El Cielo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Es la primera vez que la cocina colombiana recibe tan alto reconocimiento, y esto hay que celebrarlo por todo lo alto; ojalá sea solo el comienzo de algo grande para Colombia.
El restaurante de comida colombiana El Cielo, ubicado en Washington DC recibió una estrella Michellin. Solo reciben este reconocimiento quienes han alcanzado la excelencia culinaria.
Quizás las palabras del propietario de El Cielo, Barrientos, describen mejor que nada o nadie lo que significa este reconocimiento: Este es un gran logro para la cocina colombiana. Me siento orgulloso de haber logrado que la cocina colombiana sea reconocida como una gastronomía de clase mundial, y espero que sea solo el comienzo para poder mostrar como nuestra herencia colombiana y latinoamericana ha trascendido fronteras.

Es ciertamente una estrella que nos hace soñar con llegar al cielo. La cocina es uno de los elementos culturales más relevantes y ricos de cualquier sociedad. Pocas cocinas logran, por decirlo de alguna manera, aceptación universal. Como sello de identidad que es la cocina, rara vez trasciende lo local. Todos reconocemos fácilmente la cocina italiana, la francesa y en nuestro ámbito latino la peruana y la mejicana. Ahora podemos comenzar a sumarle la colombiana.

La palabra clave es trascender. Trascender hacia dentro y hacia afuera. Hacia dentro, animando a nuestros chefs a trabajar en lograr una oferta que nos identifique, pero que a la vez sea de clase mundial. Tener la capacidad sectorial de ofrecer turismo con un importante valor agregado de la mano de una gastronomía única.

Trascender hacia afuera es que ojalá no todo se quede en una estrella y un solo restaurante, sino que logremos llevar la gastronomía de Colombia a los lugares más encumbrados y sofisticados del mundo y competir de tú a tú con cocinas que están posicionadas y nos llevan ventaja. Dar a conocer a Colombia no solo por el aroma inconfundible de nuestro café sino también por los aromas fugados de las cocinas de nuestros chefs, en Paris, en Milán o Nueva York. Contar nuestra historia en aromas y sabores.

La cocina de alto turmequé es un arte sublime. Es mucho más que deleitar el paladar con sabores conocidos y exóticos. El chef es un artista que es capaz de hacernos trascender tiempo y espacios y transportarnos a sitios impensados, y a la vez y sin que haya contradicción alguna, suspender el universo entero en una mesa. Me imagino, por ejemplo, al saborear una deliciosa empanada caribe, poder oler el mar, oír el vaivén de las olas, sentir el sol acariciar la piel, ver las arenas blancas y escuchar la música ancestral mezcla de tambores africanos, flauta indígena y acordeón europeo. Toda esta experiencia desde una esquina cualquiera en Tokio o Madrid. La alta cocina juega con los sentidos y evoca sensaciones e imágenes. Esto es llegar al cielo.

Nuestra cocina es la suma de todo lo que somos como país, y podemos comenzar a posicionarla globalmente como nuestra mejor embajadora. Quizás hacen falta mayores esfuerzos para entenderla en toda su rica complejidad y dejar de asumirla solo como cuestión de paladar, como una mezcla de productos y especias y entenderla como fusión de historias, una fusión de razas que no solo se mezclaron furtivamente en la cama sino también en los calderos. Nuestra cocina es el resumen antropológico de nuestra Colombia mestiza que merece ser proyectada al mundo como una experiencia, como una vivencia inolvidable que embriaga los sentidos. Una invitación a pecar con el paladar. Una invitación a venir a Colombia a seguir viviendo esa aventura de los sentidos que nunca termina y a dejarse ser abrazados y seducidos por nuestros aromas, por nuestros sabores y por la calidez y amabilidad de nuestra gente. ¡Buen apetito!