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La razón de tanta maldad

Columnas de Opinión
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Que una estudiante de enfermería, léase bien; "enfermería", en un ataque de celos mezclados con despecho más desengaño la arremete contra una criatura que apenas si ha distinguido la primera luz. Que un novio celoso sacia su instinto de crueldad con la novia de dieciocho años, arrancándole la vida a golpes. Que en la puerta de su casa acribillan a bala a un muchacho de veinte años, por las razones que sean. Que a una joven secretaria que acaba de cobrar la quincena equivalente a medio salario mínimo menos el descuento de salud y pensión, la cuota de libranza por los muebles que le sacó a la mamá y la cuota de la cooperativa por la universidad del hermano menor, para robarle es atacada por dos tipos que van en una moto, el parrillero le agarra el asa del bolso y la moto acelera con fuerza, del jalón la tira al suelo y la arrastra más de media cuadra, hasta que no pudiendo resistir más la muchacha suelta el bolso. La joven queda desamparada en plana calle sobre un barrial, maltratada, con raspones en las rodillas y los codos, y con la cara salpicada de barro, además, con ese sentimiento de impotencia que se ubica en la boca del estómago.

En una esquina que comentaban sobre estos sucesos en Santa Marta, ha dicho un joven vestido de mono color caqui, obrero de alguna empresa: "Lo que pasa es que todos estamos equivocados y creemos que Dios es el que domina, pero los hechos están demostrando que el que domina es Satanás. Basta con recordar las tentaciones de que fue objeto Jesús en los cuarenta días que estuvo en el desierto. El demonio le ofreció a Jesús riquezas y el dominio de todo el universo, ¡ajá! -Dijo el obrero que iba de paso- nadie puede ofrecer lo que no tiene, si el demonio le ofreció todo ese poder a Jesús es porque él es quien domina en el universo; y eso explica por qué hay tanta maldad, tantas muertes desastrosas en este mundo. Que Dios me perdone, pero yo, aunque con recelo, veo las cosas así" -terminó diciendo el obrero y siguió su camino.

Son varios los periódicos tabloides que circulan bien temprano en la mañana trayendo los últimos muertos, aún calientitos. Bien pronto se agotan las ediciones. Las editoriales con las mejores argucias presentan la información escueta, abierta de piernas. Ese es su gozo y su negocio, y los lectores ávidos del espectáculo hacen una lectura orgásmica, llegan al clímax de su expreso deseo morboso por ver humanos descuartizados al marco de titulares espeluznantes.

Hay que ver la cantidad de gente que se aglomera entorno a los puestos de venta de esos matutinos, como si los muertos estuvieran ahí en presencia física. El espectáculo es gratuito, allí encuentran el degollado hallado debajo de puente, el suicida ahorcado con la sábana nupcial, colgando de un palo de mamón. La niña violada por el padrastro o por el tío o el vecino. El tendero que murió de manera instantánea tras recibir siete disparos en la cabeza. El mototaxista arrollado por un tractocamión. Es toda una orgía visual a la hora del desayuno. Pero, qué está pasando. Por qué esa conducta de tanta gente proclive a los hechos tanatológicos. Por qué tanta sevicia y tanta maldad tanto real y física como virtual, por llamar así a la que sólo se expresa en el goce visual y en el placer de contar la historia, con salpicaduras de sangre y todo. En Santa Marta, hace algunos años, un muerto producía espanto, horror y consternación que duraban hasta seis meses, hoy, en cambio, cuando en los periódicos especializados de la muerte no se registra fallecimiento alguno, lo cual casi nunca sucede, mucha gente se siente desengañada o decepcionada. Ese día la prensa es mala, y hasta de pronto creen que puedan ser síntomas de malos augurios. Este es un país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, casi todas las ciudades y pueblos están tutelados por algún santo, en especial por la virgen María en cualquiera de sus presentaciones. Desde hace más de quinientos años se predica la palabra de Dios desde que amanece hasta cuando amanece de nuevo. En casi todos los hogares se reza el Rosario hasta dos veces al día. Es esta una nación supuestamente amparada por el amor de Dios y la Divina Providencia. Santa Marta está consagrada a la Inmaculada Concepción y a Santa Marta, y se profesa una gran devoción por la Virgen del Carmen. Mejor dicho estamos en un ámbito postrado y encomendado a la Divinidad; entonces, ¿cuál es la razón de tanta maldad?