Estás buscando que me quite la correa

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Hasta el momento se desconocen los motivos del repudiable asesinato del diputado «Chiri» Castillo. Se une el Chiri a una larga lista de líderes asesinados en Colombia; asesinatos que en su mayoría no han sido resueltos aún por la justicia.

Cinco millones. Eso dice el sicario que le pagaron por el trabajo. ¿Tan poco vale una vida humana por estos días? ¡Qué tristeza tan grande!

Me pregunto, si la convulsionada realidad social plagada por la violencia que nos ha tocado vivir, nos ha convertido en una sociedad indolente; en una sociedad en la que la vida de los seres humanos no vale nada, y en una sociedad en la que ya nadie se conmueve.

No se necesita ser mago para entender que en gran parte nuestra violencia es producto de la intolerancia. Sí, somos una sociedad intolerante en la que todos queremos imponer nuestros puntos de vista a las patadas.

Somos una sociedad que tiene problemas aceptando la diversidad, aceptando al que es diferente y al que piensa distinto. Y como no aceptamos a los diferentes, entonces los eliminamos.

No somos una sociedad entrenada para convivir pacíficamente entre las diferencias, a discutir sin intentar convencer al otro, a tomarnos el tiempo de escuchar y entender los puntos de vista contrarios, aunque no se compartan.

Y la intolerancia comienza por los hogares, en los que el concepto de autoridad mal entendido, se presta para doblegar la voluntad de los hijos, recurriendo a la violencia física y sicológica. Y cuidadito con contradecir al energúmeno de la casa porque puede correr sangre inocente. ¡Aquí mando yo!

Este proceso de violencia intrafamiliar, que luego es transferido a otras esferas de la vida social, es un proceso deformativo, en el que condicionamos a nuestros hijos a obrar en el mundo movidos por acciones externas y no por motivaciones internas y convencimiento.

Ya adultos, salimos a hacer lo que aprendimos, o sea, imponernos a correazos y a gritos, metafóricamente hablando.

Una sociedad deformada desde su célula primaria, obviamente que es caldo de cultivo para guerrilla, paramilitares, abusos de poder por parte del Estado, magnicidios, venganza particular, y en fin todo tipo de violencia producto de la intolerancia.

A los colombianos nos cuesta mucho trabajo dialogar y resolver nuestras diferencias civilizadamente. Y nos cuesta trabajo entender que muchas veces ante la imposibilidad de transar diferencias, el único camino posible es convivir amigablemente entre la diversidad. Preferimos el diálogo de fuegos cruzados.

¿Qué vamos a hacer? Mejor aún, ¿qué va a hacer cada uno de nosotros para cambiar esto? Lo cierto es que mientras los padres sigan deformando a sus hijos, la intolerancia y la violencia serán parte de nuestro ADN social.

No sé cual haya sido la supuesta justificación para asesinar al «Chiri» Castillo, pero ninguna es buena, y estoy seguro que en el fondo es un caso más de intolerancia

Mi generación no ha conocido un solo día de paz, y en mis casi cuarenta y seis años de vida, tengo ya grabada en la memoria una larga lista de asesinatos políticos: Galán, Gómez Hurtado, Pardo Leal y la UP, Pizarro, Antequera, Cano de El Espectador, y toda una lista interminable de candidatos, concejales, diputados, alcaldes y gobernadores a lo largo y ancho del país.

Uno es el que tira del gatillo, pero el verdadero autor intelectual es el sistema de valores sociales que compartimos y que nos ha convertido en insensibles e intolerantes. Y en una sociedad que no se conmueve, se requiere cada vez de actos más y más violentos para lograr alguna reacción.

¿Es acaso esta la Colombia que le queremos dejar a nuestros hijos y nietos? Tenemos la obligación moral con las futuras generaciones de hacer algo.

Un buen comienzo sería que los padres piensen seriamente en cómo están educando a sus hijos. Si como padre usted recurre continuamente a los gritos o a los golpes, está caminando por el sendero equivocado.

Mire a ver qué es lo que va a hacer al respecto porque la obediencia ciega a la violencia se disipa cuando el débil deja de ser débil, y entonces los cuervos que crió, le sacarán los ojos.

Paz en la tumba del «Chiri».