Se saltan las alarmas

Editorial
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Dos brutales casos de violencia machista en una semana, el de una violación grupal en Quito y un femicidio de una embarazada en plena calle en Ibarra y ante la Policía, han sacudido a la sociedad ecuatoriana y puesto de relieve la cara más agresiva de un fenómeno que aún goza de tolerancia social en Ecuador y lamentablemente es el país de la región con un mayor nivel de tolerancia social a la violencia contra las mujeres

La violación de una mujer a la que presuntamente sedaron y cometieron todo tipo de vejaciones tres individuos en Quito el pasado sábado, y el acuchillamiento anoche en Ibarra de una gestante a la que mantuvo como rehén su expareja frente a la Policía, crimen grabado en un vídeo que se ha hecho viral, han conmocionado el país.

Ante estos sucesos que han llevado a organizaciones sociales y feministas a convocar un plantón en Quito y dos marchas de repudio en la capital y en Guayaquil, ya que lo más importante es preservar la dignidad, intimidad y seguridad de la víctima y no revictimizarla ni estigmatizarla, además de apoyarla desde todos los ámbitos.

También se aboga por profundizar en la prevención y garantizar el debido acceso a los servicios de atención y protección a las víctimas, y llama a la adecuada implementación de la Ley de Erradicación de la Violencia de Género.

Hay que terminar con los modelos negativos y violentos de la masculinidad que están detrás de estos hechos, y defender la necesidad de cambiar la cultura que exalta los comportamientos violentos; ya que se debe erradicar el sentido arcaico de que estos actos son masculinos y por lo tanto aceptable, cuando es justo lo contrario, hay que ser muy poco hombre para hacer algo así. El feminicidio o femicidio define un acto de violencia extrema contra las mujeres, en una cultura patriarcal; forma parte del concepto más amplio de violencia de género en una sociedad patriarcal.

En Ecuador hay un promedio de once mujeres violadas cada día en los últimos tres años, cada año aproximadamente 2.000 menores quedan embarazadas casi todas por violación y una de cada cuatro Mujeres sufre violencia sexual a lo largo de su vida. Las estadísticas indican que desde el 10 de agosto de 2014 hasta el 23 de diciembre de 2018, se reportaron 313 casos de femicidios en el país, de los que 309 fueron judicializados, 143 con resolución judicial y 157 tienen algún tipo de sentencia, condenatoria o ratificatoria de inocencia. Los datos oficiales contrastan con los que arrojan las ONG locales que trabajan con la cuestión y que duplican las muertes por femicidio en cuatro años.

Otras organizaciones e instituciones no oficiales cifraron en 88 los femicidios el año pasado y advirtieron que en los últimos cuatro años cada tres días se produjo uno, lo que se traduce en que 600 mujeres han sido asesinadas por razones de género en este lapso de tiempo. La diferencia de datos se debe principalmente a que en algunos caos no se relaciona el supuesto de que la víctima del asesinato no haya tenido una relación sentimental con su agresor, y hasta que no se demuestra no se cataloga como femicidio.

Incide en el error de concepto y como ejemplo cita las muertes por violación, en la que la víctima fallece por el hecho de ser mujer, independientemente de si mantuvo o no relación con su verdugo.

Los recientes casos que han conmocionado a la sociedad se producen porque el machismo ecuatoriano está resentido y está reaccionando de la manera más violenta ante la participación y demanda de no violencia de las mujeres. Se siente atacado porque sus privilegios están siendo amenazados, si es que se puede llamar privilegios a la posibilidad de violar y matar; por otro lado el sistema judicial ecuatoriano como uno de los responsables de este tipo de violencia rampante en el país.

Las mujeres ecuatorianas están conmocionadas y se sienten completamente indefensas por parte de la Justicia, que no ejecuta con todo el rigor que debería la ley y parece proteger a los agresores. Estos terribles casos se dan a conocer porque la difusión viral antes no existía y a las víctimas se les anima a denunciar y a no quedarse calladas.

En Quito e Ibarra, donde desarrollan talleres para fortalecer la educación a fin de erradicar la violencia machista y formar a los hombres en nuevas masculinidades y prevenir así las denominadas “tóxicas”, antesala de la violencia machista.


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