la placa que inmortalice su nombre, que la intención verdadera de impactar positivamente a la ciudadanía.

Este vacío de objetivos y autoridad permite la proliferación de otras modalidades de transporte que se convierten en auténticos dolores de cabeza. Desde el mototaxismo y las carrozas de maltratados caballos que tienen doblegadas a varias ciudades, hasta los ataques de taxistas a conductores de Uber o los buses chimenea que aún acumulan kilómetros frente a la mirada cómplice de muchos.

Sin un plan claro para seguir, el desorden prevalece y el caos de la movilidad se desata mientras nuestras ciudades avanzan a otra velocidad, una muchísimo más lenta que las exigencias y necesidades del mundo.

Es hora de establecer una hoja de ruta coherente, que sacuda el tablero y nos haga olvidar el país inmóvil que somos hoy por hoy. Obiter Dictum: Y Trump ya acumula 67 delegados frente a 11 de Cruz y 10 de Rubio, parece que lo que empezó como una broma se está convirtiendo en una amenaza seria. La carrera es larga, pero no tanto.

Por: Fuad Gonzalo Chacón
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@FuadChacon



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