Existimos para cohabitar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero

Columna: Algo Más que Palabras

e-mail: corcoba@telefonica.net



La vida es un permanente sumatorio de latidos armónicos, que requieren de un hermanamiento inagotable; de ahí, la necesidad de conjugar la amistad entre los pueblos y de activar los vínculos de la concordia entre sí. La rivalidad no tiene sentido, como tampoco lo tiene la desunión, el individualismo y la indiferencia, que genera aislamiento y mil formas excluyentes. La realidad es la que es y nos llama a cohabitar auténticamente. En este sentido, estoy severamente impactado por la migración. Hoy son ellos, pero mañana podríamos ser cualquiera de nosotros. 

Es público y notorio que nos necesitamos mutuamente unos a otros para complementarnos y generar sueños conjuntos. Hagámonos los itinerarios más fáciles, rompiendo el silencio de la soledad y compartiendo las propias lágrimas del camino. Optemos por la vía de lo auténtico, elijamos el abrazo continuo y reconstruyamos entre todos el camino de la verdad, que es el que nos dona un vivir que nos ensancha el corazón y nos ilumina el alma.

Estamos llamados, por consiguiente, a entendernos. Precisamente, son las relaciones humanas las que nos permiten avanzar en los proyectos, para crear un mundo mejor para todos. En este sentido, nos alegra que, en casi todos los discursos públicos, a nivel de naciones o de organismos mundiales, se hable continuamente de acercar posturas, de buscar soluciones razonables a los conflictos, de acuerdo con la justicia. Ciertamente, la cultura del abrazo se ha convertido en un culto que tranquiliza o quiere seducir. Al fin y al cabo, todos estamos llamados a cohabitar en la paz, a sentirnos ciudadanos libres, justos y fraternos. Sin embargo, para desgracia de todos, la Oficina de Derechos Humanos acaba de revelar en un informe como miles de personas son coaccionadas para trabajar en operaciones de estafa en línea y se enfrentan a graves violaciones y abusos, mientras despojan a otros de sus ahorros o los endeudan. 

En efecto, somos seres en movimiento que concurrimos de manera hacendosa a estar insertos en una historia armónica vivencial, bajo el paraguas del amor que nos envuelve y nos transforma sin cesar. Desde luego, precisamos de un cambio de mentalidad en este mundo global, del cual ningún país puede librarse, lo que exige cohabitar y convivir con unos Estados fuertes en el sentido de que tengan capacidad y confianza en su ciudadanía y que sean capaces de abrirse a esa universalización de vocablos y sentimientos. 

Naturalmente, lo que también nos urge es destronar de nuestra visión las riadas de información falsa y la incitación al odio en las redes sociales, que lo único que generan es violencia, aparte de poner en peligro las instituciones democráticas y los derechos humanos esenciales. Por eso, es vital el discernimiento, la renovación de fibra en actitudes transparentes, la palpitación de tolerancia, junto a la conjunción de justos propósitos que irradien entusiasmo y valor. Ahora bien, puede que no merezcamos ni existir por nuestro proceder irresponsable en multitud de aconteceres, lo que nos debe hacer repensar situaciones.

Tenemos que reconocer que nos enfrentamos perennemente a un escenario que nos muestra que las contiendas están más vivas que nunca, además las catástrofes o los riesgos que conllevan son más complejos de lo que nunca habíamos pensado, así como la desorientación que nos suele acompañar en nuestro amanecer de cada día. 

Es un absurdo, pues, que crezca el número de personas que deciden vivir solas o que conviven sin cohabitar. Sea como fuere, tampoco estamos aquí para ofrecer prestaciones de servicios, sino para querernos a corazón abierto, aunque nos sangren las venas interiormente. En cualquier caso, activemos la sabiduría del conocer y del reconocerse, para sentir que todo es presente y que el porvenir es una quimera más. Cualquier instante trae cambios inesperados de vida. Las sorpresas están a la orden del día, desde luego que sí.