¿Seguidor o acompañante?

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Escrito por:

Padre Mario González García

Padre Mario González García

Columna: Para vivir mejor


El Señor Jesús es acompañado por mucha gente: «grandes multitudes iban con Él», dice el texto griego, literalmente traducido.

Es de notar que el Evange­lista no dice que estas multitudes «lo seguían». Este término San Lucas lo reserva exclusivamente para los discípulos, y establece una diferencia entre quienes solamente acompañan al Señor Jesús sin comprometerse radicalmente con Él y quienes “lo siguen” o “caminan detrás de Él”, es decir, quienes lo toman como guía y maestro, quienes viven de acuerdo a sus enseñanzas y ejemplo. Si los primeros son multitud, los más comprometidos suelen ser tan sólo unos pocos.

¿A qué se debe que sean tan pocos los seguidores comprometidos del Señor? Ser discípulo de Cristo es sumamente exigente. El Señor habla con claridad de las exigencias de este seguimiento y afirma que no puede ser su discípulo quien no “odia” o “aborrece” a quienes más debería amar, es decir, a «su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas». Utilizamos el término “odiar” pues es la traducción literal de la palabra griega misei, utilizada por el Evangelista.

Sin embargo, no hay que entender esta expresión en sentido literal, como si el Señor Jesús exigiese un sentimiento de odio hacia las personas más queridas. Se trata, en cambio, de un modo de expresión hebreo para significar que el amor a Él debe estar por encima de todo otro amor o afecto humano, por más fuerte que ese amor sea.
Pero las exigencias para el discípulo no se detienen allí: el que quiera seguir al Señor Jesús debe estar dispuesto asimismo a posponerse «incluso a sí mismo», es decir, a renunciar a su propia vida antes que negar al Señor. En resumen, el discípulo debe estar dispuesto a renunciar a lo que uno más se apega por amor a Él.

¿Pero cómo puede exigir el Señor Jesús un amor semejante? ¿No es esto una arrogancia inaudita, puro fanatismo? ¿En qué se diferencian sus exigencias de las de muchos exaltados caudillos que a lo largo de la historia han exigido a sus seguidores sacrificarlo todo y sacrificarse por ellos? Ciertamente sería puro fanatismo si Jesucristo fuese un hombre más, pero no lo es si Él verdaderamente es Dios. En este caso la exigencia del Señor Jesús coincide plenamente con el primer mandamiento: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» (Dt 6, 4-5; ver Lc 10,27). Quien ama al Señor Jesús sobre todo, no hace otra cosa que amar a Dios sobre todo y sobre todos.

Este amor supremo exigido por el Señor Jesús no se opone al recto amor debido a los padres, mujer, hijos, hermanos, o hacia sí mismo, sino que al contrario reordena esos amores y los lleva a su plenitud. Quien ama al Señor sobre todo, aprende a amar como Él y con sus mismos amores. Quien en cambio no ama a Dios sobre todo, sino que antepone cualquier amor humano o amor egoísta al amor a Dios, manifestado en Cristo Jesús, queda vaciado del amor verdadero, quedará finalmente solo, defraudado, vacío.
Tomado de: evangelioominical.org




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