Regiones, Inversión y Competitividad

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Se ha preguntado ¿por qué de los trece mil millones de pesos de inversión directa extranjera que se hicieron en el 2011 en Colombia, un poco más de diez mil fueron solo en Bogotá? 

Esta pregunta es de la mayor relevancia cuando nuestros industriales están hablando de que sería posible crecer a tasas del 9% de forma sostenida, si se coordinaran los esfuerzos público-privados alrededor de una agenda de competitividad. 

El crecimiento en Colombia es desigual entre las regiones, como bien lo evidenció un artículo de Portafolio de enero 2 de este año.

Esta desigualdad entre las regiones no es accidental sino producto del diseño de estado. El esquema centralista de los últimos doscientos años ha permitido que Bogotá adquiera ventajas competitivas sobre las regiones.

No lo digo con resentimiento sino a manera de reflexión porque considero que hay un elemento fundamental ausente de la agenda de competitividad, el cual es la necesidad de rediseñar política y administrativamente a Colombia para crear otros polos de desarrollo diferentes a la Capital o Medellín.

Es decir, si el diseño de estado creó unas condiciones conducentes a asimetrías entre las regiones, un rediseño puede corregirlas. Colombia para ser competitiva y socialmente incluyente necesita de una reingeniería. Pero esta es un debate que debe hacerse responsablemente y no producto de resentimientos regionales o calenturas políticas.

No todo ha sido malo con el diseño centralista, ya que ha logrado crear una identidad nacional, pero a su vez no ha facilitado la consecución de la prosperidad y la paz social en todo el territorio nacional.

Quienes tienen el timón político y económico piensan en términos demasiado cortos y sin perspectiva histórica. Santos piensa a cuatro años y en el mejor de los casos a ocho; los gremios otro tanto y así sucesivamente.

Debo reconocerle al gobierno Uribe, la intención de pensar a largo plazo con su agenda de competitividad llamada Visión 2032. Pero aun esta Visión era demasiado inmediatista y miope. No tomó en cuenta las causas que han generado la asimetría entre regiones, ni mucho menos propuso soluciones aptas.

Uribe dio por hecho que el desarrollo futuro debía sustentarse en el diseño de estado actual, sin percatarse de que este ha sido "EL" generador de desigualdad en el crecimiento y de la marginalidad regional, y uno de los mayores obstáculos hacia una Colombia estructuralmente competitiva.

Tenemos que repensar a Colombia, y hacerle una reingeniería político-institucional y administrativa que cree unas condiciones de desarrollo mucho más simétricas entre las regiones. Hay que pensar en la Colombia que queremos en cincuenta, en cien y hasta doscientos años.

Roma no se hizo en un día ni Bogotá tampoco. Los cambios estructurales duraderos toman tiempo, y es por eso que se hace necesario hacer algo ahora para que veamos los resultados en el largo plazo.

La autonomía de las regiones es una condición necesaria y fundamental para que logremos la Colombia competitiva y próspera que todos queremos y merecemos.

No estoy hablando de la región propuesta, en su momento, por Verano y otros mandatarios regionales, quienes envalentonados por los buenos resultados de sus administraciones, se atrevieron a plantear la idea Región Caribe. No esto no puede hacerse de esa manera ni así de irresponsablemente.

Esta es una discusión que debe darse mesuradamente, al margen de ambiciones políticas y tomándose su tiempo. Debe darse en todo el país, y la solución debería ser concertada o por lo menos mayoritariamente querida.

La Costa Atlántica está llamada a liderar el tema, ya que es la que más cerca estaría de alcanzar una integración regional auténtica.

También debe tenerse claro, que la unidad territorial no está en discusión. Las corrientes independentistas no tienen cabida en esta discusión porque son lesivas y contrarias a los fines que debería perseguir un rediseño del estado.

Hoy es evidente la necesidad de que un nuevo diseño político-administrativo descentralizado -y con una amplia autonomía regional- se convierta en motor de cambios estructurales profundos a nivel socio-económico que permitan que Colombia sea una nación con crecimiento alto, sostenible y con equidad regional. En síntesis, una nación simétricamente competitiva cimentada en la autonomía regional.