Los neoapocalípticos y el nuevo orden mundial

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El miedo es una de las dos emociones más poderosas en el reino animal, humanos incluidos.  En el caso de los humanos, bloquea totalmente la racionalidad y nos coloca en modo supervivencia: pelear o huir.  Como todas las pasiones humanas, es contagioso, y es por esto que es una herramienta efectivísima en política.  Si logras contagiar de miedo a las mayorías, podrás convencerlas de aceptar cualquier cosa con tal de sobrevivir.  El miedo no tiene que ser basado en realidad; la sola percepción basta.

En la Antigua Grecia, Temístocles utilizó el miedo a una invasión del Imperio Persa para convencer a sus conciudadanos de la necesidad de construir una flota de navíos. Con el tiempo estuvo en lo correcto, y sus acciones de preparación le permitieron a los griegos derrotar a los persas.  En los años 50 del siglo pasado, el miedo de un ataque nuclear fue utilizado por el gobierno de los Estados Unidos para convencer a un reticente ciudadano estadounidense a “invertir” en la construcción de un sistema de autopistas federales para efectos de evacuar a la población. 

Algo parecido está sucediendo hoy, y la mejor defensa que tenemos los ciudadanos es entender que esto está sucediendo y cuáles son los miedos que están sembrando en la población para lograr su cometido.

La pandemia del Covid, les permitió probar a los promotores de la agenda del miedo su capacidad para lograr que la población global les obedeciera ciegamente, salvo algunas excepciones.  Encerraron a la población en sus casas, lograron que nos distanciáramos unos de otros, paralizaron la actividad económica, y ejercitaron el poder coercitivo, represivo y policial del estado.  En sus mentes el experimento social fue un éxito y estaban listos a implementar su agenda globalmente, pero no contaron con la invasión de Ucrania que dio al traste con los planes.  El global reset, como fue llamado, entró en pausa obligada pero sigue siendo igualmente peligroso.

La agenda es supuestamente derrotar el capitalismo y hacer del estado omnipresente, supuestamente por ser el único árbitro capaz de garantizar la justicia social y la supervivencia de la humanidad (el capitalismo mata).  Probablemente, ya identificaron al enemigo.  Trabajaron fuertemente en las últimas décadas los temas sociales, y abogaron por imponer la socialdemocracia.  El evidente fracaso de los gobiernos socialdemócratas al no haber podido resolver los problemas sociales les desgastó la agenda y los hizo caer en desgracia.  Por esto estamos viendo un giro a la derecha en muchas partes del mundo.

Solo les queda una carta por jugar, y aspiran a que sea la vencedora: el cambio climático y la extinción de la humanidad.  Han planteado que solo el estado puede resolver estos retos y por tanto el estado debe tomar control de todo para hacer posible la transición energética y una economía sostenible y amigable con el ambiente.  Esta carta ha tenido algunos tropiezos, porque una cosa es aceptar soluciones en abstracto y otras sentirlas en carne propia.  Al dispararse los costos de la energía en Europa por la invasión a Ucrania, los ciudadanos comenzaron a rebelarse. 

Si se entiende el juego y se descubren los trucos, estos últimos dejan de ser efectivos. Y cuando se entiende el juego, la supuesta obsesión y locura de Petro toma sentido, y se entiende el lenguaje que maneja y algunas de las personas que le rodean, como por ejemplo, la ministra Vélez.  Debe entenderse que él es solo un peón en el juego, pero que debe hacer su parte: asustar a los colombianos para que renuncien a las libertades, a la democracia y acepten la dictadura del estado para salvarnos de la extinción.  Además, el decrecimiento de la economía y su correspondiente miseria deben ser aceptados como precios a pagar.

Según la activista Greta Thunberg, la humanidad debió haberse extinguido la semana pasada.