Biden es el Judas de la política exterior

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Que los Estados Unidos se abstuvieran de votar una resolución que pedía el cese inmediato al fuego y la liberación inmediata de los secuestrados por Hamas es una posición sin precedentes recientes en la política exterior estadounidense.  Estados Unidos ha sido un aliado incondicional de Israel, que dicho sea de paso es la única democracia en el Medio Oriente.

Hay que recordarles a los que creen que Hamas obtuvo una victoria diplomática, que estas resoluciones de la ONU son tigres de papel.  Israel hará lo que tiene que hacer para asegurar su supervivencia y nadie puede esperar algo diferente.  Lo que está confrontando Israel es una amenaza existencial donde debe utilizar todos los medios a su alcance para persuadir y disuadir a sus muchos enemigos dentro y fuera de la región, que deben pensarlo dos veces antes de tratar de borrar a Israel del mapa. 

¿Por qué actuó Biden como lo hizo?  Porque su apoyo a Israel le estaba quitando votos entre la izquierda radical, y éste es un año electoral.  La lógica de quienes manejan a Biden es simple: el apoyo a Israel puede costarle la reelección a Biden, luego hay que sacrificar a Israel.  La posición estadounidense obedece únicamente a un cálculo político con miras a las elecciones presidenciales, que extrañamente y por coincidencia se produce en plena Semana Santa.  Biden quien se dice católico, tomó a pecho el papel de Judas Iscariote.

Lo cierto es que los problemas de Biden son mucho más grandes y profundos y es poco probable que un cambio en la política exterior hacia Israel le salve el pellejo.  El estadounidense promedio está hoy preocupado por la inmigración ilegal, el alto costo de la vida y tradicionalmente tiene poco interés en política exterior.  Temas como la transición energética han pasado a un segundo plano, lo cual también ha sucedido en la Unión Europea.  El impacto negativo de la agenda ecológica y de las políticas progresistas en la economía de las mayorías de las familias estadounidenses y europeas está logrando que el péndulo político se mueva a la derecha.

Otra razón por la que de poco le servirá a Biden haber sacrificado a Israel, es que la gran mayoría de los americanos creen que Biden no tiene las condiciones mentales y físicas para ser presidente de los Estados Unidos.  Peor, la posibilidad de que la actual vicepresidenta, Kamala Harris, pueda sucederlo en caso de ausencia permanente horroriza  aún más.  Harris ha demostrado ser totalmente inútil, y el elector estadounidense la percibe tonta y superficial; sus malabarismos y retruécanos verbales y su acusada ignorancia sobre casi todo son motivo de burla y preocupación. El caso Harris es una estrategia de Acción Afirmativa e inclusión que salió definitivamente mal.  Por razones de dinámica partidista, los demócratas no saben cómo salir de ambos sin que se vea mal.  Por su parte, Harris no es lo suficientemente inteligente para entender que lo mejor es que renuncie a su candidatura; y Biden no se pertenece a sí mismo y no sabe que es lo que le conviene al país y a su partido.  Dicen las malas lenguas que el poder detrás del trono todo este tiempo ha sido Barack Obama, lo cual tiene alguna credibilidad porque este gobierno ha sido tan desastroso como el de Obama. 

Al saberse perdidos por la falta de resultados para ganar por votos, el gobierno Biden ha optado por instrumentalizar la administración de justicia para destruir a su oponente y colocarle todos los obstáculos habidos y por haber.  Estrategia que aparentemente no está funcionando, ya que con cada nueva acusación Trump sube en la intención de voto. Hoy es bastante probable que el próximo presidente de los Estados Unidos sea Donald Trump. De ser así, tendrá que componer muchas cosas.



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