Colombia grita indignada

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Escrito por:

Jairo Franco Salas

Jairo Franco Salas

Columna: Opinión

e-mail: jairofrancos@hotmail.com



A la luz de la razón y la ponderación que suscita la polémica decisión sobre el proceso del cese al conflicto, es necesario reflexionar sobre los resultados expuestos a la prueba por motivos y experiencia. En este escenario volátil de democracia activa, donde chocan intereses ideológicos, es menester trabajar entorno a una propuesta que pueda tramitarse dentro de una coyuntura caliente con relación a lo que sucede ahora. T

al vez luzca temerario e inconveniente, pero es fundamental diseñar una estrategia analítica dentro de un marco sólido, realista y configurado de manera pragmática. Todo esto tras la finalidad de destrabar los malabares retóricos y jurídicos alrededor del marco normativo que guía los principios del derecho constitucional; se requiere validez y legitimidad en el ordenamiento institucional de este proceso para colocar a los participantes en igualdad de condiciones.

Todo este andamiaje de iniciativas conduce a la contextualización de una plataforma integral de carácter ideológico que permita al territorio colombiano sanar esa fractura de divisiones, antagonismos y polarizaciones esgrimidos por una retórica pusilánime, débil e indolente de quienes no respetan el concepto del otro; fractura en que ha permanecido atornillado el país durante más de medio siglo, mediante una disonancia cognitiva y un arrebato de sinceridad, en la cual el miedo es una respuesta de la supervivencia humana y que por razones distintas se condimentan con la violencia, ahondando así la crisis de credibilidad sobre la agenda en discusión, es decir la paz para Colombia.

Tal vez robusto y relevante puede calificarse el reto asumido por el presidente Santos en establecer metas que contribuyan al logro de tan anhelada paz; paz que lo ha llevado a implementar estrategias recurrentes, concernientes a un diálogo constitucional para consolidar propósitos; exaltar los esfuerzos en la búsqueda de apoyo con países del mundo que han sumado sólidos respaldos.

Es indiscutible que la VII Cumbre de las Américas sirvió para que varios de los mandatarios del continente apoyasen de forma decidida a nuestro país. Para nadie es un secreto que el presidente Santos se destacó por su versátil y talentoso discurso resaltándo los adelantos que ha logrado su Gobierno con las Farc en La Habana.

Pero por desgracia, los actos que bordean la barbarie se hicieron presentes en Buenos Aires - Cauca donde fueron muertos 11 miembros del Ejército y 21 heridos por la insurgencia. Esta circunstancia alteró el acostumbrado estilo de nuestro mandatario, que con tono vehemente e impetuoso dio la orden de inmediato a las fuerzas militares de reanudar bombardeos a los campamentos de las Farc.

Ante estos hechos la nación compungida y adolorida expresó su rechazo frente a la macabra escena. Tras este alarido de inconformidad y dentro de un circo deplorable de la cruel violencia los ciudadanos se preguntan ¿Cuál va a ser el fin de esta guerra?, que se encuentra enmarcada dentro de lo absurdo donde el cinismo y la mentira se constituyen en el común denominador.

Aquí con justa razón se sostiene que el odio y la mentira oscurecen el sentido moral; también es cierto que esta crisis de valores nos conduce a un abismo donde la lealtad, la verdad y la justicia son retóricas de confrontación. ¿Qué nos toca ahora? Bajo estas circunstancias es un imperativo moral de los diferentes estamentos de la sociedad colombiana, promover diálogos constructivos que frenen el deterioro de la institucionalidad.

Este experimento abre camino para una verdadera cohesión social; pero que no sean globos de ensayo soplados por simple imaginación; sino realidades tangibles que permitan alternativas viables para la construcción de un nuevo país. ¿Qué necesitamos? Temple político, tono moral, planteamientos y actitudes de resonancia que conviertan la viciosa podredumbre existente por una realidad perdurable de justicia social y por una democracia funcional aplicable.