La vida en pueblos palafitos del Magdalena: magia, problemáticas y secuelas de una masacre

Fotografía de la iglesia de Nueva Venecia, Magdalena. En esa plaza masacraron a varios pescadores en la madrugada del 22 de noviembre del año 2000.

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Las poblaciones lacustres de Nueva Venecia, Buenavista y Trojas de Cataca subsisten con resiliencia en un encantador paraíso natural que estuvo manchado por la violencia.

Redacción y fotos: César Barrera Palomino.

Periodista de EL INFORMADOR.

A más de una hora de trayecto en lancha desde tierra firme y aisladas entre las maravillas de la naturaleza, pero con una trágica historia que aún pesa sobre sus espaldas, viven las comunidades de los pueblos palafíticos del Magdalena. El terror tocó a sus puertas hace varios años, sin embargo, las familias afectadas por la violencia han seguido adelante aún sin conocer la verdad sobre el por qué el 22 de noviembre de 2000 los paramilitares se metieron a El Morro (Nueva Venecia) y mataron a 37 personas.

Un episodio similar ya había ocurrido en Bocas de Aracataca o Trojas de Cataca, cuando en el año 2000 grupos armados al margen de la ley masacraron a 13 pescadores el 10 de febrero en la cabaña el ‘Hobo’, según los datos históricos.

Un joven se traslada de una casa a otra en Buenavista sobre una tapa de un tanque elevado de agua.

Jesús Suárez, habitante de Nueva Venecia y víctima por desplazamiento forzado, contó a EL INFORMADOR que después de ese fatídico suceso en el pueblo no han tenido dolientes. “El proceso de Justicia y Paz engañó a la sociedad. La ley dice que debía haberse contemplado verdad, y nunca se supo la verdad de por qué mataron a 37 personas aquí”, afirmó.


“En memoria a las 37 víctimas asesinadas el 22 de noviembre de 2000,  hoy el valiente pueblo de Nueva Venecia símbolo de la resiliencia, el amor y la reconciliación, los recuerda como luz que ilumina la esperanza y que nos ayuda a seguir reconstruyendo la vida después de tanto dolor. Siempre estarán presentes en medio nuestro”: es el mensaje que quedó plasmado y permanece desde el 22 de noviembre de 2014 en una placa de la iglesia de este pueblo de la Ciénaga Grande de Santa Marta, como homenaje y respeto a sus muertos. 

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A pesar de la tragedia el pueblo no se hundió en el dolor y hoy, aún en medio del abandono, sus moradores ven en la juventud una luz para seguir surgiendo. Las problemáticas que atraviesan son muchas, no obstante, se las ingenian para salir adelante y mostrar su mejor cara.

Vivir en el agua

En Buenavista y Nueva Venecia los lugareños se movilizan en canoas, sobre balsas de madera, en lanchas con motores y hasta en las tapas de los tanques elevados de agua. Desde pequeños aprenden el ‘arte’ de bogar. Así se le llama al movimiento de los remos para conducir las embarcaciones.   

En los pueblos palafitos el único medio de transporte para los lugareños son las canoas, las balsas de madera, las lanchas con motores o las tapas de tanques.

Jesús Suárez expresó en diálogo con EL INFORMADOR que “una casa sobre el agua empieza a construirse primero con las horquetas, se fija el piso, luego los horcones verticales, después se pasan los travesaños y queda la base. Viene luego la ‘tablazón’ y el techo, dependiendo de las condiciones económicas de la gente. Antiguamente entre 1984 y 1988 se pasó de palma amarga al techo de Eternit”, dijo.En los pueblos palafitos las viviendas son en su mayoría de colores. La calidez y alegría de su gente se complementa con las fachadas amarillas, anaranjadas, azules, rojas, amarillas, violetas, rosadas o verdes para recibir a los visitantes.

En Nueva Venecia hay una cancha de tierra en la que juegan los niños cuando no se encuentra inundada.

