La memoria como resistencia para nunca olvidar

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


Afirmar que no existe conflicto armado en Colombia en la actualidad sería inexacto. Aunque el país ha hecho importantes avances, especialmente con el acuerdo de paz firmado con las Farc, esta guerrilla es solo un eslabón de una larga cadena y aún persisten múltiples desafíos.

Desde hace décadas, Colombia ha sido escenario de uno prolongado que ha dejado cicatrices profundas en el tejido social de sus habitantes. No obstante, a pesar de la intensidad y la crueldad de la violencia, la sociedad colombiana ha manifestado una notable resiliencia, utilizando la memoria como un instrumento de resistencia y demanda de justicia.

No obstante, la mayoría de los colombianos no conocemos ni entendemos el dolor que han sufrido los habitantes de la Colombia profunda durante tantas épocas de violencia. Por eso, muchas veces decimos que tenemos la democracia más vieja del continente, la de más estabilidad, pero resulta que persiste un viejo y violento conflicto armado. Eso es un contraste total porque la democracia se basa en el reconocimiento de la diferencia y la guerra es la negación de la diferencia.

Las cifras son devastadoras. Se observa que, en los últimos 60 años, aproximadamente 220.000 personas han perdido la vida, cerca de 5.700.000 han sido desplazadas. 25.000 desaparecidos, 27.000 secuestrados, 10.000 víctimas de minas antipersonal, 1.892 masacres, 95 atentados con bombas, 6.000 niños reclutados.

Estos números no solo reflejan la magnitud del sufrimiento, sino que también resaltan la urgencia de comprender y abordar las raíces y consecuencias de este conflicto. Son cifras aterradoras que a toda la sociedad colombiana la debe sorprender. Es la mayor catástrofe humanitaria en cien años. Y, una carnicería contra la población civil.

Es crucial destacar cómo el conflicto ha sido frecuentemente invisibilizado. Este fenómeno, alimentado por una violencia que ocurre lejos de las principales ciudades, ha sido exacerbado por una cobertura mediática insuficiente y, en muchos casos, una indiferencia generalizada. Esta invisibilidad ha dificultado la consecución de la paz, pues la sociedad no puede aspirar a resolver un problema que no se reconoce plenamente. Por eso los citadinos hablan fácilmente de perdonar sin conocer la desgarradora historia de las víctimas en la zona rural.

Contrariamente a la indiferencia, la memoria emerge como una forma de resistencia cultural y social. Los testimonios de las víctimas y las iniciativas para preservarla son actos de rebeldía contra el olvido y la impunidad. En este contexto, no solo sirve para recordar a los que sufrieron, sino también como un llamado a la acción para prevenir futuras atrocidades.

Pero, a pesar de los esfuerzos de paz, el conflicto en Colombia persiste, mutando en formas que continúan desafiando la cohesión social. Los actores armados han adaptado sus estrategias, intensificando un ciclo de violencia que parece autoperpetuarse a través de nuevas generaciones de disidentes y métodos de lucha.

En síntesis, este conflicto armado es un reflejo de disputas estructurales y desigualdades profundas que persisten en la sociedad.  Así las cosas, la resiliencia de la memoria sugiere que hay un camino hacia la reconciliación y la paz. Como sociedad, es imperativo que reconozcamos y enfrentemos estas verdades incómodas, movilizándonos hacia una solución que honre tanto a las víctimas como a los principios de justicia y dignidad humana.

Así, mediante la articulación de los desafíos y la resistencia, con mi opinión los invito al diálogo necesario para transformar la memoria del conflicto en un legado de paz y justicia para todas las generaciones colombianas. Es muy importante tener siempre un recordatorio de que la paz es un esfuerzo continuo que requiere del compromiso activo de toda la sociedad.

Para concluir, considero importante que apoyemos incondicionalmente la implementación y abracemos toda iniciativa de paz. Ya está bueno de matarnos entre nosotros. Podríamos entristecernos, pero no claudicar en sacar siempre tiempo para la paz. Y, la memoria como denuncia de la barbarie, resistencia al silencio, rechazo al olvido y exigencia de justicia.



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