Víctimas de sus inventos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Existen historias paradójicas de ciertos personajes que terminaron afectados por sus invenciones; incluso, algunas motivaron su muerte. Y no me remito al clásico de Joseph Ignace Guillotin, quien terminó decapitado por su conocido invento: la guillotina. Franz Reichelt, el sastre murciélago, fue el protagonista de la primera muerte de la historia registrada en video. Austriaco nacionalizado francés, fue un exitoso alfayate radicado en París; diseñó un traje de piloto de avión con un paracaídas integrado el cual había sido probado sin éxito en maniquíes. Sin embargo, logró la autorización de la policía parisina para lanzarse de la Torre de Eiffel; ese 4 de febrero de 1912, con presencia de público y prensa, demostraría la eficacia de su diseño: el fatal fallo le produjo la muerte inmediata, al parecer por un infarto durante la caída. Dos cámaras filmadoras registraron el insuceso. Reichelt inspiró un juego, una obra de teatro, un cortometraje acerca de su vida y una canción titulada “Nunca nadie pudo volar”.

El tren de alta velocidad no es un invento reciente. Valerian Abakovsky, un ingeniero letón, desarrolló un vagón de alta velocidad inspirado en la aviación con el propósito de transportar funcionarios soviéticos; el coche tenía una enorme hélice de avión que lo impulsaba a más de 140 kph, demasiado veloz para sus tiempos; tenía un centro de gravedad tan elevado que ese 24 de julio de 1921 se descarrilló provocando la muerte de 6 de los 22 pasajeros cuando regresaba de Tula a Moscú en el viaje inaugural, entre ellos, Abakovsky.

William Bullock inventó una impresora rotativa automática, la Bullock Press. El 12 de abril de 1867 intentaba reparar una de sus voluminosas máquinas; desesperado, pateó una correa trabada, que comenzó a andar y le atrapó su pierna derecha en una polea, destrozándosela. Sufrió una gangrena que lo llevó al quirófano para practicarle una amputación. Los antibióticos no existían, y las técnicas de antisepsia aún eran incipientes y precarias. Falleció durante la cirugía

Thomas Andrews, ingeniero naval inglés, protagonizó una de las tantas historias del Titanic. Fue el encargado de la planeación y la construcción del enorme trasatlántico, además del Britanic y el Olimpic, todos de la compañía naviera White Star Line. Andrews, quien iba a bordo ese fatal 14 de abril de 1912, fue uno de los 1500 fallecidos. Durante la construcción del buque, Andrews propuso reforzar el casco del Titanic y disponer de 48 botes salvavidas; no fue escuchado por razones económicas y estéticas; para tener más espacio en la superficie, solo pusieron 20. Cuando el naufragio del Titanic era inevitable, Andrews permaneció dentro del barco sabiendo el trágico final; su cadáver nunca fue recuperado. Un polímata bielorruso, Alexander Bogdanov, uno de los fundadores del movimiento bolchevique y cercano a Lenin y Stalin, exploró muchas áreas de la ciencia y el conocimiento. Hacia 1924 se obsesionó con las transfusiones sanguíneas considerando que rejuvenecían. Con 11 transfusiones exitosas previas, se sometió a otra en Moscú el 7 de abril de 1828, intercambió sangre con un estudiante suyo, contaminada con malaria y tuberculosis; no se supo si la muerte ocurrió por alguna infección o por incompatibilidad sanguínea.

El ingeniero estadounidense Thomas Midgley, quien trabajaba para la General Motors, desarrolló el tetraetilo de plomo para adicionarlo a la gasolina y mejorarla, y evitar también las detonaciones del motor. Como sucede en muchos casos, recibió reconocimientos por su invención antes de tiempo, sin que se hubiera considerado la cantidad de plomo lanzado a la atmósfera durante más de medio siglo. También desarrolló otros tóxicos: los CFC (clorofluorocarbnados), usados por un periodo de tiempo similar. Pero no murió de “plomonía”; recluido en su cama por una parálisis generalizada debido al polio, inventó un aparato para movilizarse en el lecho, falleciendo estrangulado en las poleas que le ayudaban a moverse. El historiador John McNeill afirmó sobre Midgley: “Tuvo más impacto en la atmósfera que cualquier otro organismo en la historia de la Tierra”.