La construcción de un nuevo orden mundial

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La izada de bandera de Finlandia como nuevo país miembro de la Otan fue un momento sobrio.  Nos obliga a reflexionar sobre una nueva realidad geopolítica que probablemente definirá la historia de gran parte del mundo en este siglo.

La invasión de Ucrania ha sido un factor decisivo para que países que normalmente le han apostado a la neutralidad hayan decidido unirse a la Otan.  Suecia está en lista de espera esperando el visto bueno de Hungría y Turquía.  El efecto inmediato de que Finlandia sea ahora parte de la Otan es que la frontera compartida con Rusia por países de la Otan se duplicó de un día para otro.

El sentir de los votantes en los países nórdicos ha llevado a que la derecha haya ganado amplios espacios e incluso el derecho a dirigir el destino de los países.  Suecia giró a la derecha y Finlandia lo hizo recientemente.  En el caso de Finlandia, la izquierda perdió el poder por la excesiva generosidad de los subsidios sociales que llevó a un crecimiento de la deuda pública, lo cual no es bien visto culturalmente.  Los votantes creen que la derecha está mejor posicionada para resolver los problemas económicos del país y para defender la soberanía en dos aspectos claves: control a la inmigración desbordada y mantener a Rusia a raya.  Es dentro de este cambio de mentalidad que Suecia y Finlandia pidieron ser admitidos en la Otan.

El tema europeo es preocupante, pero se espera que cuando cesen las hostilidades y se llegue a un arreglo, Rusia estará muy debilitada en lo económico y militar (en lo convencional), a punto tal que será un satélite más de China.  Las ambiciones imperialistas de Putin se habrán quedado en deseo y es muy posible que la suerte misma de Putin sea sellada por lo que suceda en Ucrania.

La amenaza real es China.  Lo que está en juego realmente es el orden mundial actual hecho a imagen y semejanza de las potencias occidentales, cuyo líder indiscutible han sido los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y un nuevo orden multipolar donde una gran parte del mundo esté bajo el dominio chino y su modelo autoritario.  En realidad, es una guerra de valores.

Los últimos 30 años en los que China ha sido parte importante de la economía capitalista, aunado a condiciones internas, le han permitido generar recursos para fortalecerse militarmente e intentar cambiar el orden mundial creando una órbita de su influencia por medio del programa de la Ruta de la Seda o Rust and Belt. 

La pandemia, la creciente agresividad militar de China y la recién adquirida conciencia de que China dejó de ser un país de un solo partido para convertirse en uno de un solo hombre con ambiciones imperialistas, ha llevado a Occidente a concluir que llegó el momento de obstaculizar el ascenso chino.  En este nuevo contexto, surgen acuerdos militares entre Occidente y sus aliados para neutralizar el poderío militar chino, el último entre el Reino Unido, Estados Unidos y Australia para construir submarinos nucleares, y el permiso de Filipinas para una base militar gringa cerca de Taiwan. 

En lo económico, muchas compañías están reubicando sus fábricas fuera de China y más importante, los Estados Unidos han restringido el acceso a tecnología y propiedad intelectual, sobre todo en el campo de microprocesadores, que frena el avance tecnológico chino en lo económico y en lo militar.  Ni que decir de la guerra que se libra por quién controlará las energías alternativas.  Por otro lado, la Unión Europea jugará un papel mucho más relevante en las próximas décadas.

Países como Colombia deben ser muy cuidadosos en este juego.  Creer que el tiempo de los Estados Unidos pasó puede ser una muy costosa equivocación.