La guerra y las fuentes clásicas

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Escrito por:

Luis Tabares Agudelo

Luis Tabares Agudelo

Columna: Opinión

e-mail: tabaresluis@coruniamericana.edu.co


El emblemático Libro de los cinco anillos nos presenta a Musashi como de una estirpe de samuráis que residían cerca del castillo de Himejien en Harima. Desafortunadamente, su familia apoyó a la facción equivocada durante el periodo de unificación del Japón, lo que llevó a que, siendo apenas un joven, fuese adoptado por Miyamoto Munisai, un samurái originario de Okayama.

Ahora bien, cabe mencionar que Miyamoto Munisai no era un samurái cualquiera. Él había recibido del shogunato de Ashikaga el honroso título de Tenka Muso, que traduce Sin igual bajo el cielo gracias a su excepcional destreza en el combate. Fue bajo su tutela que Musashi comenzó a sumergirse en el profundo y complejo arte de la espada. A tal punto que, en mi opinión, es sorprendente descubrir que, con apenas 13 años, ya había demostrado su valía al vencer a un adversario renombrado.

Luego de la crucial batalla de Sekigahara, Musashi decidió aventurarse hacia la capital. Y, de acuerdo con las narrativas, logró derrotar al espadachín más prestigioso de esa era. Sin duda alguna fue un prodigio, pues a los 24 años ya había redactado el Heidokyo, un libro que se traduce como Espejo del Camino del Guerrero, compuesto por 28 principios fundamentales. Además, fundó su escuela de armas. Pero lo que es aún más impresionante, desde mi perspectiva, es que antes de alcanzar los 30 años ya había triunfado en más de 60 duelos mortales, entre ellos, el célebre enfrentamiento con Kojiro.

Para aquellos familiarizados con esta historia, el duelo con Kojiro es de especial relevancia. Ambos guerreros acordaron encontrarse en una isla desierta. Se dice que Kojiro llegó armado con una espada de más de 91 centímetros. Sin embargo, Musashi, en un giro inesperado, optó por una espada de madera más extensa, con la que finalmente se impuso.

Al reflexionar sobre estos relatos, es evidente que la estrategia militar y su correcta implementación son temas sumamente intrincados. Y es que, en numerosas ocasiones, las guerras no se decidieron necesariamente por las brillantes estrategias del bando ganador, sino por los errores del contrario. A pesar de los avances tecnológicos, la esencia de los conflictos bélicos parece no haber cambiado. Esto nos lleva a pensar que obras clásicas como De la guerra de Carl von Clausewitz, El arte de la guerra de Sun Tzu, el Libro de los cinco anillos y el espejo del camino del guerrero siguen siendo fundamentales para entender la política y estrategias actuales.

En síntesis, a lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo los principios estratégicos, aunque cambian en su aplicación debido a los avances tecnológicos y sociales, conservan una base fundamental que sigue siendo aplicable en diversas épocas y contextos. Por ello, es esencial estudiar y comprender las lecciones de grandes maestros como Musashi, Clausewitz y Sun Tzu. Ellos nos han legado conocimientos que, pese a haber sido concebidos hace siglos, conservan una vigencia y relevancia asombrosas. Los tres se enfocaron en la importancia del entendimiento profundo del enemigo, la adaptabilidad y la anticipación. En esencia, todos ellos entendieron que la guerra y la estrategia no se basan solo en la fuerza bruta o la superioridad numérica, sino en la capacidad de adaptarse, anticipar y entender profundamente el entorno y el adversario.

Para concluir, en el auge de la tecnología en el siglo XXI, podríamos caer en la trampa de pensar que estas antiguas enseñanzas han quedado obsoletas. Sin embargo, aunque las armas y tácticas cambien, la naturaleza humana y los principios básicos de la estrategia se mantienen. Es por eso que, en mi opinión, en la era actual, dominada por la tecnología y la información, resulta aún más crucial volver a estas fuentes clásicas. Ellas nos ofrecen una brújula, un marco desde el cual podemos navegar los desafíos contemporáneos con una base sólida y probada.

Todo lo anterior en razón de que guerra entre los humanos es y seguirá siendo inevitable.



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