El hambre: la otra cara de la sequía

Las enormes playas que sobresalen en medio del río evidencian que la sequía va avanzando y las dificultades para quienes viven de la pesca aumentan.

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Los niveles del río Magdalena siguen bajando, las playas en medio del afluente son cada vez mayores y los peces con los días más escasos. Las comunidades ribereñas que viven de la pesca pasan dificultades para su supervivencia.

Por Wendy López Picón

Redacción EL INFORMADOR

Los niveles del río Magdalena siguen en descenso. Las enormes playas que sobresalen en medio del río evidencian que la sequía va avanzando y las dificultades para quienes viven de la pesca aumentan.

En los corregimientos ribereños de Plato sus ingresos para el sostenimiento de sus hogares y su alimentación provienen de la pesca, al estar bajos los niveles del río esta labor se dificulta, no solo generando problemas para transportarse a través de la arteria fluvial, sino para poder comer y sobrevivir.

Es el caso de los pescadores de San José de Purgatorio, una población de alrededor de dos mil habitantes que viven del río Magdalena, utilizando sus aguas para cocinar, bañarse, transportarse y alimentarse.



Supervivencia

Anteriormente se conoció la manera en la que esta población educa a sus hijos, con las dificultades en las que logran hacer camino en la educación del Magdalena, esta vez, se conocerá la forma en la que viven, o más bien sobreviven en medio de la precariedad.

En esta población los hombres de la casa salen a las 5:00 de la mañana en busca de sus canoas o chalupas para iniciar con su labor diaria.

“Los que pescan en la mañana salen a las 5:00 de la mañana y los que pescan en la noche salen con el trasmallo a la 1 de la tarde de aquí al río o al playón, pero esto cada vez está peor porque cada día está más seco”, afirma Julio Beltrán, pescador afectado.

Julio Beltrán, pescador afectado.


Los pescadores luego de la faena de buscar los escasos pescados en esta época, se dirigen al puerto a venderlos a un bajo precio por lo pequeño de su tamaño; terminando su jornada con ocho mil o diez mil pesos en el bolsillo que es lo que alcanzan a recoger luego de una ardua jornada.

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Con 10 mil pesos diarios que obtienen de la venta de peces los pescadores de Purgatorio deben sostener su casa, alimentar a su familia y dar para el estudio de sus hijos.

“En estos momentos por la sequía solo comemos una comida diaria, si hay para el desayuno no hay para el almuerzo o la cena, esto está duro.”, manifestó Aida Blanco, ama de casa.

Los niveles del río siguen bajando, según información brindada por el inspector fluvial de El Banco, puede llegar el río a los 3,04 metros dejando en estado crítico a esta población ribereña.

A la derecha el agua que cogen del río Magdalena, a la izquierda el agua tratada con límpido y alumbre.



Sin agua potable

El agua del río Magdalena es todo para los habitantes de Purgatorio, la utilizan para cocinar, para bañarse, para lavar y tomar, sin ningún tipo de tratamiento por parte del gobierno, ellos mismos la tratan.

El agua la cogen en baldes grandes del río, la llevan a sus casas y ahí le echan cloro y alumbre para que le “mate las bacterias” como afirman, la dejan reposar por uno o dos días y luego la utilizan para las labores antes mencionadas.

Para bañarse algunos van a las orillas del río y utilizan sus aguas para asearse, o las cogen en baldes y se bañan en sus casas.

Si no tienen el agua del río estas comunidades quedan sin el preciado líquido para su supervivencia, ya que la utilizan para todo.

De igual modo no cuentan con servicio de gas, por lo que cuando la pesca ‘esta buena’ compran cilindros de gas, cuando no como ahora, cocinan a leña una vez al día.

La comunidad no cuenta con servicio de gas, por lo que cuando la pesca ‘esta buena’ compran cilindros de gas, cuando no como ahora, cocinan a leña una vez al día.



Víctimas de robos

A mediados de enero este medio periodístico denunció el atentado que sufrió esta comunidad a mano de personas armadas con machetes, quienes una noche dañaron 30 canoas, dejando a los pescadores de este corregimiento sin su medio de trabajo.

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Hoy casi un mes después no se han podido recuperar de esa pérdida, aunando la sequía y la falta de su herramienta de trabajo como un factor fundamental para que esta comunidad entre en desesperación para su sostenimiento.

Algunos pescadores como es el caso de Julio Beltrán, quien tenía seis canoas y dos botes que utilizaba él mismo para su pesca y se las alquilaba o prestaba a alrededor de 10 pescadores del pueblo para que se ‘rebuscaran’ su día.

Las canoas destrozadas que no han podido recuperar, complicando aún más su trabajo.

“Me robaron tres, me destruyeron tres y dos botes, con eso es que sobrevivimos, ahora me toca estar viendo quien me lleva para poder pescar o a ir a ver los cultivos de yuca que tengo en la playa. No nos hemos podido recuperar, la situación esta mala para poder arreglar las canoas porque quedaron inservibles.”, afirma Beltrán.

Asimismo, afirman que los hurtos se han vuelto constantes en el corregimiento; personas inescrupulosas a media noche ingresan a los patios de sus viviendas y les roban animales, las canoas y todo lo que encuentren de valor; recalcando que en Purgatorio no existe un CAI o uniformados brindándoles acompañamiento, si sucede algo deben esperar a que las autoridades se trasladen desde Plato.

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Febrero es el mes más crítico de la sequía que según información brindada por el Ideam se puede prolongar hasta finales de abril y comienzos de mayo, mientras esta comunidad sigue luchando diariamente para sobrevivir.



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