Parque San Miguel, el parqueadero público del Centro

El parque San Miguel se convierte cada día en un parqueadero de vehículos.

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Es el único de los parques del Centro Histórico del que aún pueden disfrutar los vecinos del sector, quienes son los que se encargan de su mantenimiento, pues aseguran que es poca la atención que le prestan las autoridades y se quejan de quienes lo usan para estacionar sus vehículos.


En los límites del Centro Histórico de Santa Marta se encuentra el parque San Miguel, ese que nació a la par del cementerio del mismo nombre.

Se trata de un lugar en el que confluyen diferentes actores de las comunidades que lo rodean, cada uno para apropiarse del parque según sus intereses.

Al espacio llegan los pensionados a armar sus tertulias, las madres a distraer a sus niños, los jóvenes a realizar deportes, algunos adultos a hacer competencias de ajedrez y los conductores de vehículos quienes lo usan como parqueadero.

El parque es uno de los cinco que se encuentran dentro del Centro Histórico, pero es el único del que verdaderamente han podido apropiarse las comunidades como un sitio de esparcimiento.

El lugar se conserva en buenas condiciones según la gestión de los propios vecinos, asegura Wilfredo Agudelo, un pensionado que cada tarde se sienta a charlar en el parque.

“Está limpio por la comunidad, los árboles están podados por la comunidad y la cancha está en buenas condiciones por la comunidad y los deportistas”, explica el hombre.

Según Agudelo, el parque no recibe mayor mantenimiento por parte del Distrito, pese a que el mismo está considerado Monumento Nacional desde el año 1959, cuando la ley 163 le dio ese reconocimiento a todo el Centro Histórico.

La desatención se nota, por ejemplo, en la falta de luminarias que hay en el lugar, que hace que luzca muy oscuro cuando cae la noche, de acuerdo con Melvin Rodríguez, vecino del sector.

“Este es un parque donde la gente hace mucho deporte, sea básquet o microfútbol, también ajedrez, eso por la propia comunidad que se organiza, pero hace falta la iluminación, porque cuando cae la noche queda oscuro y ya no se puede jugar”, explica Agudelo.

Luchan contra los problemas

Al igual que el resto de los parques y plazas de la zona vieja, también se presentan casos de indigencia y drogadicción. “A veces vienen habitantes de calle a dormir en las noches y viciosos a consumir drogas, entonces nos toca llamar a la Policía”, cuenta Rodolfo Carbonó, quien frecuenta el lugar y considera que hay poca presencia de las autoridades.

Carlos Perea, vecino del sector, asegura que la falta de uniformados hace que el sitio se vuelva inseguro y que eventualmente se presentes atracos.

Agrega que además los agentes no hacen nada en los casos en los que los conductores parquean sus vehículos sobre el adoquinado, restando espacio público y dañando el piso, ese que se terminó de instalar en el año 2009 en el marco del Plan Centro, programa que costó 20 mil millones de pesos en esa época según el Ministerio de Cultura.

Aún así, los vecinos se resisten a perder sus espacios y cada tarde salen a hacer uso, a su manera, del lugar de esparcimiento.

Se quejan principalmente de las personas que usan el parque como estacionamiento. Y es que quienes deben hacer sus “vueltas” en el Centro Histórico muchas veces dejan sus vehículos sobre el adoquinado de este espacio público.  La situación empeora cuando hay sepelios.

Vecinos se toman el espacio principalmente para hacer deportes. Fotos: Orlando Marchena
Vecinos se toman el espacio principalmente para hacer deportes. Fotos: Orlando Marchena
Vecinos se toman el espacio principalmente para hacer deportes. Fotos: Orlando Marchena
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Vendedores a raya
A diferencia del resto de los parques y plazas del Centro Histórico, son contados aún los vendedores informales que se observan en el sitio. Los que llegan son ambulantes, no se quedan permanentemente, básicamente acuden con dulces para atraer a los niños y bebidas para llamar la atención de los deportistas.

Llegan cuando el parque está en su punto máximo de afluencia, desde las 4:00 pm, cuando los pensionados empiezan sus charlas, los jóvenes juegan futbol, básquet o hacen crossfit, los niños corren y los ajedrecistas comienzan sus partidas.

Los únicos vendedores que tienen permisos para permanecer en el lugar son los 16 de los puestos de flores, quienes también se encargan de mantener aseado el lugar.

Por: Daniela A. García
Redacción EL INFORMADOR


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