La principal actividad económica es la pesca. También tienen tiendas y los productos los traen desde Tasajera, Sitionuevo o Puebloviejo. Tienen electricidad. No cuentan con servicio de acueducto y alcantarillado; sin embargo, hay un sistema de saneamiento artesanal, pero “privado”, y el líquido lo comercializan algunas familias que cogen el agua de los caños cercanos y venden la caneca en $300 pesos. Aunque todo está sujeto a las condiciones económicas de las personas y no hay un valor estipulado mensual. “El baño por tradición, ha ido directamente a la Ciénaga. En los últimos años la basura se lleva a Tasajera. Eso ha disminuido la contaminación”, añadió Suárez.

La cancha que el futbolista samario Radamel Falcao García ayudó a construir en Nueva Venecia, se cae a pedazos y ya no está apta para la recreación de los menores.

Relatos de la masacre

Eliécer González Garizábalo, pescador de 47 años narró a EL INFORMADOR que vive en Nueva Venecia desde que nació, y empezó a pescar desde los 15 años. Agregó que cuando ocurrió la masacre, la mayoría salió y se fue, pero él tuvo que devolverse junto con su familia porque solo sabían pescar y no estaban acostumbrados a otro trabajo. Con su voz entrecortada, manifestó a este medio de comunicación que en esa desgracia cayeron dos de sus primos. 

Eliécer González Garizábalo, pescador de la Ciénaga Grande de Santa Marta.

“Todas las familias se vieron afectadas. Ahí cayeron dos primos míos. Eso fue grande. Ellos no preguntaban, ellos iban matando. A un primo mío lo mataron cerca. Le volaron los sesos y la sangre la achicaban como agua. Ya con el dolor del alma y lo que sentimos nos hemos levantado. Gracias a Dios aquí estamos”, rememoró González.

Por su parte, Jesús Suárez recordó que “el 22 de noviembre del año 2000, un grupo de 60 hombres llegó en lanchas que venían desde Salamina e ingresó a las 2:00 de la mañana. Cuando entraron cogieron una canoa y capturaron a los primeros rehenes y les dijeron que iban a una reunión y que venían a buscar a un personaje que se refugiaba aquí (con lista en mano). A las 5:00 am salieron de la población dejando un resultado de 26 muertos, y ya en Caño Clarín habían asesinado a 4 personas. Se llevaron a 7 personas para Pivijay, por Remolino y los terminaron asesinando también. En total fueron 37 víctimas mortales”, contó.

Jesús Suárez, habitante de Nueva Venecia y víctima de desplazamiento forzado por la violencia, en entrevista con EL INFORMADOR.

Suárez complementó que “en ese momento era el Bloque Norte de las AUC, comandado por Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’. La Fiscalía empezó un proceso de investigación. En diciembre del 2017 el Tribunal Superior de Justicia y Paz de Bogotá sentenció a Salvatore Mancuso a indemnizar a 5.800 víctimas de su grupo armado. La Corte Constitucional había dicho antes de la sentencia que al Estado le tocaba pagar el 50 % si hubiese indemnización. De esas 5.800, le han pagado como a 300 hasta ahora. Yo estoy en la lista, pero no he recibido nada. El Estado es el que está respondiendo por la mitad. Empezaron pagando menos de 12 millones de pesos, hoy está por 15 millones”, relató.

Con tristeza, Jesús Suárez ratificó que “no hemos tenido dolientes. El proceso de Justicia y Paz  engañó a la sociedad y a las víctimas, aquí en los “palafitos”. La ley dice que debía haberse contemplado verdad. Nunca se supo la verdad. Yo fui víctima por desplazamiento forzado. También se perdieron garantías de no repetición. Siguen matando a líderes sociales en el país. Eso es lo que se exige, que haya justicia, reparación integral, que no solo sea dinero, sino que psicológicamente también le devuelvan la tranquilidad a la gente”, atestiguó.

