El que a hierro mata…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



Refiere el evangelista que Simón Pedro cortó la oreja de Malco, sirviente de Caifás, uno de los hombres que intentaba detener a Jesús y que entonces el Maestro reprendió al apóstol, diciéndole: ¡El que a hierro mata, a hierro muere!

Y fue lo que le ocurrió a "Jojoy", porque no me vengan a decir que un individuo de esa pésima calaña, que se pasó buena parte de la vida cercenando miles y miles de existencias y ejerciendo el abigeato, pudiera tener la aspiración de morir a sombrerazos, o en un hospital rodeado de cuidados especiales.

"Tiro Fijo" murió de muerte natural porque así estaba escrito; el burócrata de las Farc, alias "Raúl Reyes", precedió a los mismos infiernos a "Jojoy", con todos los honores que pudo dispensarle la Fuerza Pública; otros han caído y caerán porque no es posible hacer la paz con quienes hacen de la guerra un negocio.

Sin eufemismos hay que decir que las grandes mayorías nacionales estamos celebrando con escandalosa complacencia la caída de "Jojoy". La pérdida de una vida como esa, tan dañina e inútil, no merece ninguna misericordia, salvo las lágrimas que clandestinamente le derramen escasos conmilitones vergonzantes.

La Seguridad Democrática de Uribe y Martha Lucía Ramírez está viva dando resultados contundentes y que se tenga fino el "oso de anteojos" que guarece en el Cañón de Las Hermosas, porque no tiene escapatoria posible. Más temprano que tarde caerá y los bandoleros seguirán a la deriva, rumbo a la liquidación, bajo la dirección a distancia de comandantes en fuga, cobardes ahora mismo a salvo en el vecindario chavista.

Como ocurrió con cierto ejército al final de la Segunda Guerra Mundial, casi digo cuál, estos de las Farc romperán la marca de la velocidad pura, pero en retirada, dejando detrás de ellos no otra cosa que desolación y muerte. Ese es su destino, porque entre ellos no hay, no puede haber valientes.

Colombia va formando una pinacoteca con lo más selecto de la maldad humana, que deberá ilustrar el recuerdo de postreras generaciones acerca de lo que no puede volver a ocurrir en una sociedad sana, porque, como por allí se dice, si no hay memoria colectiva las malas historias tienden a repetirse.

La muerte es justiciera: dos metros bajo tierra yacerá "Jojoy" nivelado con todos los malhechores que en el mundo ha habido. Él, que se creyó superior a todos los mortales, amo y señor de vidas y haciendas, hecho nada, porque nada fue que se deba lamentar.

El problema está ahora en el seno del mismísimo reino de las tinieblas: "Jojoy" disputándole el poder de los infiernos al propio Lucifer. El uno para el otro.

Tiro al aire: "Juanfer", mi amigo internauta, dijo esta semana en un correo pleno de ironía que da la vuelta al mundo, que sobre el campamento de "Jojoy" no cayeron bombas racimo, sino como seis toneladas del libro de Ingrid Betancourt, que produjeron un suicidio colectivo.