Una alerta que debe ser atendida

Editorial
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La violencia continuada y la falta de respuestas oficiales en México han colmado la paciencia de muchas mujeres que ya no quieren permanecer calladas ante los feminicidios y las constantes discriminaciones, y la semana pasada protagonizaron dos marchas en la capital que acabaron en disturbios.

En un contexto de altos niveles de inseguridad y violencia en todo el país con una impunidad del 95 % en los delitos, ellas son uno de los sectores de la población más vulnerables de México, donde cada día son asesinadas 10 mujeres.

Aunque desde la década de 1970 miles de mujeres mexicanas se han manifestado para romper con un contexto cultural profundamente machista, todavía perduran muchas normas y costumbres implícitas en este rígido sistema. Ha aumentado la violencia de manera muy preocupante y los gobiernos anteriores permitieron la impunidad. Todo eso va haciendo un contexto en el que cualquiera puede transgredir la ley. Además se sigue viendo a las mujeres como seres de segunda para los deseos y servicio de los hombres. Para ella, a la coyuntura del país se une un cambio generacional en las feministas, de las cuales la mayoría son jóvenes con una visión más amplia de la vida, de los derechos y también en cuanto a estrategias de acción.

No es lo mismo salir a la calle en silencio, modositas femeninas y bonitas como le gusta a la sociedad, a salir encapuchadas, vestidas de negro, con tatuajes, etcétera. Y hacer pintadas en las calles. Tiene que ver con este recambio generacional, para que la gente preste atención a este problema. Gracias a la lucha de las anteriores y a los cambios que hay en las nuevas generaciones hay diálogo en muchos espacios públicos, a pesar de los detractores.

Hay que  destaca el “atracón” ante las desorbitadas cifras de feminicidios -atribuibles a razones de género- con 563 entre enero y julio. Aun así ni los feminicidios, las muertes violentas, han podido cambiar las estructuras de poder y la cultura machista de México.

Los días 10 de julio, 3 y 8 de agosto fueron reportados tres casos de violación de mujeres, una de ellas menor de edad, supuestamente por parte de agentes de policía de Ciudad de México, y a raíz de esto comenzaron las protestas en busca de respuestas y justicia. El lunes 12 de agosto tuvo lugar una primera concentración frente la sede de la Procuraduría General de Justicia capitalina en la que las manifestantes rompieron un vidrio, lo que la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, tachó de “provocación”.

La reacción del Gobierno ha sido lo que pasa en todos lados, culpabilizar a las mujeres. Se esperaba que este Gobierno apoyado por gran parte de la izquierda hubiera, si no tenido resultados inmediatos, no seguido replicando el discurso machista”.

Por ello, el pasado viernes 16, en la concentración celebrada en la céntrica Glorieta de Insurgentes se juntó toda esa furia y la jornada terminó con destrozos en mobiliario público, una estación de transporte, una comisaría de policía y pintadas en el célebre monumento de Ángel de la Independencia.Durante la concentración hubo una agresión muy sonada en los medios de comunicación: un hombre le pegó en el rostro a un reportero. Sin embargo, esta agresión y otras fueron obra de los conocidos como “grupos de choque”, personas que se dedican a generar disturbios para desprestigiar marchas.

El problema es que nadie levanta la voz cuando se habla de una violación o un feminicidio pero sí cuando las mujeres gritan o se enojan. Y parece que sí han sido escuchadas porque se propone crear un consejo de ciudadanas que vigile cómo se lleva a cabo, en caso de decretarse, la alerta de género, garantizando que haya presupuesto.

Estas mesas de debate son el resultado de una corrección y hay que intentar otras cosas porque ya ha habido muchas mesas y coloquios y el fenómeno sigue creciendo.



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