Los regaños de mi abuela

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Luis Reyes Escobar

Luis Reyes Escobar

Columna: Opinión

e-mail: luksreyes@hotmail.com


“Que de tu boca no salga sino palabra edificante”, decía mi abuela cada vez que me escuchaba decir una grosería. En su momento, tan solo lo tomaba como una de las tantas formas que tenía para corregirme, restándole valor al significado tan poderoso que tácitamente contenían sus palabras. Sabía que la raíz de esa frase era bíblica, por lo que hoy tomé la biblia y en efesios 4:29 encontré “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Definitivamente, esto contiene más sustancia de lo que pensé. Inevitable reflexionar.

La forma en que vemos el mundo está fuertemente influenciada por como lo veían las generaciones que nos antecedieron. Estas generaciones no son propiamente la de nuestros padres o nuestros abuelos, ni siquiera la de los padres de nuestros abuelos. Esta fuerte corriente influenciadora data de años antes de cristo, época en la que filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, entre otros, reflexionaban acerca de aspectos relativos a la definición del ser, la razón de su existencia, el bien vivir, la verdad, entre otros. En esa época se establecieron verdades consideradas por mucho tiempo como absolutas. Se nos definió como racionales, permanentes e inmutables y partiendo de esa premisa, se impartieron muchísimos estudios que buscaban profundizar en el entendimiento del ser humano y su comportamiento.

Afortunadamente aún quedan rebeldes en este mundo. Gente que no traga entero, personas que están dispuestas a ir en contra de las masas, ciudadanos que no se dejan llevar por la corriente. Entre esos revoltosos, encontramos al sociólogo chileno Rafael Echeverría y al biólogo chileno Humberto Maturana. Estos personajes, basados en sus estudios, han tenido el coraje de cuestionar los planteamientos de los más grandes filósofos de la historia, en los que se nos define como seres estáticos y racionales. Los fundamentos de estos chilenos, están basados en el protagonismo de la palabra y lenguaje en la existencia del hombre. Sus estudios no solo han llevado a definir al ser humano como un ser lingüístico y no racional, sino que le han atribuido al lenguaje casi poderes mágicos de transformación, hasta el punto de decir que la palabra no solo transforma al individuo, sino a toda la realidad que lo rodea o rodeará.

Hablar sobre el poder de la palabra cada vez es más común en nuestros días, de hecho, existen muchos estudios realizados por científicos y estudiosos de la neurociencia cognitiva, que respaldan esto. En resumen, las conclusiones muestran que el cuerpo como unidad biológica, es un sistema que se ve afectado constantemente por cada una de sus partes. En la práctica, cuando decimos alguna palabra producimos pensamientos, esos pensamientos generan emociones, esas emociones producen sustancias químicas en nuestro cuerpo y así se ve afectada nuestra disposición para actuar.

Estoy seguro que estos señores tuvieron que haber escuchado a mi abuela, de no ser así, fijo su abuela y la mía eran amigas. Siempre he dicho que mi abuela es de otro planeta, porque su sabiduría no deja de sorprenderme. Yo estoy absolutamente convencido y puedo dar fe del incalculable poder transformador de la palabra. Al escuchar retumbar en mis recuerdos la voz de mi abuela corrigiéndome al decir groserías, no puedo evitar pensar en todos aquellos momentos en los que edifique mi realidad. Alguna vez dije que no podía hacer algo y efectivamente no pude. Otras tantas soñé con muchas cosas, las declaré y hoy son tangibles. No sé si después de esto terminas creyendo en el poder de la palabra, sin embargo, para mi es inevitable decirte “que de tu boca no salga sino palabra edificante”.