El día después

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Es necio poner en duda que el 30 de octubre Colombia amaneció con una nueva realidad política.  La primera conclusión es que el país se movió al centro del espectro ideológico.  La segunda, es que hubo un gran rechazo al gobierno Petro y al proyecto progresista.  Petro desilusionó a muchos de los que creyeron en él, y confirmó los temores de quienes desconfiaban de él.

Hay que resaltar el peso que tuvo el voto de opinión en el país, incluso donde aún es incipiente como en Santa Marta.  La victoria de Galán en Bogotá, seguido en votos por la revelación de las elecciones, Oviedo, es una gran noticia para el país. 

Galán ganó porque hizo una campaña decente en la que no atacó a sus contrarios, a los cuales incluso les reconoció logros, y porque recogió positivamente el clamor y las angustias de los bogotanos y ofreció soluciones creíbles.  Le ayudó el oponerse firmemente al intento de Petro de sabotear la primera línea del metro, y creo que en gran parte ganó por esto.

Galán le ha mostrado al país una nueva forma de hacer política, que no solo muestra que se preparó a conciencia para gobernar, sino que es también un modelo digno de ser imitado porque es el camino indicado para resolver los problemas de las comunidades.  Es más fácil construir consensos y converger en el centro que en los extremos.

Con una victoria incuestionable en el bolsillo, visitó a la alcaldesa saliente, también visitó los talleres de la primera línea del metro, y lo más importante, se reunió con Oviedo para trabajar en llave y constructivamente por el bienestar de los bogotanos.  Ha reiterado en sus intervenciones que, para gobernar bien, necesita de la crítica constructiva.  Claro está que dos contendores trabajando unidos por un propósito común solo es posible cuando la política se entiende como un medio para hacer la diferencia y mejorar la vida de sus comunidades, y nada más.  Este espíritu no deja espacio a los egoísmos y mucho menos a mercaderes de la política hacedores de miseria. Galán ha tendido puentes a otros candidatos, recogiendo lo valioso de cada uno. 

Es inevitable contrastar lo que está sucediendo en Bogotá con lo que está aconteciendo en otras partes del país, especialmente en Santa Marta, que a la fecha no sabe quién es el alcalde.  Como mencioné antes, el asomo del voto de opinión en Santa Marta es refrescante.  La elección del Mono Martínez es una buena noticia.  Lo malo es que creo que al Mono lo eligieron mayormente en Los Cocos.  El reto es lograr que el voto de opinión cale en las masas y se haga sentir en los ciclos electorales vinientes.  Cuando el voto de opinión elige, las sociedades se transforman para bien. 

Dudo que la pelea por la alcaldía en Santa Marta sea para ver quien trabaja más duro para cambiar la vida del pueblo y ofrecerles un mejor futuro.  No los anima el servirles a los samarios de forma desinteresada.  Todos sabemos por qué pelean y por qué sienten lo público como propio.  Tal pareciera que la elección popular fue una maldición para Santa Marta y el Magdalena; desde entonces, hemos tenido dos alcaldes excelentes, de pronto uno o dos más, y uno o dos buenos gobernadores.  Nos iba mejor cuando los nombraban.  Independientemente de quien gane la alcaldía, Santa Marta ya perdió.  Ídem para el Magdalena.

Mi reflexión es la de un samario que creció escuchando que Santa Marta estaba para grandes cosas, y que ha envejecido viendo que no ha sido así.  Santa Marta es hoy una ciudad sin rumbo y esto no cambiará en los próximos cuatro años.  Esta es la dolorosa verdad.  Tenemos mucho que aprender de Bogotá.



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