La huella negra cubana

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



Recuerdo a un cubano decir que soñaba con cortarle las barbas a Fidel. No soñaba con cambiar el sistema político, es decir, que se implantara en Cuba la democracia, pues lo veía imposible. Simplemente, como parte de su venganza o satisfacción personal, soñaba con esa “gran acción”.

Mencionaba que el sueño se volvía pesadilla cuando, en lugar de poder cumplir su cometido, se despertaba sudando al verse delatado por sus vecinos del comité de cuadra y en sueños ser enviado a las cárceles cubanas. Además, después de la insufrible noche, le tocaba en la mañana cepillarse los dientes con la desagradable pasta de dientes soviética, que después de muchos años podía  aun sentir su sabor en la boca, lo que le recordaba todo lo malo del comunismo, entre otras cosas, la falta de libertades que padeció y el hambre que en muchos momentos sintió. Lo cierto es que han pasado más de sesenta años desde el triunfo de la revolución cubana y su huella negra en la isla y en Latinoamérica es catastrófica.

La Revolución Cubana, de extirpe marxista-leninista, no solo destrozó las libertades de los ciudadanos, sino también su bienestar físico, social y económico. Además, como parte de la guerra fría de la segunda mitad del Siglo XX, se exportaron esos “ideales” revolucionarios a varios países como Venezuela y Nicaragua con resultados funestos.

Hugo Chávez y Nicolás Maduro, como alumnos aventajados de Fidel Castro, perfeccionaron el sistema de represión de libertades y de destrucción de la economía y el bienestar social.  Así, y  pesar de que todos sabemos lo que ha significado la Revolución Cubana, existen ideólogos ciegos y románticos, mamertos útiles, intelectuales bien intencionados, políticos oportunistas y otro tipo de fauna social que la defienden y le ven cosas positivas o, aun más triste, se aprovechan de los cubanos y su sufrimiento sin empatía alguna. Todos ellos, sean del grupo que sea, no son más que cómplices del sistema comunista cubano y todo lo malo que significa.

Todos aquellos que durante años fueron a tomarse fotos con Fidel Castro o justificaron la revolución con retórica, paz, amor y amistad, o defendieron el sistema por supuestos resultados positivos en asuntos puntuales, como educación y salud, son cómplices de la huella negra cubana en la isla y su difusión en Latinoamérica. Incluso, todos los gobiernos latinoamericanos que usaron a Cuba para sus fines políticos, también tienen su cuota de responsabilidad. Si todos estos cómplices supieran a lo que sabe la pasta de dientes soviética marxista-leninista, represora de derechos y libertades, si tuvieran ese sabor todas las mañanas en su boca, tal vez pensarían y actuarían de otra forma. Por eso, da grima oír a nuestro Presidente añorando el muro de Berlín y los valores que encarnaba para  él. Revuelve el estómago pensar que una posible  radicalización del Gobierno nacional pueda terminar en destinos parecidos a los de Cuba y Venezuela, al romantizar “el cambio” y que no podamos defender la institucionalidad y las libertades.

Recordemos al cubano. No vaya a ser que nuestros hijos tengan el sueño de peluquear a un dictador, pues soñar con restablecer la democracia sería inadecuado, al tornarse el sueño en algo imposible de realizar.