Relaciones América Latina y Europa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



Con enorme dificultad y aún ante los hechos tangibles, evidentes y ciertos con motivo de la reunión celebrada en Santiago de Chile, entre Europa y América Latina, nos cuesta trabajo imaginarnos y creer que a estas alturas los europeos no solo estén mirando hacia nosotros sino que nos tengan en cuenta y además piensen que podemos serles útiles para ellos salir de su crítica situación financiera.

La actitud europea respecto de América Latina era de tal menosprecio, que siempre nos observaban por debajo del hombro y por supuesto consideraban más importante la relación con los africanos que con los países del continente americano.

Primero la Comunidad Europea, luego África y por último se acordaban de nuestra existencia, dado que jamás se les ocurría que pudiésemos en un determinado momento prestarles algún servicio.

Haciendo un somero análisis, esta subjetiva consideración era normal porque estamos geográficamente muy distantes de ellos y sus relaciones comerciales se aumentaban todos los días con sus antiguas colonias africanas, que incluso les suministraban y les siguen proveyendo en forma permanente la mayoría de los productos agropecuarios de primera necesidad.

Fíjense como son las cosas. La sencillez nunca la han tenido los europeos y esa virtud denota grandeza. Ellos han estado convencidos de que eran la civilización y la cultura y que los demás eran unos bárbaros y en consecuencia todos deberíamos quienes no fuéramos de Europa Occidental rendirles respeto, reverencia y pleitesía.

Los pueblos eslavos de Europa Oriental, que tantas enseñanzas les podían proporcionar, en igual forma los minimizaban y humillaban, por cuanto no pertenecían al Imperio Romano Occidental de la época.

Por el hecho de ser subestimados, Alemania con Hitler y Rusia con Stalin invadieron a Polonia, Hungría y a Checoeslovaquia, pasaron por encima de esos pueblos y los sometieron en varias oportunidades. A partir de la caída del muro de Berlín y la desaparición por ende del comunismo volvieron esas naciones a la libertad y a ser verdaderos Estados Nacionales.

Pero cabe anotar a propósito del tema, una situación sui generis de la cual fui testimonio directo, relacionada con una conferencia que dictó el Presidente Alberto Lleras en Como Italia, invitado por el Presidente de la Fiat.

Allí asistieron los principales industriales europeos y la mayoría de los Presidentes de varias compañías de automóviles, entre otros el de la Peugeot, Renault, Volkswagen, Fiat, Mercedes Benz y Volvo. Los únicos colombianos presentes éramos Bertha de Lleras, el General Hernández Pardo, Magola de Hernández y quien escribe. Valga la verdad un privilegio y una fortuna el haber estado en esa concurrida reunión y de tanta relevancia.

Lo más importante era observar el respeto y la atención que observaban esos industriales desarrollados al escuchar las palabras de un exponente de América Latina subdesarrollada. Más el asunto que les trató se refería a la Responsabilidad Social de las empresas que debería ser uno de los propósitos fundamentales del mundo empresarial, independientemente de sus utilidades y su avance tecnológico.

Señalarles derroteros y hacerles ver que tenían que pensar en función social a algunos empresarios de origen socialista parecería una osadía y un irrespeto, pero era tal el prestigio allende del mismo continente americano de Alberto Lleras que al término de su magistral charla fue inusitadamente aplaudido y ovacionado, dada la profundidad conceptual de sus criterios expresados. Al fin y al cabo les hablaba el más estadista entre los estadistas de América, reconocido por los mismos europeos.

Lo anterior nos demuestra que sin lugar a dudas tenemos los representantes del subdesarrollo mucho que aportarles a los pueblos que por su historia milenaria también nos pueden dar pautas y ejemplos. Consecuentemente el ideal es acompañarnos mutuamente, intercambiar experiencias y ampliar nuestros mercados.

De ahí la significación reciproca de los tratados de libre comercio, que nos deberían servir a los dos países firmantes. Tiene necesariamente que beneficiarnos mutuamente como en un negocio cualquiera, porque de otra manera es mejor olvidarnos de esa unión comercial. Cuando solo se obtienen ventajas de un lado y el otro las acepta se está perjudicando el alma, el cuerpo y el corazón de una nación.

Entonces esta convocatoria que se realizó en Chile de Europa y América, puede ser el comienzo real de una colaboración en todos los órdenes, de estos dos continentes que están unidos por la historia y cuyos requerimientos humanos son semejantes, toda vez que en estos aspectos subjetivos y objetivos de la vida no importa el grado de desarrollo.

Para citar un ejemplo concreto, el desempleo. Las condiciones derivadas del mismo de los habitantes desarrollados o subdesarrollados son en todas partes negativos y originan el desencanto, la depresión, el sufrimiento y la violencia o las reacciones contra los gobiernos que no mitigan tales situaciones sociales tan penosas.