En la casa Lacouture Zúñiga la cita es cada 29 de julio

Una verdadera fiesta se viven en los balcones de la vieja casa cada 29 de julio, cuando sale a las calles la imagen de la santa de la ciudad.

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Santa Marta recibe la devoción de sus seguidores desde los balcones de la bella casona sobre la avenida Campo Serrano, que se engalana con las banderas de la ciudad, arrojando flores y serpentinas al compás del baile de la santa.



Los medianos árboles plantados alrededor ya no permiten apreciar su particular belleza arquitectónica. El bullicio y la rapidez con que se tiene que transitar por la avenida Campo Serrano, también impide a que nos detengamos para admirar un capítulo de la historia de Santa Marta, donde el crecimiento urbanístico iba de la mano con la belleza.

Construido en 1909 el edificio Casa Lacouture Zúñiga posee por unas 40 puertas que dan para el exterior, lo que lo convierte en una casona con rasgos únicos dentro del conjunto de inmuebles del Centro Histórico.

Abajo, el abominable comercio se apoderó de su fachada, en su segundo piso, una pieza intacta de la historia de la familia cuyo nombre prevalece en letras grabadas a su entrada. Conocer la casona y, sobretodo, lo que ella guarda como recuerdo, de la mano de quienes la habitaron, es entender el por qué las generaciones pasadas siguen pregonando a pecho hendido que antes en Santa Marta se podía dormir con las puertas abiertas.

Pero esa majestuosidad vuelve a cobrar vida con cada 29 de julio. El día de santa Marta congrega a miles de fieles a una procesión que se transforma en una gran masa humana que transita por el centro de la vieja Santa Marta, pero apenas la imagen sale de su aposento, menos de media cuadra hace la parada más importante para ser reverenciada y festejada.

Descendientes de los Lacouture Zúñiga y devotos se agolpan en los balcones, cada 29 de julio, para admirar a la Santa llevada por sus cargueros, una tradición que va acompañada de confetis, serpentinas y pétalos de rosas, que al sonar de las trompetas y guitarras de un mariachi, son arrojados a la patrona de la ciudad en su día y en agradecimiento por los favores recibidos

Un patrimonio de la ciudad

Originalmente la propiedad en los albores del siglo XX era de las familias Cayón Pastré y Zúñiga Pastré, pero su esplendor los dio el reconocido médico originario de La Guajira, José Silvestre Lacouture Daza en compañía de su esposa doña Paulina Zúñiga Díaz Granados, quienes a partir de 1928 formaron su hogar para establecerse definitivamente en la edificación.

La edificación albergaba dos ambientes: el de vivienda familiar en la parte que cuenta con altillo en la calle de la Acequia con Campo Serrano y de uso comercial, sobre la Calle Santo Domingo.

Entre otros establecimientos que allí funcionaron tuvo su sede el primer club para las familias de la sociedad de Santa Marta, llamado simplemente Club Social y también fue sede de la Escuela de Bellas Artes, tal como lo recuerda miembros de la familia Lacouture Zúñiga, quienes recuerdan como sus tardes en casa de su padre se escuchaban los acordes de violines y los afinados toques del piano.

Hoy la parte que corresponde a la vivienda aún guarda parte del ambiente familiar de los esposos Lacouture Zúñiga y sus siete descendientes, Carlos; Alberto y Paulina (fallecidos); Beatriz, Olga Cecilia, Margarita y Alicia Lacouture Zúñiga y sus hijos que gozaron y vivieron con intensidad cada uno de los rincones de esta bella casa, con juegos infantiles y largas estadías con sus abuelos, haciendo de ella un sitio familiar con habitaciones amplias, donde la brisa marina no deja de entrar por las imponentes puertas de dos hojas hechas de ceiba y cuya claridad permanece intacta hasta el anochecer.

Aunque en la actualidad la entrada principal se encuentra sobre la calle de la Acequia (15), cuentan quienes la habitaron en su infancia, que la casa poseía dos escaleras estilo caracola en el patio principal y que conducían a la segunda planta. Hoy, una escalera de cemento pulido con hierro forjado lleva hasta el segundo piso, no sin antes atravesar una puerta de madera tallada en rombos.

