Óbidos pueblo portugués

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Escrito por:

Gustavo Hernández López

Gustavo Hernández López

Columna: Opinión

e-mail: gusherlo@hotmail.com



La mayoría de la gente, cuando viaja a Europa o piensa visitar el viejo continente rara vez incluye en su recorrido a Portugal. Eso ocurre principalmente por desconocimiento, lo cual genera poca motivación y a veces igualmente predomina el interés en conocer los países de más envergadura turística.

Sobre todo si es por primera vez que se va a hacer ese periplo casi nunca se tiene en cuenta el territorio portugués y resulta que se han perdido de apreciar un pueblo trabajador, amable, con villorrios lindos, con bellos paisajes, con un folclor y una música que deja translucir su manera de ser, su singular melancolía y su vigor manifiesto.

También influye el presupuesto, por cuanto no alcanza una gira europea a cubrir o a tener en cuenta esas tierras de la península ibérica y además todos los latinoamericanos lógicamente queremos por lo menos estar en la Madre Patria, con la salvedad de los brasileros que en primera instancia tienen a sus ancestros históricos, es decir a Portugal como punto de partida hacia el mundo europeo.

Pero existe un sitio que es una tacita de plata, una joya de la arquitectura romana, un punto de lo que fue y es una ciudad medioeval, rodeado de una muralla, con casas que parecen que hubiesen sido recientemente pintadas, cuyo número de habitantes es el mismo de 1804, no sobrepasan hoy por hoy de los 3100 obidenses. Ese es Óbidos al cual le voy a dedicar unas letras para que los colombianos sepan que vale la pena gozar de ese lugar suigeneris que nos ofrece Portugal.

Es una localidad escogida en el año 2004 como patrimonio nacional y se está estudiando por parte de la Unesco para clasificarla como patrimonio de la humanidad y forma parte del distrito de Leiria. Se encuentra muy cerca de Lisboa, a 85 kilómetros de la capital portuguesa.

Se construyó esta pequeña villa sobre una colina amurallada y en la parte más alta se vislumbra un castillo, donde funciona una posada. Este monumento histórico es una de las siete maravillas de Portugal, junto con la Torre de Belem en Lisboa y otros altares arquitectónicos. Se destruyó con el terremoto en 1755 más fue totalmente reconstruido.

Este poblado Óbidos significa en latín Oppidum, que es ciudadela o ciudad fortificada, tal cual lo que es y representa. Está formado por casas blancas, decoradas con líneas azules, amarillas y verdes. Sobresalen en esas antiguas construcciones las enredaderas, las materas con sus bellas y coloridas flores y los faroles en las puertas.

Existen varios hoteles en viejas casonas auténticamente portuguesas y en anticuados conventos. El más medioeval de todos es el hotel real ubicado en la casa municipal y posee todas las comodidades y facilidades de comunicación de la era moderna.

Así como en Viena, Turín y Bruselas las fiestas del chocolate son algo especial, aquí en la época primaveral, esto es entre mediados de Marzo hasta principios de Abril se celebra el festival del chocolate, al cual asisten cerca de 200.000 personas.

A quienes nos fascina golosinear nos podemos dar gusto asistiendo allí a comer y a deleitarnos alrededor del cacao. Son verdaderamente fantásticas las esculturas de chocolate, son ciertamente obras de arte.

Si no se sufre de vértigo, recorrer la muralla, un paso estrecho y de altura es algo bien agradable y desde allí se contempla divinamente bien el poblado y sus pintorescos entornos.

Pasar por los arcos y sus calles en el recorrido a pie es sentirse perdido en los tiempos lejanos y retroceder 800 años, es revivir el pasado y valorar lo que nos legaron los históricos antecesores.

En el mes de julio han organizado un mercado en el que muestran todos los productos típicos para la venta y aprovechan esa circunstancia comercial y turística para poner de presente las recreaciones históricas que le dan más brillo a estos bazares de salida de mercancía.

A mi juicio sí hay manera no hay que dudar en ir a Portugal, nos recrearemos a precios menores que más allá de los pirineos, gozaremos de sus bellezas naturales, sus atractivas playas como la de Estoril, el balneario de Lisboa y lo más importante traeremos en el corazón las saudades del fado y de sus habitantes.

Sus buenas carreteras sin ser todas autopistas, nos permiten avanzar mucho kilometraje en un día y por consiguiente percibir la campiña y sus pueblos que son todos cuidados con esmero y mucho amor, con el propósito de brindarle al turista hospitalidad, cordialidad y el mejor servicio en todos los aspectos. No podemos olvidar de que Portugal es la nación número 19 en calidad de vida y tiene uno de los mejores servicios sanitarios del mundo.