Un sueño aplazado

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Todo estaba dispuesto para la inmolación de Luis Carlos Galán en Soacha el 18 de agosto de 1989. Según la Fiscalía, una protección deliberadamente deficiente y penetrada por los perpetradores del vil asesinato, organizada al detalle para no fallar el cometido, y una actitud casi suicida del candidato liberal (como lo manifestó su amigo Alberto Villamizar) permitieron la comisión del crimen. Galán, sin la menor duda, sería elegido presidente de Colombia de no haber sido asesinado. Ese luctuoso día aplazó por mucho tiempo el sueño de un país, ilusión que sigue viva en medio de tanta anarquía. Y es que, en un país político en su mayoría cooptado por indeseables, el refrescante Nuevo Liberalismo (NL) de la mano de figurones como Rodrigo Lara Bonilla, Enrique Pardo Parra, Germán Vargas Lleras, Alfonso Prada, Juan Lozano, Enrique Parejo, Antonio Álvarez Lleras o María Isabel Nieto, emprende con valentía inusitada un intento de depuración de las viejas costumbres, una lucha heroica marcada siempre por la tragedia. La pretensión de diseñar una nueva sociedad a partir de una verdadera democracia quedó trunca en la plaza de Soacha, pero no para siempre.
Galán, fundador y cabeza visible de ese movimiento enfrentaba a dos enemigos poderosísimos: la corrupción y el narcotráfico. Heredero político de Carlos Lleras Restrepo, fue impulsado muy joven al Ministerio de Educación por Misael Pastrana. Desde 1979 se apartó del rancio partido liberal, fundó el NL y en Bogotá, desde el Concejo, desarrolló su meteórica carrera política que le elevó a la categoría de líder nacional. Las elecciones de 1982 dieron paso a Belisario Betancur al solio de Bolívar. Desde los cuarteles liberales de la Avenida Caracas se culpó a Galán de la derrota; se había presentado como candidato independiente por el NL. En 1986 apoya a Virgilio Barco, lo que motiva a Turbay a buscar la unión liberal para afrontar las elecciones de 1990. Ya proclamado candidato liberal en la convención de ese partido, Galán es sentenciado a muerte; recibe serias y constantes amenazas que se traducen en un primer intento una par de semanas antes de ser asesinado en Soacha, complot develado por el coronel de la policía Valdemar Franklin Quintero, quien sería ultimado el mismo día que Galán. Pablo Escobar cobraba venganza por su expulsión de las filas galanistas, y lanzaba un mensaje crudo a la clase política colombiana frente a la extradición de narcotraficantes. La investigación del crimen comenzó mal desde el principio, culpándose de ello a Alberto Jubiz Hasbún, un reo inocente que saldría libre cuatro años después. A los autores materiales apresados los fueron liquidando, de modo que en este cuarto de siglo aún sigue sin esclarecerse toda la verdad: los móviles, todos los autores intelectuales (siempre se han mencionado a Pablo Escobar y Alberto Santofimio) y todo lo que rodeó al hoy considerado magnicidio.
El legado de Galán está presente en buena parte de la Constitución Política de 1991: la descentralización administrativa (hoy degradada), el actual sistema electoral (tergiversado, sí, por su contradictores de entonces) y otros aspectos fundamentales de su pensamiento, especialmente en lo social. El candidato del célebre afiche de Carlos Duque, el comunero de encendida voz en cuello, de no haber muerto tan prematuramente, hoy sería un expresidente cercano a los 71 años, referente político de una Colombia distinta, fiscal de las costumbres políticas ajenas al beneficio común, enemigo de las prácticas corruptas y de la penetración de indeseables en su partido y en la vida política nacional. Ninguno de sus herederos directos ni sus compañeros de lucha parecen demostrar la fuerza y el carácter suficiente para continuar la senda marcada por Galán; incluso, algunos de ellos tomaron rumbo distintos a los que prometieron defender hasta con la vida si fuese necesario. No obstante, el grueso del ideario sigue ahí, latente, a la espera de un adalid capaz de asumir ese necesario liderazgo que enfrente todo aquello que rechazó en vida ese luchador de un cambio positivo.
Apostilla 1: Van quince años de otro doloroso homicidio que trastornó la cotidianidad colombiana: el de Jaime Garzón, aquel crítico mordaz de la política tradicional, que levantó muchas ampollas con sus verdades escondidas detrás un humor sencillo pero de profunda inteligencia. Como en el caso de Galán, las pistas se pierden en brumas insondables.
Apostilla 2. Hace cien años, el mundo iniciaba la Primera Guerra Mundial, cruenta confrontación que, después de millones de muertos, cambió el mapa y el devenir político. Parece que buena parte de la humanidad no tiene recursos dialécticos distintos al plomo.
Apostilla 3: No todo es tragedia. En 1904, el Canal de Panamá puso su cuota de transformación al permitir un paso rápido entre los océanos Atlántico y Pacífico. La IBM, hace 33 años, lanzaba el primer PC, el modelo 5150, que inició una revolución más importante que la industrial.



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