¿Y qué nombre les pondremos?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Siempre me ha causado curiosidad el término "Bacrim", como llaman a las denominadas bandas criminales emergentes. Es más: tampoco entiendo el porqué del nombre "bandas criminales emergentes", pero ambas voces fueron ya adoptadas por prensa, comentaristas, autoridades y sociedad en general.

En el caso de la expresión "bandas criminales emergentes", la cuestión trasciende una simple discusión semántica, pues habla de su origen y de su conformación. Esos malos bautizos confunden y vician los análisis porque les cargan un elemento errado desde el principio.

Las llamadas "Bacrim", bandas criminales emergentes, ¿son bandas?, ¿de dónde emergieron? Pienso que aún falta investigar y analizar bastante para darle una caracterización a este fenómeno.

Las autoridades y varias organizaciones han estudiado el tema y lo han divulgado, pero aún es insuficiente, y me temo que hasta ahora se está simplificando demasiado, fruto de ese afán por definir rápidamente ya sea para encontrar soluciones o simplemente para publicar.

Una banda es un grupo organizado, para delinquir en el caso de marras.

Por tanto, requiere cierta especialidad interna de funciones y alguna permanencia en el tiempo. Una banda no son tres o nueve delincuentes que se juntan para cometer un delito, repartirse el botín y hasta luego. Implica, además, una especie de identidad de grupo. ¿Esos delitos que se han cometido últimamente y de los cuales tanto se está hablado son fruto de bandas o de uniones ocasionales?

Es posible que numerosos de tales actos execrables provengan de las primeras, pero todos no son originados por ellas, es decir, por los grupos que las autoridades tienen identificados, incluso con nombres también de dudosa paternidad como Paisas, Nevados, Rastrojos, Urabeños, Renacer, Águilas Negras, Machos y muchos más.

Si son o no criminales ya está más que resuelto a estas alturas: guerrilla y paramilitares se encargaron con sus reales motivaciones y barbaries de deslegitimar políticamente cualquier colectivo que use el delito para conseguir fines.

Por último queda el adjetivo "emergente", que tiene dos acepciones, no necesariamente diferentes entre sí: una, usada para todo aquello que sube abruptamente desde alguna fuente o que reemplaza algo, y, otra más popular, se refiere a lo que es nuevo rayando con lo arribista. La opinión generalizada sobre las "Bacrim" es que surgieron rápidamente de una fuente: del paramilitarismo, o que lo reemplazaron. Sin embargo, no creo que ello esté probado de una manera absoluta y exclusiva.

Primero, porque no se puede hablar de bandas que como tales provengan de esos grupos sino más bien de individuos que se fueron juntando, segundo, porque también entre ellos hay ex guerrilleros y, tercero, porque los paramilitares no se han acabado.

Pero en últimas, todo este asunto trata de unas bandas o individuos que surgen de un país con una larga historia de violencia, es decir, son personas que hacen lo que han hecho otras desde hace 50 años o más: delinquir y asolar campos y ciudades.

Por tanto, no son emergentes, son aún esa misma violencia y esa misma delincuencia histórica con otro ropaje y diferente nombre. La misma delincuencia que ningún presidente ha causado exclusivamente pero que tampoco ninguno ha podido erradicar.

En fin, apelativos para llamar a "los malos" se han dado cientos en diferentes épocas provenientes tanto de las autoridades, como de la calle, de la prensa y hasta del cine y los cómics. Recuerdo forajidos, bandoleros, malhechores, criminales, pillos, villanos, rufianes, apaches (en los sesenta en Colombia así les decían), facinerosos, maleantes, individuos al margen de la ley, y el últimamente muy usado bandidos, materile-rile-ro.

Pero insisto porque ya lo he dicho: "Bacrim" me suena como a remedio, y se supone son lo contrario. De todas maneras, por el nombre no vamos a discutir: llámense como se llamen son una grave enfermedad regada por el país que el gobierno tiene que curar.