Democracia real, ¿ya?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Lo sorprendente de la noticia es que se trata del primer mundo. Son gentes del común: desempleados, subempleados, jubilados, estudiantes, profesionistas y hasta extranjeros que protestan por la inequidad social consecuencia de las políticas de gobierno.

Nadie pensaría que España, país monárquico gobernado por un partido de la izquierda europea, llegaría a estas protestas que buscan reivindicar los mínimos presupuestos de convivencia social: los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Desde abril, las redes sociales españolas se empezaron frenéticamente a organizar un movimiento social denominado Democracia Real Ya. Las oprimidas franjas sociales ibéricas, cansadas de la politiquería, el abuso y el desprecio de los gobernantes, convocaron a una marcha pacífica en Madrid y otras 60 ciudades para mostrarle al gobierno de Rodríguez Zapaterolas angustias de más de 130.000 personas. Cuando declararon ilegal el plantón, se movilizaron más personas a apoyar a los manifestantes.

Campea el desempleo y el subempleo; los bancos se frotan las manos con sus ganancias desmesuradas mientras los clientes pierden sus viviendas para siempre pero se quedan con la deuda: negocio redondo; los ingresos de estas gentes no alcanzan para vivir decentemente; no hay cupos suficientes en escuelas y universidades; las pensiones de jubilación escasamente les permiten sobrevivir; el desempleo oficialmente reconocido alcanza la escalofriante cifra del 20%. Un triste panorama que no se diferencia en nada al de cualquier país tercermundista; instalado ahora en varios países de Europa, parece proyectarse a otras potencias mundiales.

Desde luego, todo esto es consecuencia de políticas erradas en unos casos y malintencionadas en otros. Los ideales de estados controladores como el fracasado socialismo soviético o las dictaduras de todo pelambre impuestas en varias naciones, o escenarios de total desregulación con mercados abiertos y sin control como pretende el neoliberalismo no caben hoy, cuando se buscan puntos de encuentro de beneficio general entre el deber-ser del estado con las economías basadas en el libre mercado.

Pero las grandes corporaciones se arrogan el derecho de colocar gobernantes y de formular leyes muchas veces perjudiciales para el interés general siempre que ello provoque en jugosos réditos económicos.

Mandatarios venales que ceden a la tentación del dinero o que son presa del mesianismo se prestan para ese juego perverso, dejando consecuencias sociales imprevisibles como las que generaron las revueltas árabes o este M 15, como se le ha llamado al plantón español, que ya tiene eco en diversos puntos de la geografía mundial.

El afán de enriquecimiento de quienes con ropaje altruista y benefactor acceden a los puestos de mando muestra que son el peor cáncer social que existe, más allá del techo "ideológico" que les cubre.

Con escasas excepciones, la clase política colombiana ha caído en las simas abisales de la corrupción sin pararse en pelillos en su afán de saqueo de las arcas estatales, sin importar el presente y el futuro del país y sus habitantes.

Cuando creemos haberlo visto todo, un escándalo peor que el anterior sacude los noticieros.

Y se trata apenas de lo que se descubre. Quedan casos insondables tapados por la manta de la impunidad, las amenazas reales de muerte o asesinatos si llega a ser necesario, popularidades compradas, conveniencia de los partícipes y muchas otras razones que impiden conocer el tamaño del cáncer. Y esto no es propio ni de ésta época ni de ´"banana-republics".

Basta repasar la Historia para ver que cíclicamente las gentes aplastadas por los poderes formales generan movimientos sociales que cambian la forma de gobernar.

Lo que está sucediendo en España es pálido al lado de lo que pasa en Colombia, país que a su vez no es de los peores de estos lares del planeta. Las estadísticas oficiales no son de fiar, manipuladas como son a conveniencia de los gobiernos interesados en ocultar la luz de la verdad.

Es menester entender que la excesiva concentración de poder y riqueza en unos pocos sin irrigar beneficios a quienes los colocar en las esferas de las decisiones y en las arcas del estado siempre generará caos social. Las soluciones pasan por controles estatales más rigurosos y regulaciones adecuadas, mercados abiertos regulados y manejo pulcro de los recursos públicos.

En un año electoral, Colombia no puede seguir dándose el peligroso lujo de elegir mandatarios incompetentes y venales, impuestos por los profesionales del saqueo.

Hay que mirar hacia la preparación, la experiencia demostrada y la pulcritud para cambiar este estado de podredumbre. Y que no nos pase como en la novela de Lampedusa, Il Gattopardo: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".