Lindbergh: cara y sello del gran aviador

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Del famoso aviador Charles Lindbergh hay muchos recuerdos. Uno de ellos permanece aún en la memoria de la gente: la misteriosa desaparición de su pequeño hijo. Ambos personajes ocupan gran parte de esta nota periodística, en la cual alternamos momentos de gloria y de tragedia en el seno de esa familia.

     Charles Lindbergh nació el 4 de febrero de 1902 en Detroit, Míchigan, Estados Unidos. Hijo de inmigrantes suecos. Su padre fue un congresista que se opuso a la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Su madre era profesora de química. Charles, desde muy joven se interesó por las máquinas; asistió a un programa de entrenamiento de una escuela de vuelo y mecánica e ingresó a un curso para pilotos en la Universidad de Wisconsin. Posteriormente compró su propio avión y comenzó a entrenar con el cuerpo aéreo del ejército.

     Realizó un vuelo entre Nueva York y México, hecho que fue considerado como una gran proeza. Pero su consagración definitiva estaba por llegar: en 1927 decidió participar en un concurso patrocinado por el filántropo francés Raymond B. Orteig, quien otorgaba 25.000 dólares al primer piloto que realizara un vuelo trasatlántico sin escalas entre Nueva York y París. En ‘El espíritu de San Luis’, monoplano de un solo motor que él había modificado, despegó del campo de aterrizaje Roosevelt, en Long Island, Nueva York, el 20 de mayo de ese año y llegó a Le Bourget, aeropuerto cercano a París. Había gastado 33 horas y 32 minutos. El mes siguiente, el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, le otorgó la Cruz de Vuelo. En 1929 recibió la Medalla de Honor por su histórica hazaña.

     En la vida de Lindbergh encontramos notables contradicciones: Fue congresista de su país. En uso de sus funciones, criticó la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Se había declarado abiertamente seguidor de Hitler. Sin embargo, cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor, en diciembre de 1942, Lindbergh quiso volver al ejército, pero fue rechazado. Eso no impidió que trabajara como mecánico en la reparación de aviones. Recibió la Medalla de Honor del ejército nazi, por lo que fue duramente criticado.

     Lindbergh, además de aviador fue ingeniero mecánico, explorador, inventor y activista social. En el desarrollo de esta última faceta dictó conferencias en contra de la guerra y demostró ser un antisemita. Al respecto, suele mencionarse una novela del escritor Philip Roth titulada ‘La conjura contra América’; en ella un antisemita prohitleriano (Lindbergh) llega a la presidencia de los Estados Unidos al vencer en las urnas a Franklin Delano Roosevelt. Sin embargo, durante la segunda Guerra Mundial Lindbergh actuó como técnico civil en las compañías fabricantes de aviones y cumplió misiones en el océano Pacífico y en Europa al servicio de la fuerza aérea de Estados Unidos. Esta participación le sirvió para recuperar un poco su imagen.

     La fama iba por un lado; por otro, una gran desgracia asoló la vida del gran piloto: la pérdida de su hijo, Charles Augustus Lindbergh, Jr. Este lamentable caso dio origen a la expresión “Estar más perdido que el hijo de Lindbergh”, para indicar la dificultad o imposibilidad de hallar algo extraviado. El pequeño, de veinte meses de nacido, fue raptado de sus habitaciones el 1 de marzo de 1932 por el carpintero alemán Bruno Richard Haupmann, quien pretendía cobrar jugoso rescate al exitoso aviador. La escalera de madera, construida por el raptor, se rompió cuando este bajaba con el pequeño y el infante falleció. Sin embargo, el delincuente exigió y recibió dinero de la familia. Se cuenta, como dato curioso, que alrededor del sitio donde el carpintero enterró el cuerpo del niño surgió un comercio informal cuyo atractivo principal eran pequeñas escaleras de madera, réplicas de la que había utilizado el carpintero para cometer su ilícito. Al Capone, desde la cárcel, ofreció una recompensa de 10.000 dólares para rescatar al niño. Nunca se supo si los restos encontrados eran los del hijo de Lindbergh. Finalmente, el carpintero murió en la silla eléctrica, con la afirmación de inocencia que siempre había sostenido.