Historias y leyendas de los faros

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Los marinos anhelan encontrar un faro en sus trayectos náuticos, más allá de las modernas ayudas satelitales y electrónicas. Buscan esa luz orientadora y la esperanza de llegar seguros a tierra firme sin más ayuda que el cielo y los faros, respetando la historia de sus antecesores. Comprueban los faros el conocimiento de su vida marinera.

Con la caída del Imperio Romano se apagaron las luces de los faros. En el medioevo se reactiva el comercio marítimo que favoreció la construcción de nuevos fanales y la reutilización de algunos de los existentes. Las ciudades estado con actividad marítima como Génova, Meloria, Livorno y Venecia construyeron sus propios faros. Génova, con uno de los más altos, se comunicaba con Livorno con banderas y señales de humo como sistema de defensa. El de Meloria fue uno de los primeros construidos en mar abierto para guiar a las naves que entraban al puerto de Pisano; sus enemigos lo derribaron, pero fue reconstruido y hoy es uno de los principales faros italianos. Fue importante el faro de Cordouan, en la desembocadura del río Garona, Burdeos.

 Con la era industrial progresan los faros, y el tráfico marítimo aumenta gracias a los barcos con motores, lo que obliga a balizar la costa, escollos y bajos más importantes. Inglaterra acopia el mayor número de faros; cobra tributos a los barcos que recalaban en sus puertos para mantener los faros, construir otros nuevos e implementar nuevas tecnologías. Las costas francesas seguían el ejemplo a ritmo menor. El resto de Europa y del mundo casi no contaba con estos orientadores. Vinieron mejorías en la iluminación; se agregaron señales sonoras, aparecieron nuevos materiales de construcción como el acero, y otras fuentes de energía. Eddystone, el más famoso fanal ejemplifica la construcción de estos en mar abierto, la típica imagen que aparece en historias, cuentos, novelas y leyendas.

Los faros guían la navegación segura y sirven para evadir peligros. El diseño de ellos siempre es diferente: depende de cada lugar y sus propias condiciones. En épocas pasadas, mucha gente vivía y dependía de los faros; todavía quedan algunos fareros activos. Los fanales han inspirado a poetas, escritores, pintores y fotógrafos. En la costa de la muerte en Galicia (de Malpica a Muros) han ocurrido naufragios atestiguados por los faros: desde los 25 barcos de la Armada Española hasta el desastre del buque petrolero Prestige. El desastre del H.M.S. Serpent, un buque escuela ingles dejó 172 marinos fallecidos. Todos los cadáveres fueron devueltos por el mar y enterrados en Xaviña; por no ser católicos, el lugar se llama el “cementerio de los ingleses”.

Se dice que el Faro de Alejandría tenía una luz tan potente que iluminaba hasta 50 kilómetros. El de Bell Rock en Escocia es tomado como ejemplo de valentía: Robert Stevenson, su constructor, quedó atrapado en el faro durante una tormenta; sobrevivió en su cima. Hay una leyenda en Irlanda: Lady of the Lighthouse fue abandonada en un faro por su amante; desconsolada, se lanzó al mar, convirtiéndose en sirena; su espíritu, dicen, aparece en las noches de tormenta. Los fantasmas no son ajenos a los fanales: los de viejos fareros rondan las ruinas de los faros abandonados, ¿Protegen los tesoros ocultos allí escondidos? Las sirenas que cortejan a los marinos los atraen hasta los faros para causar naufragios.

El Morro de Santa Marta tiene su faro construido sobre la antigua batería de Santana gracias a la Ley de los fanales. Iluminó por primera vez en 1869, después dejó de funcionar y en 1971 volvió a trabajar; en 1982 se le cambió el gas por energía eléctrica. En 1998 se construyó la nueva torre y una lámpara giratoria que se averió posteriormente; fue sustituida por un equipo de destellos luminosos; actualmente tiene una linterna rotatoria.

Apostilla: Recuperar las antiguas baterías y convertir el Morro en un lugar turístico es loable. Por favor: nada de letreros hollywoodenses en nuestro cerro tutelar.



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