Según se conoció, a los paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) los mandaron a "castigar" a quienes supuestamente habían ayudado a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln). Iban en seis lanchas y después de matar a 15 pescadores que iniciaban su faena, reunieron a otros pobladores en la iglesia y los fusilaron.

Problemáticas en educación y salud

Como consecuencia del olvido gubernamental en el que se encuentran sumidos los pueblos palafíticos, El Morro y Buenavista, corregimientos del municipio de Sitionuevo, Magdalena, sufren por el deterioro en la infraestructura y por el poco personal para la educación y la salud. 

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La escuela de Nueva Venecia es una sede de la Institución Educativa Departamental San José. El estado del colegio no es el mejor, pues algunas tablas se encuentran dañadas, hay hierros oxidados, algunos abanicos de techo presentan desgaste, a veces se acumula suciedad en los baños, y asimismo, hay tableros que requieren mantenimiento o cambio, al igual que algunos pupitres y escritorios.

“La educación aquí es otro problema. Faltan laboratorios, profesores más capacitados, hay que poner educación técnica para que la gente se pueda valer de lo que aprende”, opinó Jesús Suárez.

“Aquí no había médico. Los enfermos tenemos que llevarlos a Sitionuevo. Si no hay motor, nos colaboramos y toca comprar la gasolina. La pimpina cuesta $80.000 pesos. Aquí como que está Dios, porque en este pueblo nos tienen abandonados. Aquí viene la gente es cuando es época política, ahí sí los ve uno”, consideró Eliécer González.

Fotografía de una de las aulas del colegio de Nueva Venecia.

Si en el tema de educación llueve, en el de salud no escampa. El corregimiento de Buenavista pide a gritos un puesto de salud y atención médica permanente. Los niños se mueren sin poder recibir primeros auxilios. Van dos casos de bebés fallecidos en 2022 y una menor de 13 años en 2021.

Carlos Álvarez, concejal de Sitionuevo, quien vive en Buenavista, expresó a EL INFORMADOR que el puesto de salud de su pueblo “es un elefante blanco, y ya hasta lo están destechando”. El líder político hace un llamado urgente a los gobernantes para que le presten atención a la problemática y puedan hacer algo antes que sigan ocurriendo tragedias.

El panorama en Nueva Venecia es un poco más alentador, pero primero tuvieron que sufrir la muerte de la niña Jennifer Corrales para que la Gobernación del Magdalena pudiera tomar cartas en el asunto y designara a un médico por más horas para el puesto de salud. 

Javier De La Cruz, representante legal de la Asociación de Pescadores de Buenavista, Asopebue, dijo a EL INFORMADOR que han estado en pandemia sin protección de salud y sin médicos. “Casi la gente no usaba tapabocas y no murió nadie, ni hubo hospitalizados por covid. Le atribuyo esos beneficios al área en la que vivimos. El oxígeno que se respira aquí es mejor que en una ciudad. Aquí no hay lancha ambulancia, no hay enfermeras, no hay médicos constantes. Estamos a la voluntad de Dios. Menos mal no hubo una mortandad de seres humanos por la pandemia, aseveró.

Otros problemas

Camilo Suárez, líder comunitario, contó a EL INFORMADOR que “aquí (en Buenavista) antes se cocinaba con leña. Después se le hizo un llamado al pueblo para tratar de proteger el medio ambiente y no cocinar con leña porque la capa de ozono se estaba afectando, pero no tenemos gas domiciliario. Y un tanque de gas nos cuesta casi $90.000 pesos. Es difícil para una persona pobre y le sale más barato cocinar con leña. Esa es una de las problemáticas”, expresó.

El turismo y la pesca

A pesar que los pueblos palafitos son un paraíso natural rodeado de especies y cargado de historia, tradición y cultura, aún no logran consolidarse como una ventana para el turismo. Sus habitantes dicen que falta organización e inversión.Para Jesús Suárez, “el turismo debería ser un generador de ingresos, pero eso no se ve. El turismo lo manejan pocas personas. Si viene alguien de la zona continental, trae el personal, le da una vuelta y no invierten en nada. No hay reconocimiento a la población. Las personas de acá no son las que venden el tour. No hay organización para el turismo”, criticó.

