¿Dónde están los abogados?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Habida cuenta de la incapacidad del presidente Gustavo Petro para maniobrar en el Congreso de la República a su antojo, en consideración de los impedimentos constitucionales y legales legítimamente dispuestos al efecto por parte de la sociedad colombiana, ahora aquel vive repitiendo lo del “modo constituyente” de manera pretendidamente astuta, a ver si la gente cae en eso de irse a las calles a pedir la subversión del orden jurídico. Por fortuna, los colombianos no son estúpidos: se han curado de tal vicio del alma con ochenta años de una guerra civil anticipatoria de todo esto, en la que las víctimas de ambos bandos ya han probado la violencia, la pobreza, el hambre y el desamparo lo suficiente para saber que lo del enhoramala presidente no es sino una trampa de odio.

No deja de asombrar ver a tantos abogados defender la tesis absurda de la constituyente petrista, ya con sus argumentos de pacotilla, ya con su silencio, y se preguntan no pocos si este país, uno de los del orbe donde más letrados hay, en realidad educa en algo a los que gradúa como agentes del derecho. Mi presunción es que, obviamente, la cantidad no es sinónimo de calidad: que un país disponga de muchos abogados no significa que tales sean buenos abogados; lo que permitiría concluir que la discusión jurídica abierta de temas relativos a la organización del Estado no va a ser necesariamente ilustrada. La prueba de esto es que no haya sido desechada categóricamente, por mentirosa, la idea de que dos mil personas en una plaza pueden modificar la Constitución Política.

Hacen más los periodistas serios por desenmascarar las verdaderas intenciones de Petro que los juristas que guardan silencio ante lo que está pasando. En verdad, la prensa libre es un valeroso contrapoder que nos mantiene a flote: nadie más se atreve a enfrentarse al excesivo poder presidencial, supongo que por miedo a perder el trabajo o la seguridad, o bien a convertirse en un apestado. De los políticos del Congreso, por su parte, no se puede esperar mayor cosa: organizan un “desayuno de trabajo” y la venalidad natural de los que se hacen elegir con la plata del pueblo emerge en los codiciosos, para así hacerse con más de la pública. El poder judicial se mantiene en pie, pero está amenazado, y así seguirá mientras la fuerza del derecho no se exprese con dureza.

Ha llegado el momento de ejercer la libertad de que hablaron, y por la cual lucharon y murieron, los próceres de la Independencia. Y esto no es grandilocuencia en vano: si no se destruye desde ya ese “proyecto” que busca aprovecharse malamente del entendible descontento de la gente más humilde, el único destruido será el país. Ese tal “modo constituyente” es una burla a los colombianos que debe ser desarmada con argumentos jurídicos, fundamentalmente; los que, dadas las circunstancias, deben soportarse en acción política defensiva de la legalidad. Así, por ejemplo, este domingo 21 de abril los colombianos tendrían que salir a marchar en masa, como pasó en la última gran manifestación nacional, el 4 de febrero de 2008, contra las Farc (no, no es casualidad). Hoy, como entonces, es menester exigir respeto por las decisiones previas de los ciudadanos sobre su vida.