Al terminar los escalones un recibidor con vista al patio central invita al descanso, a un lado, el gran salón para las visitas y en el que se hacían las reuniones familiares, fiestas y otros eventos, es el centro principal de la parte familiar de la casa. Amplitud en todas las habitaciones, nada comparable con las que prevalecen en la oferta urbanística actual. Se destaca la habitación principal, en la esquina de la Campo Serrano con La Acequia, donde aún se encuentra incrustado el viejo closet de madera del doctor Lacouture y en el que guardaba entre otros elementos su vademécum y una que otra pastilla que recetaba a sus nietos.

Los arcos sostenidos con columnas de mármol invitan a recrear el estilo de vida reposado que se acostumbraba a ver en la Santa Marta de comienzos del siglo XX. Claraboyas por doquier se sumaban a la permanente ventilación que daban las puertas abiertas de par en par.

Sus balcones, en la actualidad restaurados, dan un privilegiado panorama hacia las imponentes montañas de la sierra y hacia el mar, pero todo ello se ha venido ensombreciendo por las construcciones aledañas que han venido a opacando el paisaje que caracterizaba su vista.

Pero quizás lo más llamativo de la casona es su altillo en el cual se accede por una estrecha escalinata de madera. Allí, otras dos habitaciones certifican la numerosa familia que la habitaba. Es la única parte donde existen ventanas. En una de ellas podía verse de frente al mar, cosa imposible hoy. Hacia otra ventana cubierta de barrotes de hierro y anjeo muestran una inusual vista hacia la Catedral Basílica de Santa Marta, y en el que se observa sus dos cúpulas y el campanario casi que a un mismo nivel, un privilegio que solo desde esta casa se puede ver.

Datos curiosos

en su construcción

En la construcción del edificio iniciado en 1909 y concluido en 1915 no hubo diseño de un profesional de la arquitectura, cuentan quienes conocen la historia que fue un prestigioso abogado de la ciudad, el responsable de erigir el edificio.

La demora por casi seis años de la construcción estuvo relacionada con la obtención de los materiales, los ladrillos tipo romano que adornan la fachada están hechos con cemento traídos en barriles desde Noruega y que tardaban meses traerlos hasta el puerto samario, al igual que las varillas de hierro que soportaban la estructura y que en algunas ocasiones, debido a la escasez del material tuvieron que ser reemplazadas por vigas de madera.

Por Mario Ibarra Monroy
Fotos Oscar Mejía
Una característica particular de esta edificación son los ladrillos tipo romano con los que adorna su fachada, estos fueron hechos con cemento proveniente de Noruega. La obra tardó seis años en ser erigida.
Una verdadera fiesta se viven en los balcones de la vieja casa cada 29 de julio, cuando sale a las calles la imagen de la santa de la ciudad.
El patio interior aún conserva algunas plantas ornamentales. Los arcos sostenidos por columnas de mármol y las persianas de madera son parte de la originalidad de la casa que data de comienzos del siglo XX.
La imponente esquina de la calle de la Acequia (15) con avenida Campo Serrano, donde el edificio Lacouture Zúñiga ha permanecido en pie por 107 años.
El doctor José Silvestre Lacouture Daza y su espoña, doña Paulina Zúñiga de Lacouture en 1978 durante la conmemoración de sus cincuenta años de matrimonio, acto que se celebró en su residencia.
La pareja de novios durante su compromiso, el cual fue festejado en el salón principal de la casona que terminó siendo su hogar por décadas.
Margarita, Alberto, Paulina, Alicia, Olga Cecilia y BaatrizLacouture Zúñiga, junto a sus padres el doctor José Lacouture y doña Paulina Zúñiga, en la celebración de las bodas de sus bodas de oro. Ausente en la fotografía Carlos, el mayor de los hermanos.
Santa Marta hace su primera parada frente a la casa Lacouture Zúñiga, allí es venerada con pétalos de rosas, confetis y serpentinas, al son de la música tocada por mariachis.
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