La tenencia de la tierra en un futuro cercano

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


En la historia política y social de Colombia, los esfuerzos por resolver los conflictos armados y establecer una paz duradera han sido variados y complejos. Desde mediados del siglo XX, cada administración ha enfrentado estos desafíos de maneras distintas.

Antes, es crucial considerar cómo el modelo económico de Colombia ha evolucionado desde la propuesta por la Cepal hacia un modelo neoliberal y, más recientemente, hacia un enfoque pos-neoliberal bajo el Gobierno del Cambio. Desde acá se busca proponer soluciones a los persistentes problemas agrarios dado que las desigualdades en la distribución de la tierra han sido uno de los detonantes fundamentales del conflicto armado en el país.

Luego, consideremos el Frente Nacional, un pacto político diseñado para apaciguar las tensiones entre los partidos liberal y conservador. Si bien logró una estabilidad temporal, también marginalizó a otros actores políticos y sociales, fomentando la proliferación de movimientos guerrilleros. A pesar de estos problemas sentó las bases para el reconocimiento de la necesidad de inclusión política.

Posteriormente, la propuesta de paz de Belisario Betancur en los ochenta marcó un cambio significativo en la forma en que se abordaba directamente el conflicto con grupos guerrilleros. Aunque estos intentos no culminaron en una paz consolidada, sí demostraron que el diálogo era necesario, sentando un precedente importante para futuras negociaciones.

Además, durante la administración de Virgilio Barco y el auge del Plan Nacional de Rehabilitación, se hizo evidente que los enfoques puramente militares eran insuficientes para resolver el conflicto. Este periodo destacó la necesidad de integrar estrategias de desarrollo social y económico en las áreas más afectadas por la violencia, una lección que sería crucial para los esfuerzos de paz futuros.

Sin embargo, la Constitución de 1991, impulsada por el gobierno de César Gaviria, representó un avance monumental en la modernización del marco legal y político. No solo amplió los derechos civiles y políticos, sino que también fortaleció el reconocimiento del pluralismo étnico y cultural como un paso vital hacia la reconciliación nacional.

Por otro lado, la seguridad democrática implementada por Álvaro Uribe y los procesos de Justicia y Paz mostraron tanto avances como preocupaciones. Mientras que se logró vitalizar la economía, menguar significativamente a las farc y la desmovilización de grupos paramilitares, las críticas sobre la falta de justicia efectiva para las víctimas del conflicto sugirieron que aún quedaba mucho por hacer para alcanzar una paz verdaderamente inclusiva y justa.

Finalmente, los acuerdos de paz de 2016 bajo Juan Manuel Santos representaron un hito histórico, demostrando un compromiso serio con la terminación del conflicto armado más largo de la región. No obstante, la implementación de estos acuerdos ha enfrentado numerosos desafíos, subrayando que la paz no es solo silenciar los fusiles, ausencia de violencia o de guerra; es un proceso continuo que requiere compromisos sostenidos en el respeto por los derechos humanos más allá de los acuerdos desde arriba.

Hoy, con el presidente Petro, se refleja una evolución en la percepción y enfoque del conflicto colombiano, intentando no solo desmovilizar a los grupos armados restantes sino también abordar las causas profundas como la tenencia de la tierra, la desigualdad y la exclusión social.

En síntesis, mientras se continúa luchando por una paz estable y duradera, es imperativo que los esfuerzos se enfoquen en estrategias que promuevan la justicia social, el desarrollo económico, el desarrollo rural y la inclusión política. Solo a través estos pilares se puede esperar alcanzar una paz que sea perdurable y que transforme a la sociedad colombiana

Para concluir, los conflictos y desafíos no pueden ser vistos en aislamiento sino como parte de un tejido complejo de dinámicas sociales, económicas y políticas. El reconocimiento y entendimiento de esta complejidad es esencial para cualquier intento de construir una paz duradera y una sociedad más justa. La historia nos enseña que la persistencia y la adaptabilidad son clave, y que el compromiso con los derechos humanos y la inclusión social debe estar al centro de cualquier propuesta en el futuro: Ojalá cercano.