Espectáculo natural de aves sobre la Ciénaga Grande de Santa Marta en el trayecto desde Tasajera hacia Buenavista.

En junio del 2019 se inauguró el parador turístico de Puebloviejo, una obra construida en el corregimiento de Isla del Rosario, con el fin de impulsar ecoturismo de la Ciénaga Grande de Santa Marta, con una inversión total de 13 mil 360 millones incluyendo la etapa de estudios y diseños, sin embargo, con el cambio de administración departamental el proyecto se ha visto abandonado.

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Carlos Eduardo Correa, ministro de Ambiente saliente, visitó la Ciénaga Grande y habló sobre la obra del centro de integración de la cultura anfibia. Dijo que la torre de avistamiento de aves que se está construyendo en Buenavista es lo que va a traer turismo. “Van a tener las tiendas, el hotel palafítico, las lanchas, y toda esa dinámica se va a convertir en la principal actividad de esta región: el turismo, pero conservándolo. Si no tenemos aves, ni mangles, ni peces, no hay nada que valga. Esto se integra para que la gente tenga mejor calidad de vida. Aquí estamos dejando una semilla para que esto siga creciendo. Agua potable, energía solar, eso es lo que viene, pero tenemos que estar juntos y explicarle a la gente que tenemos que cuidar esto que es una joya lo que tenemos en el Magdalena y es importante para Colombia y el mundo", indicó.

Viviendas de Nueva Venecia, pueblo palafítico.

El pescador Eliécer González, describió a través de EL INFORMADOR la dinámica de algunas personas que se dedican al oficio de pesca artesanal. “Hay gente que se hace $40 mil, $50 mil pesos, o gente que no trae para la comida, o pueda que se presente con $5 mil o $10 mil pesos. Algunos salen a pescar a las dos, tres cuatro de la mañana, vuelven por la noche. Hay quienes salen por la tarde y pescan toda la noche y vuelven a las seis de la mañana. Se pesca en la Ciénaga Grande. Hay gente que viene de Sitionuevo a comprar pescado y allá lo revenden. Otros viajan a Tasajera, a Barranquilla. Nos turnamos”, contó.

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González añadió que, “aquí se vive tranquilo ahora. La gente se recrea con el fútbol, pero estamos sin cancha para los niños. Aquí los pescados se venden a $3.000 o el precio varía según el tamaño. Se ve el sábalo, la lisa, la mojarra lora, blanca, el bagre, el bocachico. El mensaje a los gobernantes es que vengan a dar la cara”.

Jesús Suárez agregó que en Nueva Venecia “todo circula a través de la pesca”, y se refirió también a la cultura. “Estas poblaciones palafíticas son una cultura propia. Se mezcla el velorio con los rituales de nueve, diez días o hasta un mes de rezo en las velaciones de los muertos. Dentro de la comunidad hay otras manifestaciones como la décima, que se afianzó como una manera de identidad cultural hacia el entorno. Hay un tipo de baile, que es el negro y tiende más hacia lo carnavalero, como un tributo que se hacía a San Agatón. Todo esto crea una cultura auténtica, un sincretismo, una mezcla de todo un poco”, explicó.

Así, las comunidades anfibias han luchado día a día por dejar atrás los episodios violentos que marcaron la historia. Han buscado renacer del sufrimiento hacia una vida de paz y alegría en sus pintorescas casas de madera, esperando que los gobernantes miren hacia sus pueblos para fortalecer la cultura y que les puedan ayudar a tener mejores condiciones de vida.

EL DATO:  La Ciénaga Grande de Santa Marta, complejo lagunar más grande de Colombia, fue declarada como Sitio Ramsar en 1998 y Reserva Natural de la Biósfera por la Unesco en 2000.


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