El mes de abril pertenece a Guillermo Buitrago

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez nació en Ciénaga, Magdalena, el 1 de abril de 1920. Sus padres: Roberto Buitrago Muñoz, antioqueño, y Teresa Mercedes Henríquez, cienaguera. Como muchos cantantes de antaño y de ahora, el conocido ‘Jilguero de la Sierra Nevada’ nunca cursó estudios de música; y como la inmensa mayoría de esos autodidactas, Guillermo comenzó acompañando los sones que escuchaba con lo que tuviera a la mano: cajas de madera o de lata, implementos de cocina o simplemente silbando en solitario.

La guitarra fue su compañera y con ella viajaba por los polvorientos pueblos del territorio costeño interpretando melodías inspiradas en escenas cotidianas de nuestros villorrios Buitrago fue figura clave para la divulgación de la música en la antigua Provincia. El cantante se presentaba en emisoras regionales como Ecos del Córdoba, Radio Magdalena de Santa Marta y Emisora Atlántico, de Barranquilla. En 1940 había realizado una gira por la región central del Valle de Upar. Así conoció la riqueza musical de las comarcas. Cantó con diversos grupos y estuvo vinculado al vallenato con guitarra. Conformó el conjunto llamado ‘Buitrago y sus muchachos’, con Ángel Fontanilla como principal acompañante; dio a conocer los primeros paseos de Escalona, de Tobías Enrique Pumarejo, de Emiliano Zuleta Baquero y de otros importantes trovadores de su época.

Édgar Caballero Elías, conocedor de la vida y la obra del cantautor, dice en su libro “Guillermo Buitrago, cantor del pueblo para todos los tiempos”: “El hecho de que un humilde cantante provinciano, sorteando toda clase de dificultades, pudiera conquistar la simpatía de toda la región, en primera instancia, para luego meterse en el corazón de todo un país en tiempos en que no se disponía ni en sueños de las ventajas de que hoy gozan los artistas jóvenes, es no solo una hazaña, sino indicativo de que ese artista fue alguien totalmente fuera de serie, un cantautor y músico que dividió la historia de nuestra música”.

Las nuevas generaciones —sobre todo en el interior del país— tienden a confundir el nombre y las canciones de Buitrago con las de un cantante que surgió en la década de los 90 y se dio a conocer como “Buitraguito”. Este hecho, aunque no parece malintencionado, desvía en cierta manera el respeto y la admiración que el pueblo colombiano debe al precursor de la música vallenata tradicional. Pero, como dice un adagio popular, “una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín”.

Cada vez son menos las personas que recuerdan las presentaciones radiales de Buitrago en las emisoras La Voz de Santa Marta y Radio Magdalena. En la memoria de esos ancianos permanece la imagen del cantante que, vestido de blanco, después de cada audición se apresuraba a tomar el tren de las 5:05 de la tarde para regresar a su Ciénaga natal. Era el mismo “tren-diablo” que ahora añoramos los costeños y en el cual Escalona ingresaba a Santa Marta para estudiar en el Liceo Celedón después de sus vacaciones.

Gracias, Maestro, por sus canciones propias y por las interpretadas con su estilo único e irrepetible. Gracias por ‘Arbolito de Navidad’, ‘Las mujeres a mí no me quieren’, ‘La piña madura’, ‘Compa’e Heliodoro’, ‘Dame tu mujer, José’, ‘Ron de Vinola’. En su voz se escucharon en la década de los 40 ‘El testamento’, de Escalona, ‘La víspera de Año Nuevo’, de Elías Enrique Pumarejo y ‘Qué criterio’ —conocida hoy mundialmente como ‘La gota fría’—, de Emiliano Zuleta Baquero.

Podríamos decir que abril es el mes de Buitrago, pues el cantante falleció el 19 de ese mes. Lástima que este valor tan destacado de la música colombiana haya fallecido a los veintinueve años, precisamente cuando se abría para él la posibilidad de conseguir importantes contratos internacionales. Siempre resultarán insuficientes las notas elogiosas que se escriban sobre Guillermo Buitrago. Sería muestra de ingratitud no recordar al cantautor que revive en los hogares colombianos, por lo menos en la última semana de cada año.