Las regiones

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ricardo Villa Sánchez

Ricardo Villa Sánchez

Columna: Punto de Vista

e-mail: rvisan@gmail.com



Enerva cuando uno escucha de ciertos círculos de la capital, los grandes conglomerados de los medios de comunicación, la academia, los grupúsculos políticos o desde el Gobierno, la oración: las regiones. Suena como cuando los chapetones decían en forma despectiva "las indias" o después en otra época "las colonias" y apenas podían les clavaban un impuesto o impedían que los "criollos" ocuparan cargos cercanos a la corona. Huele como a una pluralidad que impide reconocer lo que nos une como pueblo. En ese caso, preferiría que nos dijeran "costeños" y punto.

Conversando con algunos amigos de pensamiento crítico en la ciudad, debatíamos sobre cuántos cargos directivos en las distintas ramas del poder público, de entes descentralizados, concesiones de servicios públicos, empresas, secretarías con sede en Santa Marta o en el departamento, la ocupan nativos del Distrito o de nuestra área metropolitana y de esa manera ¿cuánto dinero parte hacia los bolsillos de personal foráneo? Nos preguntábamos: ¿Será que entre el capital humano magdalenense no hay perfiles calificados para ocupar estas posiciones, los que gobiernan no creen en el talento local o no hay quien agencie esa recuperación de espacios de poder ante las autoridades nacionales?

Esas pertinentes inquietudes, sin embargo, solo desde la institucionalidad pública, se quedan cortas, quizás porque las preguntas serían: ¿quiénes son los actuales dueños de las tierras en el Magdalena, quiénes concentran la riqueza, conforman la clase dirigente política, social y empresarial emergente, quiénes son los dueños del comercio, de los hoteles, de los restaurantes, de la pequeña y mediana empresa, de los puertos, de la educación, de la cultura?, y ¿de dónde provienen?

Ahora, ¿cómo reinvierten aunque sea una parte de sus utilidades en beneficio de la ciudad o del departamento? Jeffrey Sachs en el Fin de la pobreza, manifiesta que para subir el primer escalón del desarrollo es necesario realizar una serie de inversiones en construcción colectiva de capital social, humano, infraestructura, cultura, etc., empero, si quien toma las decisiones no se identifica con las necesidades reales del departamento o de su pequeña nación, ¿cómo se hace?. Salir del escollo en que se encuentra nuestro departamento y su capital, requiere del compromiso de todos, sin embargo, siguen las preguntas: ¿cómo es posible que en la cara de nuestros parlamentarios caribes, hayan centralizado los recursos provenientes de las llamadas regalías de, por ejemplo, el sector minero energético? Es decir, ¿nos quedamos con las consecuencias del daño ambiental y no recibimos las debidas compensaciones?

Ahora, ¿cómo es posible que se hable de que con recursos de regalías van a financiar parte del Metro de Bogotá y a terminar de pagar el de Medellín y acá no se pongan las pilas para que se implementen megaproyectos estratégicos como el de un tren metropolitano que una Punta Gallinas con los Montes de María y de trenes de cercanías entre las ciudades capitales y sus principales municipios? A propósito, si todavía tiene nuestro departamento algún senador que no esté preso, ¿cómo votó o debatió en el capitolio nacional esas regresivas iniciativas?

Una de las razones que movió a los panameños en su ánimo separatista fue el olvido y la postración en que los mantenían desde la "oligarquía santafereña", al punto que en una reforma tributaria indigna, les cobraron, por ejemplo, un impuesto de estampilla que ya una ley había prohibido su cobro en el resto del territorio nacional o que cuando llevaron a los ingenieros franceses -discípulos de De Lesseps y que ya habían construido el Canal del Suez-, a diseñar el primer proyecto de canal interoceánico, los de saco y levita y abolengos santafereños, los llenaron de peros, letras menudas y sobrecostos, hasta que se enredaron tanto que tuvieron que abortar esta obra que al final construyeron los gringos y partió el mundo en dos.

Por algo, hace poco el patriarca del Grupo Santodomingo, antes de morir, fusionó Bavaria en este país hermano o Rafael Núñez, cuando todavía era liberal, alguna vez afirmó que la capital del país debería ser ciudad de Panamá. Si eso hubiese sido así, como lo reiteró Daniel Samper Pizano en una columna, no nos hubiéramos sometido a 200 años de atraso y quién sabe qué lugar ocuparíamos hoy en esta sociedad globalizada: ¿quizás seríamos los gigantes latinoamericanos, los tigres del Caribe o algo así? Sin embargo, preferimos un centro, sin salida al mar, rodeado de tres cordilleras y con un frio y llovizna perpetua, lleno de palomos y gatos y otras especies, desde donde se centralizan recursos y se descentralizan responsabilidades, así nuestro primer Gobernador Don Rodrigo de Bastidas haya sido quien les habría enviado al Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, quién sabe si bajo el sofisma de distracción de nuestros nativos sobre la supuesta existencia de un gran tesoro que con malicia le llamaron El Dorado.

Entre otras cosas, da grima que la visión progresista de nuestro más insigne investigador social del siglo XX Orlando Fals Borda, la han desagregado en sus componentes, de tal manera que sólo se desarrolla en lo que no toque intereses hegemónico, cuando debería permitir avanzar en la solución de nuestras grandes disparidades. No es sólo un asunto generalizado de conformismo, o de indolencia de una supuesta clase dirigente corrupta, o de falta de espíritu, malicia o dejadez de nuestro pueblo; es también la poca igualdad de oportunidades del centro hacia la periferia y quizás nada de autodeterminación de la nación Caribe.

Finalmente, no es que retome los postulados del periódico "Costa Libre" de mediados del siglo pasado, cuando hablaban de la República Independiente del Caribe, de todos modos, por algo será que la Alemania de Bismark y el nazismo incipiente en su ideal expansionista en América invirtió acá, con Leo S. Kopp, en su primera fábrica de cervezas y con Scadta el servicio pionero de transporte aéreo; o los gringos nos volvieron una República Bananera, que aún vive de enclaves y bonanzas legales o subterráneas, y hasta quisieron poner una base militar en Malambo; aunque si pienso que por nuestra historia, posición geoestratégica, por nuestro talento humano y riquezas naturales, deberíamos tener una mayor autonomía financiera, descentralización administrativa y empoderamiento; aunado a más capacidad de innovación, de competitividad y de liderazgo, entre otras miradas, que nos permitieran desarrollarnos con un mercado interno adecuado para avanzar en la solución de nuestras necesidades básicas insatisfechas, y proyectarnos a la integración con el Mar Caribe, los países vecinos y las demás dinámicas de la economía globalizada.