Facebook, Twitter, Google y muchas otras empresas que nacieron en el internet y cuyos dueños hoy en día son los más millonarios de la Tierra, perecerían como si a los peces se les acabara el agua.
Todo el dinero obtenido por esos poderosos se invertiría en otros campos más presenciales.
Sin embargo, el mundo no volvería a ser un pañuelo, aunque la comunicación interpersonal se rescataría y nadie, ni siquiera el más insignificante de los hombres, tendría el valor de mentarle la madre a un presidente.
Las mujeres dejarían de mostrarse tal y cual como Dios las hizo de bellas. Nadie enviaría, jamás, una invitación a jugar FarmVille y, quizás lo más importante, ninguno tendría dónde ni cómo subir un vídeo del policía pegándole a un civil y viceversa o a la pareja infiel sorprendida con la amante en su carro e incluso, se respetaría más la intimidad de los gays que por honor a sus familias y posiciones no pueden salir del clóset.
Los periódicos impresos retomarían su importancia y volverían a llamar a más personal y los telenoticieros saldrían más a las calles a buscar otras historias y no esperar a "pescarlas" en las redes...en resumen: se trabajaría menos desde las casas y se dejaría de perder tanto tiempo en discusiones virtuales y vagueando o mamando gallo por la internet.
El copie y pegue se acabaría finalmente, lo que obligaría a que las personas retornaran a creer en su materia gris y a tener de nuevo ese espíritu de exploración e invención con los cuales los dotó Dios antes de nacer.
Sin duda, el mundo real se restablecería si el virtual dejara de existir, no es una teoría, es una verdad absoluta.