Del mismo cuño

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Más allá de que para nadie es desconocido que Nicolás Maduro está intentando revalidar una vieja maniobra distractora para favorecer su incierta reelección presidencial de 2024, a través de la disputa con Guyana sobre la Guayana Esequiba, basado en un aceptable margen de interés jurídico (en 1899 les vieron la cara a los vecinos), no deja de ser risible que sean dos gobiernos de izquierda los que se muestren los dientes por la redituable geología del tal Esequibo, rica fracción de las Guayanas. Estas están pobladas por Francia (con un departamento de ultramar), Surinam (antigua posesión neerlandesa), Guyana (holandesa, británica y ahora independiente), y las dos regiones correspondientes de Venezuela y Brasil que también tienen su pedazo de Escudo guayanés.

Colombia, a la que no pocos científicos de la tierra le atribuyen la soberanía de algunos coletazos subterráneos de la misteriosa Guayana, está, eso sí, bien lejos del área en disputa entre Venezuela y Guyana. Ya tenemos un conflicto pendiente con los venezolanos respecto del golfo de Coquivacoa, que de aquel lado llaman “de Venezuela”, y en el que ojalá se pudiera izar un día la bandera colombiana en paz. Si no padeciéramos al actual gobierno petrista, confeso amigo y socio de Maduro, cualquier despabilado pensaría que una guerra entre Venezuela y Guyana (que no está sola, pues Inglaterra y Estados Unidos la determinan de cerca) es buena oportunidad para recuperar por la fuerza militar, o como prefieran en Miraflores, lo que le perteneció en parte a la Nueva Granada.

El derecho internacional reconoce la legitimidad de una guerra inevitable, de una conflagración que, por justa, hay que pelear; aunque, desde luego, Colombia ya tiene sus demonios internos que combatir. Por lo pronto, así como prudentemente lo ha hecho el centroizquierdista gobierno brasileño (gente realista, no como sus adláteres colombianos), habría que estar pendientes de que nada salpique aquí de aquel posible conflicto por plata entre los dos bloques parados detrás de cada país en beligerancia, Venezuela y Guyana. No digo que haya que movilizar tropas al Vichada, como lo ha hecho Brasil en su Guayana, porque no alcanzamos a tener frontera política con la zona roja, pero ¿y si a Maduro le da igual una guerra esequiba que una en el mar Caribe para sus fines distractores?

No hay riesgo, dicen, porque el Gobierno de Gustavo Petro es “amigo”; pero, cuidado, es un amiguito venido a menos militarmente, que muestra a Caracas ser manipulable, porque es un imitador de su modelo económico fracasado. Entonces, no nos llamemos a engaño: de estallar el polvorín de aquella región interesante, hay peligro para el país. Recordemos que, mientras Maduro se las da de legalista llamando a un referendo para revalidar lo que supuestamente ya era cierto (la soberanía venezolana sobre el inmenso Esequibo guyanés), por otro lado desprecia la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia en el asunto, con el argumento de que el Acuerdo de Ginebra de 1966 es la única fuente aplicable, y de pleno derecho; lo que pasa es que tal instrumento fue firmado con Inglaterra aún imperial, no con Guyana, y eso viene a ser un sordo aplauso al colonialismo. ¿Amigo?