La diplomacia de la pretensión

Editorial
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Que nos negaran una reunión de cancilleres en la OEA debió parecerle sorpresivo a la Canciller y al gobierno; como sorpresivos debieron resultarles los abusos del dictador a nuestros nacionales. Convencidos, como estaban, de que eran líderes regionales, hábiles en la diplomacia, verdaderos amigos del dictador que oprime a Venezuela; debió ser inesperado.

Lo digo, porque la primera declaración de Holguín, sonriendo al lado de la canciller venezolana, fue que todo en la frontera estaba bien, que era una exageración de los medios de comunicación.

La visita de Uribe los obligó a mirar hacia la frontera. Santos llegó atrasado,debió impresionarlo la triste realidad: eran ciertaslas denuncias del abuso ordenado por el dictador y el dolor humano.

Sólo pedíamos una reunión de cancilleres, no una decisión, no una sanción… y ni para eso tuvimos los aliados. Se probó el poder del dictador; y se probó también el fracaso de nuestra diplomacia. Hasta hace unos días este gobierno despreciaba las relaciones internacionales de Uribe. Esa donde supuestamente no tenia aliados, sí logró la reunión de cancilleres para denunciar los campamentos de las Farc en territorio venezolano, y eso que entonces estaba Chávez.

Hoy la Canciller colombiana cuestiona la utilidad de la OEA, como si fuera la institución la culpable de la actitud de quienes la componen. Olvida Holguín que hasta hace pocos días ella se comportaba exactamente como aquellos países que no apoyaron nuestra causa; ignorando verdaderos exabruptos y considerando que si cerramos los ojos ante lo que pasa, la zaga del atropello no caerá sobre nosotros.

La crisis con Venezuela estaba anunciada. No por ser complaciente con las violaciones del tirano contra su propio pueblo, contra la oposición y la democracia; no por aparentar que no veíamos los vínculos de las Farc con el cartel de los soles en el negocio del narcotráfico, no por complacer el tirano extraditando los testigos a Venezuela y no a EEUU, no por permitirle capturar en nuestro territorio opositores violando normas internacionales, íbamos a estar resguardados de la arbitrariedad de sus abusos.

Lo grave es que hoy descubre el gobierno; la mayoría de las naciones latinoamericanas, como lo hicimos nosotros, han optado por una actitud pasiva, silenciosamente cómplice de los abusos del dictador. La diplomacia de la pretensión (pretende ser mejor amigo, pretende ser aliado, pretende ser líder) se encuentra con la rigidez infranqueable de la realidad; ni amigos, ni aliados, ni líderes.

Hoy nos queda recurrir a las medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, solicitud ya elevada por el Centro Democrático. Sin ser pesimistas, los resultados del martirizado Leopoldo López, no nos dan mucho aliento.

Colombia tiene la alternativa de liderar un proceso largo contra Maduro, no sólo por los abusos contra los colombianos, sino por los permanentes abusos contra el hermano pueblo venezolano. Se trata de reivindicar el compromiso con los derechos humanos, la democracia y la libertad. Tal vez habiéndolo hecho de tiempo atrás hoy no estaríamos tan solos. La lección es clara, pretender que nada pasa, no significa que lo que está sucediendo no llegue a afectarnos.



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